Neeli Cherkovski, amigo:
es hermoso estar contigo siempre...
Le dije su nombre a aquel joven periodista que me entrevistó en marzo del 2024 cuando me preguntaron sobre los escritores que me acompañaban siempre: Neeli Cherkovski es el mejor poeta americano vivo. Le pedí que lo escribiera, que no olvidara… no lo escribió. Cuando leí la entrevista me decepcioné una vez más, escriben lo que pueden y casi nunca les alcanza el corazón para entender lo emotivo. La noticia de su escape hacia las estrellas fue como estrellarme a toda velocidad en la noche, recuerdo que todo se detuvo, cayó el vaso que tenía entre las manos, bebía en una piquera de Garibaldi, recuerdo que sonaba la canción de “Senderito de Amor” de Ventura Romero, sentí la risa de la muerte en el oído izquierdo, alguien gritó desde una mesa: “ni una más”… grité: “irremediable muerte a la palabra, tan lejos de mi sangre… una ronda para todos, yo invito, una más… otra más”… no sé cuánto tiempo pasé ahí sin saber qué hacer, con un dolor insoportable que provenía de aquellas palabras tiempo atrás, al teléfono tu dulce & entrañable español: te espero, amiga… sin fuerza salí de aquella bruma espesa hacia el Eje Central, miré la cortina cerrada de aquél café de chinos al que fuimos a inicios de los años dos mil, ese donde me firmaste uno de tus libros, ahí escribiste un poema en un pedazo de servilleta que aún conservo. Recuerdo que quise ver a mi amiga Coral Bonelli, recordé que también se había marchado a las estrellas, reafirmé que somos nuestras pérdidas, no existe dolor en ello, sólo anhelo, como dijo mi amigo Pietro, así existimos: entre el pasado y el anhelo. Seguí caminando, un lúcido Orfeo que sostenía una botella de Valeska con una bolsa de té dentro cantaba: “todo lo que amamos se apaga, se larga, se muere, no queda nada, todo lo que amamos se apaga como un cerillo en nuestra cara”. Supe adónde ir por vez primera en mucho tiempo, rumbo al Salón Bombay, ahí lo vi por segunda vez, escuché su canto, casi todos aquellos marrulleros que lo acompañaron estaban en un estado lastimoso, fueron vulgares, groseros, machos, déspotas. Las únicas personas amables, lúcidas: una ponente, una chica que hacía performance y el traductor del libro que presentaba. Ahí estaba un amigo escritor que amé / amó muchísimo, el amor no me ciega, también fue agreste con Neeli, se lo dije, tuvo la consideración de reconocerlo. Aquellos hombres se intimidaron ante la deslumbrante personalidad de Neeli, desafiados por la belleza de su poesía, limitados mentalmente ante su abierta y amorosa homosexualidad, hicieron “veladas” bromas al respecto. Neeli las entendió todas porque habla y entiende español. Fue tan grotesco, podría omitirlo, no quiero, porque cuando estuve con él en su casa en San Francisco me dijo lo triste / desconcertante que fue para él, además le debían dinero de aquella lectura y libro, se sentía traicionado por la persona que lo trajo a México, en la que confió. La cortina cerrada del Bombay me restregó en la cara que no queda nada. Una soledad triturada / sombría se metió por mi boca, caminé por la calle de Ecuador hasta un localito que me encanta en el que venden ropa para mariachis, compré un sombrero, encaminé mi existencia hacia la plaza, ahí escuché tristes canciones, dejé de beber, me lavé la cara en un baño público de San Camilito, comí algo, una sopa, había olvidado comer algo en los últimos dos días, esa tristeza no me abandonó hasta el 21 de julio pasado, entonces terminé de escribir una carta a mi amigo Neeli, deben saber un poco más de él.
