Diversa Cultural

Diversa Cultural-20julio2024
Diversa Cultural-20julio2024 Fotos: Wikipedia, 123RF, Tumblr y Especial

JOSÉ LUIS CUEVAS Y LA BELLEZA ALUCINANTE

I. Era casi un niño y me salté una barda para recuperar una pelota que se me había ido al jardín vecino… En esa casa vivía una turca. Pude verla, por primera y única vez, desde el sitio mismo donde mi pelota había caído. Era de una belleza alucinante. Yo la observaba atónito. Ella se movía insinuante como si se supiera observada. El pobre niño que yo era no podía apartar los ojos de esa mujer, mientras apretaba con todas sus fuerzas la pelota encontrada. Miraba y jadeaba. La pelota, por la presión sobre ella ejercida, acabó reventándose y el niño salió huyendo antes de ser sorprendido. La imagen de la turca me ha obsesionado desde entonces. Ahora, frente a Rosy [sic] Mendoza me pareció reencontrarla. Fantástico. Gracias a las secuencias de fotografías que me está tomado Daisy me está permitido acercarme y… tocarla.

II. Hay razones concomitantes entre engullir un filete a la parrilla, tierno, jugoso, sangrante y besar una cadera tersa y ondulosa como la de Rosy Mendoza.

III. Siempre he sido un ferviente admirador de las bellezas exuberantes [sic]. Desde las mujeres de Rubens hasta Rosy Mendoza. Mis primeros sacudimientos sexuales me los produjo la contemplación de los suculentos muslos de la perturbadora rubia Ginger Britton, una de las primeras diosas del cine porno, allá por los cuarentas…

IV. Desde niño dibujé mujeres encueradas. Fue en “La Esmeralda” y nada me asustaba. El desnudo no es una incitación erótica. El desnudarse sí lo es, cuando está en proceso, cuando muestra y todavía no muestra. Cuando muestra todo ya es que hay que apresurarse y apoderarse o no mirar sino al conjunto de volúmenes que forma un cuerpo humano y convertirlo en equivalentes gráficos…

José Luis Cuevas, Carta a Vicente Ortega Colunga,

9 de agosto de 1978, colección personal R.D.O.

Rosy Mendoza
Rosy Mendoza ı Foto: Especial

J.G. BALLARD

[…] Antes de descubrirse como escritor, James Graham Ballard (1930-2009) había deseado ser psiquiatra y su única formación académica se la habían dado dos años de medicina. Ballard nunca olvidaba decir que no era un hombre de letras, sino algo así como un cirujano descarriado. En sus años de estudiante, había leído toda la literatura que era aconsejable leer, pero a la hora de escribir buscaba inspiración en las fuentes más insólitas. En la época de Crash, su “libro de cabecera” era un texto médico sobre traumatología y accidentes de tránsito. Disfrutaba con los boletines, informes, revistas y prospectos que llegaban al laboratorio de su amigo, el físico Christopher Evans. Hacia el fin de sus días, cuando le pidieron que recomendara algunos libros, mencionó un texto de óptica y una transcripción de las cajas negras de los aviones que alabó por su dramatismo. Junto a Coleridge y Baudrillard, no dudó en sugerir las páginas amarillas de la guía telefónica de Los Ángeles.

Le fascinaba el lenguaje científico, con sus nombres impronunciables y su programática objetividad. Había pasado por algunas de esas situaciones en las cuales parece irrumpir el absurdo, y estaba preparado para bucear en el inconsciente de esa cultura del siglo xx que tantas aberraciones nos ha dado. […]

Pablo Capanna, “Prólogo”, J.G. Ballard. Para una autopsia de la vida cotidiana. Conversaciones, Caja Negra Editora, 2015.

