La dictadura de los deseos: el poder arrodillado ante la libido

La novela histórica de Carlos Paredes, La dictadura de los deseos, se desarrolla a partir de dos magnicidios relevantes en la historia de México: el asesinato de Álvaro Obregón (1928) y el de Luis Donaldo Colosio (1994), para reflexionar y criticar los excesos que manifiestan los políticos, intoxicados de poder, guiados por sus pasiones. Zurita nos habla de este polémico libro, que contiene diversos pasajes históricos, inspirados en el mural de Diego Rivera, Epopeya del pueblo mexicano

Portada de "La dictadura de los deseos" Foto: Especial

La presidencia es una borrachera de seis años y una cruda de toda la vida.

La frase se le atribuye a José Álvarez Amézquita, secretario de Salubridad y Asistencia del presidente Adolfo López Mateos, muy parecido éste al ficticio mandatario Adolfo Santos Ateos, personaje de la novela La dictadura de los deseos, de Carlos Paredes Serrano.

Almodóvar habló de “La ley del deseo”, pero las leyes fueron hechas para romperse. El deseo, parece decirnos Paredes Serrano, es la dictadura que doblega a los dictadores, cuyo poder se arrodilla ante su propia libido y cuya vida corre peligro ante el deseo ajeno.

León Toral, asesino material de Álvaro Obregón, declara en la ficción de Paredes Serrano:

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La dictadura de los deseos reinventa la historia política de México ocurrida entre los magnicidios de Álvaro Obregón y Luis Donaldo Colosio, cuyas muertes marcan el principio y el fin de una era dominada por el PRI, conocido en el libro de Paredes Serrano como Partido Único.

LEÓN TORAL FUE PINTOR y caricaturista. Y Martín Arenas, protagonista de la historia central de la novela, que podríamos definir como un thriller político, tiene los mismos oficios. De hecho, Arenas se convierte en protegido del presidente Carlitos Marinas Versolari y es enviado a estudiar con el maestro Luis Minagawa, quien “llevó la batuta del arte” durante su mandato.

La primera vez que Marinas Versolari ve un cuadro de Arenas, queda impresionado. Se trata de un lienzo magnífico de la yegua “Agualeguas”, con la que Carlitos ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos

de 1971.

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Julio Galán y Javier de la Garza son magníficos pintores de la vida real, pero Franz Cuesta, odiado por Marinas Versolari, es un personaje que sólo existe en La dictadura de los deseos, pero que parece tan real como

los otros dos. Un artista plástico tan hermoso, que el presidente De la Mandil, alias “La Coqueta”, se enamora de él y lo convierte en su amante, sin importarle que fuera el novio de su propio hijo.

PERO CUESTA, CUYO APELLIDO parece ser una advertencia, le saldrá muy caro a la cúpula del poder político mexicano. Convencido de que alguien cercano al presidente asesinó a sus padres, el bello pintor se pone a tomar fotos en una de las bacanales que De la Mandil organiza en el departamento que le puso a su amante:

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La dictadura de los deseos es dinamita pura. Del mismo modo en que retrata hábilmente la cercanía de las artes plásticas al poder, también habla del maridaje de la farándula y la política. El presidente Gustavito Vías Mordás es amante de “Irma Serratos, hermosa chiapaneca de ojos verdes, mejor conocida como La Leonesa”. El grupo The Doors da un concierto privado a Alfredito Vías Mordás, hijo del mandatario.

A LO LARGO DE LA NOVELA también aparecen Pérez Prado, “Resortes”, Dolores del Río y Pedro Infante, quien se ve involucrado con un grupo de japoneses conocidos como la Yakuza Mexicana, que no sólo inventan la lucha libre y son mentores del Médico Asesino y el Santo, sino que aparecen en cada sexenio descrito por Paredes Serrano y son responsables de algunos pasajes clave en la historia del país. De hecho, Luis Minagawa pertenece a esa familia de yakuzas y por eso su obra plástica sube como la espuma.

La dictadura de los deseos retrata hábilmente la cercanía de las artes plásticas al poder, también habla del maridaje
de la farándula y la política

Como León Toral y Martín Arenas, el autor de La dictadura de los deseos también es un pintor: su novela está inspirada en el mural de Diego Rivera Epopeya del pueblo mexicano. Al igual que la obra de Rivera, la de Paredes Serrano tiene una infinidad de personajes y abarca muchos años.

Pero, además de mural, La dictadura de los deseos es una caricatura política mordaz, pero, sorprendentemente, no alberga crueldad. Carlos Paredes Serrano es piadoso con sus personajes, tan esclavos de sus deseos como cualquier ser humano.