Decía que las calles eran poesía. Para él la condición humana jamás fue algo incomprensible o ajeno, se involucraba en ella hasta el fondo
Nació el día 1 de julio de 1945 en Santa Mónica, California, creció en San Bernardino, viajó muchísimo, fue un poeta que conoce / conoció a profundidad la cultura americana y mundial. El español nunca fue una barrera para él porque podía leer a Lorca, a Miguel Hernández, a Gorostiza, a Neruda, a cualquier poeta en nuestra lengua. Fue él quién organizó en 1990 el primer Festival de Poesía en San Francisco, la escena literaria del West Coast le debe lo que es ahora. Desde que tuvo memoria empezó a escribir, nunca pasó un día sin hacerlo, así que puedes encontrar más de un poema por día de su existencia desde que la escritura se le reveló. Gran dibujante, pintor extraordinario, poeta, ensayista asombroso, biógrafo de poetas, cronista, editor.
Recibió el galardón Josephine Miles en 2005, que premia la multiculturalidad de escritores estadunidenses. En 2017 ganó el Jack Mueller Poetry Prize, premio fundado por sus recientes editores de la bellísima editorial Lithic Press que publicó uno de sus libros más profundos e inquietantes: Hang on to the Yangtze River (2020). Tenía miles de poemas escritos cuando publicó Don´t Make a Move (Tecumseh Press, 1974). Cherkovski estuvo en México: Guadalajara, San Miguel de Allende, Oaxaca, Topolobampo, Cuernavaca, tantos lugares más. Sabía / entendía de cultura mexicana mucho más que algunos poetas mexicanos, detalles precisos de las calles y sus historias. Decía que las calles eran poesía. Para él la condición humana jamás fue algo incomprensible o ajeno, se involucraba en ella hasta el fondo, mecía dulcemente su cara de un lado a otro cuando alguna persona o escena de la existencia le conmovía, se quitaba los lentes, cerraba los ojos, suspiraba y después en silencio te transmitía todo su corazón que es un cerezo eterno de los jardines de su amigo Chéjov, ese gesto risueño jamás lo podré olvidar. Sus múltiples libros van narrando una América bravía, el paso del tiempo por sus preocupaciones y emociones más honestas están reflejadas en todos sus libros.
Este brutal fragmento de su poema “Oda a Jack Kerouac” que traduzco para ustedes, resume lo que Jack buscó entre los vagabundos del dharma, el milagro de la muerte, la noticia de renacer en ella, la fortuna del viaje al misterio… la alegría de volver a nacer en esa muerte, porque cuando nacemos es nuestra primera muerte, salimos de la nada, de una oscuridad preciosa que nos contuvo de llorar o padecer. A lo largo de nuestra existencia suceden muchas muertes. Cherkovski hace mística sin esfuerzo porque es un veedor, porque en él habita el misterio. No sé si alguien sabe o podría contar cuántos poemas escribió Neeli durante su vida, lo dudo. Abordar la narrativa íntima de un autor requiere sentirlo cercano, como alguien con quien podemos conversar y estar en silencio, también hay que alejarse por momentos para sentirlo más. El 19 de marzo de 2024 el último gran poeta estadunidense, se puso su boina negra favorita y una bella camisa a cuadros como las que le gustaban, dejó abierta la puerta de su corazón y su obra para todas y todos nosotros. El último poeta que conoció a todos los beats & sus secretos salió a un paseo infinito rumbo a Mercurio, una noche si tienes suerte podrás sentirlo muy cerca de ti, de México y sus fronteras invisibles, cuando leas su poema “Las mujeres de Ciudad Juárez”:
Mientras mi cuerpo envejece lentamente en madrugadas a ritmo de vals & otras de punk en mi casa llena de sombras, fantasmas, fotografías vivas, papeles, libros, gatos habituales y callejeros que me visitan, mientras mis manos se duelen en mañanas lluviosas, mientras toco en el piano una sonata alegre y me diluyo en el tiempo que ni siquiera es una referencia tangible, me permito compartir una carta privada a Neeli que inicié
en marzo.
