La gente se pelea por cualquier pendejada, por el dinero, por la política, por los hijos, por una morra. Yo me bronqueo por la música.
No creo que exista otro tópico que merezca atención.
La música es motor para la amistad. Pero también para el desafecto.
A lo largo de mi vida he protagonizado un sinfín de tiros por culpa de la música. Por defender mi punto de vista. Por peleas no me refiero a insultarme con otros en redes (que lo hago todo el tiempo), sino a, literal, agarrarme a madrazos. En cantinas, en conciertos, en pedas caseras, donde sea.
No soporto a los tibios. Hay que asumir una postura. Beatles o Rolling Stones. Soda Stereo o Los Redondos. Oasis o Blur. Nirvana o Guns N’ Roses. The Wire o Los Sopranos. Snickers o Milky Way. Puedes disfrutar de todos, pero debes elegir un bando. No hay peor cáncer que el quedabienismo. Quien opine lo contrario es un puqueque.
Me gusta Led Zeppelin. Pero no me considero fan. Ni tampoco me he tragado esa patraña de que son la mejor banda de la historia del rock, lo cual me ha causado muchos problemas. Cada tanto me topo con algún feligrés dispuesto a evangelizarme. Se ofenden como doñita a la que no le chuleas sus guisos cuando canto que no tolero un disco completo. Puedo escuchar tres días seguidos en repeat “The Rain Song”, pero “Stairway To Heaven” me parece tan aborrecible como “Hotel California”. Casi todos los aferrados son de la vieja guardia. Aunque no ha faltado uno que otro treintañero que todavía no ha descubierto que en las décadas subsecuentes también se hizo rock. No me cuesta trabajo ignorarlos. La bronca es que la patraña siempre viene acompañada por una más grave: la de que John Bonham es el mejor baterista de la historia del rock. Entonces ahí es cuando brinco.
A ver, cuál es el más chingón según tú, me retan. Keith Moon, respondo y se quedan callados. La mayoría no se ha tomado la molestia de explorar a The Who como se amerita. Bola de cerrados.
No recuerdo la primera vez que me agarré a golpes por la misma cuestión, pero sí la última. Sucedió hace unos días. Me salvé de una mega verguiza de milagro.
ES SENCILLO ENFADAR A LOS ZEPPELÓFILOS. Basta decir que el solo de bataca de “Moby Dick” me mata de aburrimiento para que les arda el fundillo. Como si se hubieran bajado una botella entera de salsa Tabasco.
Todo comenzó en la cantina a la hora de la botana. Así como otros se reúnen para hablar de cualquier mamada, nosotros nos juntamos para platicar sobre música. Es lo que amo del rock, su poder para despertar pasiones. No importa cuánto haya evolucionado, el eterno retorno siempre nos empujará a la vieja controversia de Moon vs. Bonham.
En la mesa había dos güeyes que no son mis amigos, los ubico, pero jamás me citaría para tomar una cerveza con ellos. Estaba ahí porque otro cabrón los había invitado. Era un par pintoresco. A uno le dicen el Juanote, imagínense las proporciones para merecer dicho apodo. Y al otro el Mirruña, por diminuto. Por qué se juntan un par de tipos así, es un misterio, saquen sus conclusiones. Bien podrían ser hostess de un programa de chismes como El gordo y la Flaca.
Comencé mi intervención diciendo que al único que respetaba del cuarteto era a John Paul Jones. Y que me parecía el único genio auténtico de la banda. Que los otros tres estaban sobrevaloradísimos. Aunque siempre he admirado al Plant solista. A Jimmy Page jamás. Pero con todo lo que apreciaba a Jones no era mejor bajista que John Entwistle.
No sé ni me importa lo que diga Rolling Stone o la revista que se les antoje, Moon es superior a Bonham, afirmé. Cambio todas las partes de batería de Led Zep por el redoble de Keith Moon en el minuto uno cuarenta y ocho de “The Punk and The Godfather”. Es la cumbre de la pila rockera. El mejor redoble de la historia. Pueden mencionarme al baterista que quieran, la rola que quieran, pero ninguno le llega. Y por favor no vayan a mentar al fardo ese de Rush, que estamos hablando en plata. Sólo un bataco se puede comparar con Keith, y ese es Elvin Jones, el pilero del John Coltrane Quartet.
Todos se me echaron encima.
UNA RECOMENDACIÓN. NO LO INTENTEN EN CASA. Ni bajo la supervisión de un gurú. Algunos fans de Zeppelin no toleran que critiques a su banda. Los ánimos comenzaron a calentarse. Normal en estos casos en el que dos personas riñen por un baterista. La versión en vivo de “Moby Dick” de veinte minutos es de los peores pasajes del rock, pontifiqué. Qué bendición que los solos hayan pasado de moda. No me imagino a Interpol haciendo un solo de batería de media hora. Qué horror. El Juanote se puso rojo de coraje. Cómo me atrevía yo a descalificar a esa santa institución llamada John Bonham. La verdadera leyenda es Keith Moon, declaré categóricamente. Lo que necesitan es destaparse los oídos. Vayan a su casa y échense un clavado en la discografía de The Who. Para que se eduquen.
Si les hubiera mentado la madre no se habrían encabronado tanto. Ahora vas a salir con la típica de que todo se lo han plagiado a los bluseros negros, me atacó el Juanote. Ps sí, le ladré, ni cómo negarlo. Tienen un enorme talento, pero para robar. Dime cuántos cóvers hay de Willy Dixon en Quadrophenia. Dime cuántos epígrafes hay en Una temporada en el infierno. Tú qué vas a saber, pinche gordo, me dijo la Mirruña y me aventó su vaso de cerveza en la jeta. Con una agilidad que no tengo, me le aventé por encima de la mesa como luchador tirando todo a mi paso.
El mejor redoble de la historia es de Keith Moon, putos, grité y le tiré unos putazos. Juanote, el Mirruña, y otro imbécil que estaba en la mesa se me echaron en bola. Sentía cómo abanicaban los puñetazos a centímetros de mi cara. Sólo uno me conectó, y no de manera tan contundente, en la cabeza. Uno de los meseros de la cantina me jaló, me sacó a la calle y otro cerró la puerta por dentro. Dejando encerrados a los demás. Qué pedo, qué pasó Charly, si estaban chupando tranquilos, me preguntó. Pinche gente, le dije, que no aguanta que te metas con sus Barbies.
Mejor córrele, me recomendó, antes de que salgan estos batos. Ai luego te pago la cuenta, le dije y me fui en chinga hacia el bulevar para parar un taxi. Eran pasadas las diez de la noche. Minutos después dos faros alumbraron la calle. Eran los putos zeppelianos que me andaban buscando para partirme la madre. Me escondí en unos arbustos mientras pedía un Uber. Minutos después llegó el carro y me trepé. Para acabarla de rematar, el conductor venía escuchando a los putos Zeppelin. No conforme con haberme salvado de una calentadota unos minutos antes, no resistí la tentación de decirle que el mejor redoble de la historia era de Keith Moon. Y que si no estaba de acuerdo lo podíamos arreglar dándonos un tiro.