El orden social que nos permite convivir con los otros se impone usualmente a través de la fuerza, la intimidación y el abuso. Algunas veces, con mucha suerte, las sociedades moderan sus relaciones mediante la gentileza y la bondad, lo que se traduce en igualdad, justicia y tolerancia. El cine de Yorgos Lanthimos trata acerca de esas imposiciones y de la forma en que la gentileza también es usada para fortalecer las ficciones del poder. Su estilo está marcado por el pesimismo y un humor negrísimo. A pesar de su misantropía y desencanto sus dos películas más conocidas (La favorita, 2018, y Pobres criaturas, 2023, la primera escrita por Tony McNamara y la segunda por McNamara y Deborah Davies) fueron acogidas por la cultura popular, ganaron premios (21 nominaciones al Oscar y estatuillas para Olivia Colman y Emma Stone) y alcanzaron un éxito estrepitoso. Estos reconocimientos significan presupuestos ilimitados y fama internacional pero son un estigma para un autor cínico y provocador que desprecia el gusto de las masas.
Sus primeras cintas, del período perverso (Dogtooth, 2009; Alps, 2011; The Lobster, 2015; y The Killing of the Sacred Deer, 2017), coescritas por Efthimis Filippou, tienen una cinematografía eficiente y despojada de artificios. En éstas exhibe la necesidad de quienes desean pertenecer y ser reconocidos en sistemas absurdos, injustos y brutales. Desde su fabuloso debut, Dogtooth, en que una pareja mantiene a sus hijos enclaustrados, enseñándoles un uso distorsionado del lenguaje para aislarlos mental, emocional y físicamente del mundo exterior, ha cuestionado las reglas, lógica y legitimidad de quienes inventan, imponen y defienden el orden social.
KINDS OF KINDNESS, filmada durante la producción de Pobres criaturas, es un regreso no sólo a los orígenes de su obra sino también a la vena absurdista del cine de Luis Buñuel, Andrzej Żuławski, Terry Gilliam y David Lynch. Esta cinta, marca el regreso de Filippou y es un tríptico filmado en Luisiana con un reparto mínimo y excepcional: Jesse Plemons (un actor inescrutable, capaz de pasar de la completa vulnerabilidad a la más inquietante amenaza), Willem Dafoe (con un don para mostrar su poder sin exaltarse), Emma Stone (talentosa, versátil y transparente aún en sus papeles impasibles), Hong Chau, Joe Alwyn, Mamoudou Athie y Margaret Qualley, alternando entre roles de abuso y sometimiento en desquiciados sistemas de tiranía emocional. En las tres historias hay un orden casi divino que es transgredido y deja a los protagonistas aterrorizados y abandonados. La mecánica social queda anunciada desde la canción de los Eurythmics con que abre el filme: "Sweet Dreams (Are Made of This)”, que en voz de Annie Lennox anuncia: Algunos quieren usarte/Algunos quieren ser usados por ti/Algunos quieren abusar de ti/Algunos quieren que abuses de ellos.
(Aunque las historias son extraordinariamente absurdas a continuación hay algunos spoilers.)
Los tres filmes se entrelazan por un personaje secundario y silencioso cuyas iniciales son r.m.f. (Yorgos Stefanakos) y están nombrados por lo que le sucede a él, comenzando por La muerte de R.M.F., siguiendo con R.M.F. está volando y culminando con R.M.F. se come un sándwich. En el primer relato Robert Fletcher, r.f. (Jesse Plemons) vive bajo el control absoluto de Raymond Frischmann, también r.f. (Willem Dafoe) quien le impone una rigurosa serie de actividades: cómo vestir, con quién casarse, no tener hijos (provocándole abortos a su esposa), qué comer, qué beber y qué leer (Ana Karenina). Robert le debe a Raymond su matrimonio, su casa y su posición social pero también es objeto de su abuso constante: “Los hombres delgados son la cosa más ridícula que existe”, cuando él mismo es delgado. Entre los generosos regalos que Raymond le da a Robert y a su esposa Sarah (Hong Chau) destacan una raqueta de tenis rota por McEnroe en 1984 y un casco golpeado y quemado de Ayrton Senna tras un accidente, ambos objetos valiosos por representar la pérdida de control. Cuando Robert se niega a obedecer una orden queda desempleado, su esposa lo deja, nadie quiere darle una oportunidad y es reemplazado por Rita (Emma Stone). Robert está arrepentido y dispuesto a cualquier cosa con tal de volver a ser dominado por Raymond.
EN EL SEGUNDO RELATO Plemons interpreta a Daniel, un policía cuya esposa, Liz (Stone) es una bióloga marina que está perdida en el océano. La angustia tiene a Daniel destruido y a la deriva. Sin embargo, cuando Liz regresa milagrosamente él está convencido de que es una impostora (sus zapatos le quedan chicos, confunde su canción favorita, quiere tener sexo con él mientras está uniformado y come chocolate que antes detestaba). Daniel comienza a torturarla con su desdén y con exigencias de una crueldad creciente y extraordinaria. En la última historia Andrew (Plemons) y Emily (Stone) son miembros de un culto sexual dirigido por Aka (Chau) y Omi (Dafoe), quienes les han asignado la tarea de encontrar a una mujer (con características físicas muy específicas) capaz de revivir a los muertos para incorporarla a la secta. La pureza es el eje de esta secta en la que los miembros beben únicamente las lágrimas de sus líderes recolectadas en una gran pileta (¿una evocación a Duna?). Emily ha abandonado a su familia y estoicamente evita ver a su hija. En un descuido
su esposo la droga y abusa de Emily, lo que provoca que pierda su “pureza” y sea expulsada del culto. Así como Robert se obsesiona con cumplir los deseos de Raymond para recuperar su posición, Emily sigue su intuición con una determinación maniaca para complacer a Aka y Omi.
En las tres historias hay un orden casi divino que es transgredido y deja a los protagonistas aterrorizados y abandonados
Los relatos giran en torno a la necesidad de ser aprobado por figuras de autoridad: el jefe controlador, el marido policía que cree que su esposa es un doppelgänger y los líderes de un culto poliamoroso. Los tres tienen lugar en ámbitos donde la gente acepta roles y se somete a un orden rígido: el mundo corporativo, la familia y la fe. Las transgresiones que provocan las rupturas tienen una calidad subjetiva: los infractores no son suficientemente obedientes, no son auténticos o no son puros. Y cada relato culmina con muertes pero en tonos distintos: uno trae el feliz regreso al orden, otro es atroz e inverosímil y uno más es brutalmente irónico. Las historias se complementan y el absurdo va creciendo en una especie de efecto acumulativo.
Esta es una cinta difícil e hilarante de incógnitas irresolubles (¿Por qué r.m.f., quien entrelaza los relatos, es siempre interpretado por el mismo actor mientras los protagonistas cambian de papeles cada vez?). Para Lanthimos la identidad es un juego de máscaras, como anuncia el propio cartel. Los actos más sórdidos: los abortos no consensuales, las violaciones, el suicido y el asesinato son producto del orden social y no de los individuos. Más que una película estamos ante una declaración de principios y un manifiesto sobre los dulces sueños de una realidad de abuso.