Neeli, amigo:
Recibí tu último poema como una caricia en mi corazón, hoy busqué tus libros, no encontré todos, me acordé de cuando estuvimos en el comedor de tu casa y me decías que muchas personas te habían robado libros, que por eso cerrabas ya una de tus vitrinas con llave. Cuando estuve en tu casa en San Francisco, abriste la vitrina, no volviste a cerrarla con llave, dejaste la llave puesta, me mostraste tus libros más importantes, recuerdos privados, había viajado durante varios días desde la frontera de Tijuana, pasé un tiempo fabuloso en San Diego con Saúl Hernández & Cristina Rivera Garza que me presentó BIFO, un filósofo con quien te hubiera gustado platicar sobre tu teoría de las armas biológicas y virus, porque los dos pensaban que así serían las guerras futuras. Recuerdo esa mañana de desayuno antes de desempacar mi maleta, fuimos al supermercado por toronjas frescas, recuerdo que desmenuzamos el pavo de la noche anterior para hacer un delicioso pozole que surgió de la magia de las manos de Cristina. Estábamos exprimiendo toronjas en la cocina cuando sonó un mensaje en mi teléfono de una aplicación de red, tu bella voz con un mensaje, era el día posterior al Día de Acción de Gracias, te conté mis planes: pasar por LA unos días, de ahí a San José para ver una vez más La Jungla o lo que quedaba de ella y saludar a los compañeros que hice allá, después de comprar mi boleto hacia San Francisco, te avisaría… “te espero, amiga”… Aquí los días son turbios. Pérdidas, rabia y tristeza. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a nuestro elemento: aire. Hoy se acabó la última botella de Campari, dejé de beber hace cuatro horas, no quería sentarme aquí indignamente a ensuciar mi oficio, a diferencia de lo que creen los / las cretinas / os, nunca he escrito borracha. En días en los que se asoma la desdicha con su jodido lastre nauseabundo, me refugio en mis recuerdos, destapo una botella de perfume que se llama LA, la compré en Los Ángeles, me lo pongo, aspiro de la tapa su olor a alegría, así huele Vine, así huele California, así olía Mike, mi amor angelino, así olías tú. Me recogiste en la estación de autobuses, me abrazaste tan fuerte que me sigue sosteniendo tu amoroso abrazo en el mundo. La pasta más suculenta de atún con jitomate, hierbas, oliva y sal de grano que he probado es la que me preparaste. Tuviste la generosidad de comprar vodka: “para la seniorita vodka, tienes vodka”, notaste mi cansancio, me ofreciste tu baño por si quería ducharme, me arropaste en tu cama mientras escribías abajo, dormí profundamente con tu perrito tan dulce, Orion. Recuerdo que al subir a despertarme para irnos a tu lectura de poesía murmuraste: Oh, my good!... escribo tus palabras: la poesía ha estado desde antes del inicio de los tiempos en todas partes, ella está en todas partes, se expresa en lo vivo, todas y todos somos muy parecidos, todos estamos conectados, nunca somos extranjeros en la interacción vivencial, cantamos juntos la gran canción de las estrellas, la canción de las almas salvajes, la gran canción de humanidad, la canción del no-tiempo, canción alegre e inmortal, así lo dijiste en aquél café, quedó grabada tu voz en una vieja cinta. Amigo: sé que un día también vendrá la muerte con mi maleta, tendré ese boleto sin otro de regreso.
Abordar la narrativa íntima de un autor requiere sentirlo cercano, como alguien con quien podemos conversar y estar en silencio.
Me diluyo en el hielo de mi último Negroni por esta madrugada, ya lo he preparado, los hielos se mueren, es tiempo de beber otra vez. Mañana voy al rumbo del Tenampa. Avantgardo me espera allá para comer. Cantaremos con mariachis la gran canción de la humanidad. Te escribo desde la Tierra para decirte que cuando la muerte llegue con mi maleta iré por fin a Saturno, Urano y Plutón, antes de ir a Mercurio para vernos. Neeli Cherry, Neeli Cherkovski, poeta inmortal, olvidé en tu casa mi libro de Don´t make a Move, te lo llevé para que lo firmaras, de portada blanca como la muerte, no lo extraño… te extraño a ti… no me abandones jamás, ni tú… ni la poesía.
Espérame… S.