Se dice que Ibn Sina había memorizado El Corán por completo a los diez años, y a los dieciséis había leído cuarenta veces la Metafísica, de Aristóteles. La aprendió palabra por palabra, aunque estaba triste porque no la comprendía, hasta que leyó los comentarios de un médico y filósofo turco, Al-Farabi. Esto influyó en su doble vocación. También a los dieciséis años comenzó a estudiar medicina. Cuando curó a un príncipe de los samánidas, pidió como recompensa el acceso a la librería real, lo cual le permitió profundizar en el conocimiento de los textos clásicos. En Europa se le llamó “el príncipe de los médicos” y es mejor conocido por su nombre latino: Avicena. Tras atender al ministro de Hamadan, fue nombrado Primer Ministro. Escribió más de 450 tratados sobre medicina, astronomía, filosofía, y algunos de sus manuscritos fueron creados cuando estaba en prisión. Su obra más célebre es el Canon de la Medicina. Es una enciclopedia en cinco tomos sobre anatomía, fisiología, diagnóstico y terapéutica; ha pasado a la historia junto al Canon Hippocraticum como el libro más influyente en el desarrollo de la disciplina. Se publicó en forma completa en el año 1025, cuando Ibn Sina tenía 45 años. Junto a Maimónides y Averroes, dio continuidad a la medicina científica durante las edades oscuras de Europa.
Estamos hablando de la época de oro de la cultura islámica, que inició con la fundación de la Casa del Saber, que llegó a ser la Gran Biblioteca de Bagdad, en tiempos del califa Harún al-Rashid y de su hijo, Al-Mamún. Son los tiempos de Omar Jayam, el matemático y astrónomo persa que nos dejó el corpus poético de las Rubaiyat. Al igual que Jayam, Ibn Sina nació en Persia y también puede considerarse un polímata. Ambos fueron amantes del vino y las mujeres.
El Canon de la medicina incluye conceptos acerca de la anatomía del sistema nervioso, incluyendo descripciones del cerebro, la médula espinal, y los nervios periféricos. Después aborda muchos fenómenos de interés para la neurología y la psiquiatría, por ejemplo: sakteh, que corresponde a una “apoplejía”, es decir, una patología súbita del sistema vascular cerebral, como los infartos y las hemorragias; falej, parálisis; davar, vértigo; ra’she, temblor; lisarghos, meningitis; ekhtelaj, tics; sar’e, epilepsia; vahm, alucinación o delirio; sahar, insomnio; malikhulia, melancolía; dae’-al-kalb, psicosis; ghotrab, paranoia.1 Además, Ibn Sina escribió el que quizá sea el primer texto científico acerca del efecto placebo, como lo ha explicado Roger Bartra en su lúcido escrito Chamanes y Robots, donde penetra en el enigma de la conciencia y el efecto placebo con una mirada antropológica.
EN LA TERMINOLOGÍA DE AVICENA, los problemas cerebrales se dividen en tres categorías:
Fisad-al-Zekr se refiere a la incapacidad para recordar lo que se ha aprendido, especialmente los eventos recientes, y a veces la memoria de eventos remotos está conservada.
Fisad-al-Fekr se refiere a un tipo de trastorno en el cual la persona tiene un adecuado reconocimiento de los estímulos sensoriales, pero su juicio está afectado y por ello realiza conductas inapropiadas. Pone el ejemplo de un paciente que arrojaba utensilios de cocina y alfombras desde el techo de una casa; aunque conocía el correcto uso de estos objetos, no tenía claridad de juicio para reconocer que no debía arrojarlos desde lo alto.2
La tercera categoría, Fisad-al-Takhayol, se refiere a anormalidades en el soñar y en el imaginar. Los pacientes casi no sueñan, o bien olvidan los sueños rápidamente. Pueden ver o imaginar cosas irreales como personas, animales, agua y fuego.
Aunque la palabra demencia proviene del latín, y es usada por autores como Celso y Galeno, su uso técnico en la medicina romana fue limitado. A mi juicio, Ibn Sina hace una descripción más detallada de los fenómenos clínicos en estos pacientes, y una taxonomía pionera de las demencias.
TERMINO ESTE ENSAYO con un pequeño relato clínico que podría ser una leyenda: Un príncipe de Persia padecía un grave estado de melancolía, se negaba a comer y estaba desnutrido. En su delirio, decía ser una vaca. Suplicaba que lo mataran para hacer un banquete con su carne para la gente pobre de la región. Ibn Sina fue llamado para atenderlo. Envió un mensaje al príncipe, diciendo: “alégrate, porque el carnicero está en camino para sacrificarte.” El enfermo aceptó aliviado la visita de Ibn Sina. Cuando el médico llegó, mostró un cuchillo y preguntó dónde estaba la vaca. El paciente respondió con un mugido. Ibn Sina ordenó que la vaca se recostara en el suelo para sacrificarla. El príncipe obedeció. Ibn Sina se aproximó fingiendo que daría inicio al ritual de la muerte, pero dijo: “La vaca está muy delgada; no está lista para el sacrificio. Debe ser alimentada. Vendré a matarla sólo si está sana y gorda”. Entonces el paciente aceptó los alimentos. Cuando la desnutrición se resolvió, el delirio melancólico se desvaneció paulatinamente y el príncipe recuperó la salud por completo.3
A pesar de mis esfuerzos, no logro rastrear una fuente indiscutible para el caso del príncipe con el delirio melancólico. Ahmed Pajevic publicó este caso en 2021 en la revista Psychiatria Danubina, y cita como fuente un artículo de 1980 que apareció en Islamka misao. La historia parece una leyenda; desconozco su antigüedad y su veracidad. Ahmed Pajevic advierte: “Con respecto a Ibn Sina y su práctica en torno a los trastornos mentales, se describieron muchos casos interesantes, y las narraciones de algunos de ellos se han transmitido oralmente y por escrito de generación en generación, hasta el día de hoy”. Si la historia es verdadera, esto confirma el interés de Ibn Sina por los problemas que conciernen a la psiquiatría, lo cual es consistente con su Canon de la medicina. Si la historia es falsa, en todo caso revela la manera como la cultura recrea su figura: un médico que se toma en serio los problemas mentales de sus pacientes, y que no teme usar recursos psicológicos audaces, en la mejor tradición pragmática de una medicina del alma que se enfrenta —a diario— a la pérdida de la razón y a la muerte.
NOTAS
1 A. Zargaran, A. Mehdizadeh, M.M. Zarshenas, A. Mohagheghzadeh, "Avicenna (980-1037 AD)", J Neurol, 2012; 259 (2), doi:10.1007/s00415-011-6219-2
2 S. Taheri-Targhi, A. Gjedde, M. Araj-Khodaei et al. "Avicenna (980-1037 CE), Early Description and Classification of Dementia", J Alzheimer’s Dis. 2019, 71(4), 1093-1098, doi:10.3233/JAD-190345
3 A. Pajević , I. Pajević, M. Jakovljević, M. Hasanović, y N. Kravić, N. Žigić "Ibn Sina (Avicenna) as a Psychiatrist: A View from Today’s Perspective", Psychiatr Danub, 2021, 33:1218-1226.