Ignoro si Wislawa Szymborska conocía la tradición mexicana de las calaveritas, pero este poema suyo: “Epitafio”, parece deberle algo de su ingenio a esa costumbre de desacralizar la muerte para centrar la atención en la vida. Entre la vida y la muerte está la risa, aceptar la muerte nos invita a disfrutar la vida, a tomarla en serio, apreciarla porque se va a acabar. No lo digo yo, lo vio con claridad Henri Bergson cuando publicó La risa. Ensayo sobre la significación de lo cómico. La raíz de la alegría no es la burla o desestimar lo trascendente, al contrario, es poner el ojo en lo valioso, para ser capaces de sonreír ante nuestros equívocos. “El humor es el hermanito pequeño de la seriedad…” escribió Wislawa Szymborska.
REÍR ES LA REACCIÓN ANTE EL ERROR es la reacción ante el error, ante el absurdo, ante nuestra necedad de querer encajonar, encarcelar la existencia en valores inamovibles para tener control. Szymborska considera a la vida inaprensible, ser conscientes de su fugacidad es el pivote para revisar nuestras ideas. La vida se nos escapa, desbarata los intentos por aprisionarla, nos obliga a postrarnos y contemplar, con admiración y respeto, sus misterios. Diría Bergson: “La idea de reglamentar administrativamente la vida se halla más extendida de lo que parece”.
Ante el absurdo de nuestras acciones, de los afanes autodestructivos, Szymborska nos ofrece su humor como remedio, aquí un botón de muestra, de su poema “Fin y principio”:
Y si lo anterior no es suficiente para reconsiderar las ideologías y la violencia, con una sonrisa incisiva nos advierte en su poema “El odio”:
Para Elena Poniatowska leer a Wislawa Szymborska “…es un rito de iniciación en el que el libro desaparece para convertirse en mensajero”. Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1996, había muy pocos poemas de esta autora traducidos al español. Recibir el galardón significó mayor difusión para su trabajo, traducciones y multitud de entrevistas. No obstante, siempre buscó resguardar los detalles de su intimidad, existe poca información sobre esos datos que mueven al morbo. La biografía publicada por Pretextos: Trastos, recuerdos. Una biografía de Wisława Szymborska, escrita por Anna Bikont y Joanna Szczęsna nos permite seguir sus intereses, amistades y obsesiones. Wislawa Szymborska nació en Prowent, hoy parte de Kórnik, Polonia, en 1923 y murió en Cracovia en 2012, donde vivió la mayor parte de su vida.
SU JUVENTUD TRANSCURRIÓ en medio de las dos guerras mundiales, eso marcó su percepción del mundo. No logró concluir la licenciatura en sociología a causa de problemas económicos. Parte de su sustento lo obtuvo de labores relacionadas con la escritura: como la edición y redacción de reseñas. Convirtió los comentarios de libros, en apariencia sin relevancia, en filosofía y conocimiento genuinos. Podemos disfrutar de parte de esos ensayos en el volumen Lecturas no obligatorias. Sus poemarios debieron pasar la censura del gobierno socialista de la República de Polonia, logró publicar el primero: Por eso vivimos, en 1952. Le siguieron Preguntas a mí misma, Llamando al Teti, Sal y Mil alegrías, un canto, entre otros. Después los repudió. A la distancia, sus obras le parecían contaminadas de un socialismo muy cuestionable. Aunque militó en el Partido Obrero Unificado Polaco, a partir de 1957 fue muy crítica.
En una clase, a la que asistí alguna vez, la poeta Malva Flores nos advirtió: “si no les interesa el ritmo, la musicalidad, no tiene sentido escribir poesía”. Los poemas de Szymborska son un concierto portentoso, sus versos libres, como ella, son plenos en armonía y cadencia: seducen, estrujan, sacuden. La risa, la risa Wislawa, nos recuerda cómo amar la vida. Sus poemas confrontan las decisiones de todos los días, las individuales y políticas. Con una mezcla de humor y filosofía incita a las grandes aspiraciones y, a la vez, las cuestiona. Retrata de manera inigualable cómo enfrentamos el conflicto, desde su ironía, con crudeza, con ese humor tan suyo, mueve a la sonrisa para dejar ver lo evidente: “Cuando le dijeron que no existía, al no poder morir de pena, tuvo que nacer. Ya anda viviendo por ahí, parpadea y crece…”
Wislawa Szymborska cuenta con la complicidad de sus lectores, apuesta porque le demos vida a sus palabras desde nuestra ternura, alegría, dolores y aspiraciones, nos convierte en sus cómplices y nos pide: “Transeúnte, quita a tu electrónico cerebro la cubierta y piensa un poco en el destino de Wislawa.”