90 años de Cri-Cri

Gabriel Zaid reedita la obra antológica Cri-Cri. Canciones completas que compiló en 1999. Ahora, en 2024 —para celebrar los 90 años del nacimiento del personaje creado por el compositor veracruzano Francisco Gabilondo Soler en la década de los treinta, el “Grillito Cantor”— podremos recordar la poesía popular en un universo de canciones, distintos géneros musicales e historias de fantasía que llegaron a todas las casas de un mundo infantil ahora casi olvidado.

Portada de "Cri-Cri canciones completas" Foto: Especial

Hace 25, en 1999, se publicó la primera edición literaria y crítica de las canciones del divertido Francisco Gabilondo Soler, cuyo personaje, el grillito Cri-Cri, pobló los ensueños de varias generaciones de niños mexicanos, desde la casa familiar, hasta los coordinados y rutinarios festivales escolares. En este 2024 volvió a la luz la misma edición, Cri-Cri. Canciones completas (Clío, 2024), en versión rústica, para conmemorar los 90 años del nacimiento de Cri-Cri a la 1:15 p.m. del 15 de octubre de 1934 desde los estudios de la XEW, el mismo año de nacimiento del editor de este libro bien cuidado por Gabriel Zaid. Al cancionero lo preceden dos atinados ensayos de los ya desparecidos José de la Colina y Luis Ignacio Helguera, una cronología de Gabilondo Soler, una discografía (desde Libertad Lamarque hasta Caló), filmografía, así como una guía literaria y editorial del lector.

El perfil crítico de este cancionero, que probablemente pasó desapercibido hace 25 años, estuvo en manos de José de la Colina y Luis Ignacio Helguera, algunos comentarios del editor, así como las numerosas glosas de once escritores mexicanos, que acompañan la mayor parte de las canciones y ahondan en su comprensión con alusiones culturales, reflexiones sobre el temperamento poético de Soler, comparaciones literarias, y sutiles referencias a la vida del compositor y poeta orizabeño que, por lo demás, durante su vida mantuvo una atenta afición a la astronomía. Las canciones suman 211, sin contar las primeras versiones, y están ordenadas de manera cronológica, abarcan cinco décadas, de las cuales, por lo visto, la más prolífica de Soler fue la de 1930.

EN EL FOLCLOR INFANTIL se encuentran canciones para ser cantadas, sí, pero también aquellas que invitan al juego, es decir, a la participación directa de los escuchas, con reglas más o menos establecidas (“La pájara pinta” y “María Blanca”, por ejemplo), tal como lo recordó Vicente T. Mendoza en su recopilación Lírica infantil en México. Tal vez las canciones de Cri-Cri no inviten al juego, a la manera en que el niño complementa, con sus movimientos, el sentido de la canción, pero sí con el baile, que es una forma de acompañar las canciones. Además de esta complicidad motriz, junto con la vocal, las canciones del grillito tienen la particularidad de permitir su disfrute en un estado meramente contemplativo que es, a veces, el estado natural de la imaginación, infantil o no. La contribución de la obra de Gabilondo Soler al folclor infantil mexicano, a diferencia de otras conocidas, pero dispersas, canciones, fue la de cohesionar el imaginario de los niños bajo la imagen de un solo animal, un insecto tutelar de generaciones enteras. Como bien apuntó José de la Colina, mientras que en Italia tienen a Carlo Collodi, en Francia a Charles Perrault y en Inglaterra a Lewis Carroll, en México tenemos “(guardadas las proporciones, si quieren ustedes) nuestro Andersen”.

La contribución de Gabilondo Soler fue la de cohesionar el imaginario de los niños bajo la imagen de un insecto tutelar de generaciones enteras

La responsabilidad de la edición, precisa en orden y copiosa en datos, como de la composición métrica de las canciones (poemas) de Cri-Cri, estuvo a cargo de Zaid, quien mostró una particular predilección por aquellas estrofas de cuatro versos. Con la finalidad de organizar por escrito una obra producida esencialmente para cantarse, se puede deducir que la propuesta estrófica y silábica de Zaid se sujetó, en buena parte, al ritmo y los silencios que empleó Gabilondo Soler durante su interpretación. En este sentido es que la edición literaria de las canciones de Cri-Cri fue hecha, tanto para ser leída, como cantada.

EN LA SECCIÓN DE LA CRONOLOGÍA, Zaid señaló que la película Cri-Cri, el Grillito Cantor (dir. Tito Davison, 1963), donde Ignacio López Tarso interpretó a Gabilondo Soler, “fue una “decepción”. Aunque Zaid no indica el motivo, es posible aventurar que tal decepción se sustentó en un reproche hacia la fidelidad biográfica del compositor, frente a la conmovedora promoción, no de la vida de una persona, sino de un homenaje en vida a un personaje. De alguna manera, aquella película estableció un pacto visual con niños y adultos en torno a una persona cuya vida debió ser apreciada en la medida de su obra (que es toda contemplación, espejo humano y diversión), no de sus acciones.

Debido a la predilección de Francisco Gabilondo Soler, como recuerda De la Colina, por los niños “pisacharcos”, traviesos, frente a esos solemnes “minifacsímiles de los adultos”, se puede comprender con mayor claridad la idea que el grillito tuvo de la diversión. Desde unas composiciones entretenidas, “sin tareas ni sermones ni moralinas ni varitas pedagógicas”, como indicó Helguera, la diversión que nos dio Cri-Cri nos enseña (si es que gozar es una forma de aprendizaje) a jugar con un mundo habitable, llevadero, que nos muestra, en franca apología del error y la aventura, que meterse en problemas, como pasa con muchos de sus personajes, aunque duela, no impide el canto alegre cuando se recuerda que sus historias se parecen a las nuestras.

Es prudente advertir que el futuro de Cri-Cri no depende de los niños, sino de los padres, que son los que contribuyen con los primeros recuerdos y apetitos. La edición conmemorativa de Gabriel Zaid debería quedar al modesto resguardo de toda biblioteca familiar mexicana, como libro de recuerdo, de consulta y de alegre cancionero.