Crash
Crash ı Foto: Tumblr

MENOS ES MÁS

Es evidente que cuando Mies [van der Rohe] cita el pasaje de San Agustín: “la belleza está en el esplendor de lo verdadero”, no lo hace para refugiarse bajo el ala metafísica del gran santo, porque la de Mies no es una verdad revelada, apriorística y estrictamente objetiva. Quedaría la posibilidad de un pensamiento científico que determinara directamente las formas de su arquitectura; pero Mies es un artista demasiado sensible como para darse por satisfecho con semejante pasividad, y aun cuando alimenta la ilusión de aplicar fórmulas, éstas sólo se manifiestan a través de su acción creadora. La religión de Mies es la de un laico a quien la existencia impone límites, y que sólo en la afirmación de lo real, históricamente comprendido, puede satisfacer el anhelo que lo impulsa hacia su verdad, es decir, hacia su belleza. Tal belleza es, pues, el esplendor de la vida pragmáticamente entendida, mas poéticamente exaltada... […]

Creo que este aforismo suyo lo representa cabalmente y sin posibilidad de equívocos: less is more (“menos significa más”). Es un principio de tono casi ascético, que adquiere prestigio tanto en el campo moral como en el artístico: el valor no depende de la cantidad de los gestos, sino de su precisión, de su densidad cualitativa; depende del peso específico, no del peso bruto. En una palabra, debe tenderse a la simplicidad. La verdad de Mies está en lo simple y es con lo simple que él identifica lo bello.

Ernesto N. Rogers, “Problemática de Mies van der Rohe” en Experiencia de la arquitectura, trad. Horacio Crespo, Ediciones Nueva Visión, 1965.

LOS ESPEJOS

¿Qué es un espejo? No existe la palabra espejo, sólo espejos, porque uno solo es una infinidad de espejos. ¿En algún lugar del mundo hay una mina de espejos? No hacen falta muchos para tener una mina centelleante y sonámbula: bastan dos y uno refleja el reflejo de lo que el otro reflejó, con un temblor que se transmite como un mensaje intenso e insistente ad infinitum, liquidez en la que se puede sumergir la mano fascinada y retirarla goteando reflejos, los reflejos de esa agua dura. ¿Qué es un espejo? Como la bola de cristal de los videntes, me arrastra al vacío que para el vidente es su campo de meditación y para mí el campo de silencios y silencios. […]

Quien mira un espejo y consigue al mismo tiempo la independencia de sí mismo, quien consigue verlo sin verse, quien entiende que su profundidad consiste en que está vacío, quien camina hacia el interior de su espacio transparente sin dejar en él el vestigio de la propia imagen, ha entendido su misterio. […]

Clarice Lispector, Para no olvidar. Crónicas y otros textos, trad. Elena Losada, Siruela, 2007.

Espejo sin rostro
Espejo sin rostro ı Foto: 123RF

EL AMOR ES IMAGEN

Un misterio es la fuente extraña de los amores… La felicidad, enseña Proust, no está en la realidad, sino en nuestra imaginación. Despojemos a nuestros placeres de nuestros ensueños y los reducimos a la nada. Según él, el amor, ese amor que existe en nosotros aun antes de tener un objeto, ese amor errante y móvil “se para ante la imagen de una determinada mujer simplemente porque esa mujer será casi imposible lograrla. Desde entonces pensamos menos en la mujer, que nos representamos difícilmente, que en los medios de conocerla. Todo un proceso de angustia se desarrolla y basta para fijar nuestro amor sobre ella, que es su objeto apenas conocido por nosotros. El amor se vuelve inmenso: ya no pensamos en qué poco espacio la mujer real tiene en él… ¿Qué sabía yo de Albertine? Uno o dos perfiles frente al mar”…

Del ser amado, podemos incluso no saber nada en absoluto. Mientras se dirige a Balbec, el pequeño tren de Marcel se para en una estación de pueblo y allí, durante el tiempo tan corto de un alto, entrevé a una hermosa chica que vende leche a los viajeros. Casi enseguida, el tren parte de nuevo y él no se llevará de la hermosa chica más que aquella visión rápida e intensa. Pero justamente porque esa imagen está vacía de todo contenido, permite que se aferren a ella los sentimientos más vivos.

Es tan verdad que en el amor la imaginación es el todo, piensa Proust, que cuando describe esas realidades físicas del amor de las que los hombres piensan ingenuamente que son el objeto esencial de su deseo, los muestra siempre un poco ridículos… […]

André Maurois, De Proust a Camus, trad. Domingo Pruna, Ediciones G. P. (Plaza & Janes), 1967.

Retrato de Marcel Proust
Retrato de Marcel Proust ı Foto: Wikipedia