Los museos de otros pueblos

De las adquisiciones coloniales a las exposiciones cosmopolitas (Un fragmento)

Los museos de otros pueblos de las adquisiciones coloniales a las exposiciones cosmopolitas Foto: Especial
. ı Foto: PDF: La Razón de México

¿Así que quiénes son los propietarios legítimos de las antigüedades saqueadas de Benín? El oba de Benín sostiene que pertenecen a su familia. El ministro del exterior de Alemania dijo que debían ir al “pueblo nigeriano”.

Pero como se pregunta Kwame Anthony Appiah:

¿Qué significa exactamente que algo pertenezca a un pueblo? La mayoría del patrimonio cultural de Nigeria se produjo antes de que existiera el moderno estado nigeriano. No sabemos si las esculturas en terracota de los nok, realizadas entre el año 800 antes de nuestra era y el año 200, las comisionaron reyes o comuneros; no se sabe si el pueblo que las hizo y el pueblo que pagó por ellas las pensaran como propiedad de un reino, de una persona, de un linaje, o de los dioses. Algo sí sabemos de cierto, sin embargo, no las hicieron para Nigeria.

Los ataques al derecho de los Museos de los Otros Pueblos a poseer, mostrar e interpretar sus colecciones pudo haberse generalizado y simplificado hasta el exceso. Existen, sin embargo, bases firmes para críticas más informadas y sobrias. Estos museos están parados sobre una amplia reserva de tesoros mundiales.

La mayor parte de sus acervos nunca se ha exhibido. El resto está en bodegas, muchas veces lejos de la primera ubicación del mismo museo: accesible, en caso de estarlo, sólo para los estudiosos. Los museos debieran ser como bibliotecas al servicio de otros museos.

Un programa de rotación de préstamos, cuidadosamente seleccionados, animaría el desarrollo de la especialidad en la región. Las alianzas entre los museos podrían establecer exhibiciones itinerantes en colaboración.

Estos museos sobre todo han sido lentos para adaptar su manera de pensar. Maltrechos tras una década de controversias, los curadores están conmocionados, a la defensiva, sigilosos. Y, sin embargo, las colecciones de artefactos de uso cotidiano, los objetos de cultos, los instrumentos musicales, las obras maestras de la artesanía, las reliquias de civilizaciones antiguas, empezando por las piezas adquiridas por el capitán Cook y sus acompañantes, formadas generación tras generación de misioneros, académicos, coleccionistas y comerciantes, siguen cautivando a los connoisseurs y cautivan a los asiduos a los museos. Abren la puerta hacia otras vidas, incluso hacia otros mundos.

Pero en el siglo xxi, ¿es viable un Museo de los Otros Pueblos? ¿Debería transformarse en un museo de identidad o reutilizarse como museo de arte, especializado en... lo que fuera... “primitivo”, “tribal” o “no europeo”, o de manera más amplia, pero de ninguna manera lógica o defendible, ese conjunto colonial de “arte de África, América y Oceanía”?

Los museos de arte se apropian de máscaras, bustos, representaciones de dioses y demonios y los resignifican como esculturas o reimaginan los conjuntos etnográficos como instalaciones artísticas. Estos los pueden admirar los visitantes, incluso quedar fascinados con ellos. Sólo que los museos de arte no exploran el significado de estos objetos para los pueblos que los fabricaron y los usan.

POR DESGRACIA, LOS MUSEOS DE OTROS PUEBLOS no siempre lo hacen mucho mejor. La cautela, incluso la timidez, inhibe la innovación. Los curadores a veces ceden y permiten a los activistas dictar los términos. Pero si han de tomar la iniciativa, los museos en realidad deben emprender la renovación de las escleróticas exposiciones permanentes y poner un alto a las exposiciones temporales insulsas que son condescendientes con los patrocinadores o que se venden a los coleccionistas y comerciantes.

Sobre todo, hay que enfrentar el último desafío. ¿Museos de qué son estos espacios? ¿Podría haber un lugar para un museo cosmopolita que no sea una simple herramienta de propaganda y que no se pierda en generalidades huecas sobre la condición humana?