BASQUIAT
Era mitad haitiano y mitad puertorriqueño, pero esos son detalles del Tercer Mundo. Para el crítico Robert Hughes, de la revista Time, Jean Michel Basquiat “era negro”, y para todo el mundillo de críticos frívolos, bohemia con drogas y cotizaciones de arte ascendentes de la Nueva York de los 70, si era negro tenía que valer por ser salvaje, por ser ingenuo, por ser autodestructivo. […] El método habitual de trabajo con él consistía en encerrarlo en algún estudio durante semanas, y pasarle cada tanto drogas por una claraboya. El talento innato de Basquiat se deterioró rápidamente. Los altos círculos artísticos le dieron la espalda, pero bajo cuerda seguían comprando sus cuadros porque olfateaban el gran negocio del artista joven crucificado. En pocos años hubo museos y coleccionistas que compraron cantidades importantes de Basquiat. Se había creado un círculo de intereses, el círculo de la “ética posmoderna”: triunfa quince minutos y revienta. Jean Michel ya no podía dejar de producir, y si la adicción lo postraba, alguna mano anónima terminaba sus esbozos confusos. Por esta razón, los entendidos diferencian hoy cuidadosamente entre la primera época y los dudosos últimos tres años previos a su muerte.
Antes de morir pudo presenciar la consagración de su obra cuando fue presentada en el Museo Beuymans de Rotterdam, Holanda, y leer los elogios del escritor Norman Mailer, quien dijo que era un ejemplo de liberador social. Algunos críticos, como Suzi Gablik, denunciaron en cambio “la explotación de un joven por una clase ansiosa de novedades”.
Jorge Baron Biza, Por dentro todo está permitido. Reseñas, retratos y ensayos, selección Martín Albornoz, Caja Negra / Centro Cultural de España en Buenos Aires, 2010.
CAMINO A LAS ESTRELLAS
Robert Bauval propuso que la distribución de las tres pirámides de Guiza —las de Quéope, Quefrén y Micerino— representaban las tres estrellas del “cinturón” de la constelación de Orión. […] La alineación de la base de las pirámides mediante las estrellas septentrionales aseguraba que estuvieran orientadas hacia el polo celeste —el punto invisible en el cielo que parecía gobernar el movimiento de las estrellas y otros cuerpos celestes—. Los pasadizos de entrada y salida de todas las pirámides hasta el Imperio Medio también se dirigían hacia la región circumpolar norte. Los huecos de la Gran Pirámide parecen estar hechos para proveer de una simbólica ruta de salida al espíritu del rey difunto, dirigiéndole hacia ciertas estrellas o constelaciones con las que esperaba ser relacionado tras su muerte. La alineación de las pirámides con las estrellas proporcionaba, por tanto, un vínculo entre el lugar de entierro terrenal del rey y el reino celestial en el cual éste pretendía pasar la eternidad en compañía del Sol, las estrellas y los dioses.
Bill Manley, Los setenta grandes misterios del antiguo Egipto, trad. Carmen Gómez Aragón, Blume, 2008.
ONCE DÍAS PARA GEORGES SIMENON
El comienzo será siempre el mismo; es casi un problema geométrico: Tengo a tal hombre, a tal mujer, en tales escenarios. ¿Qué puede suceder que los obligue a llegar al límite?...
Al inicio del primer día ya sé qué pasará en el primer capítulo. Luego, día tras día, capítulo tras capítulo, descubro lo que vendrá después. Una vez que he empezado una novela escribo un capítulo por día, sin faltar uno solo… No veo a nadie, no hablo con nadie, no contesto llamadas telefónicas. —Vivo como un monje. Soy uno de mis personajes todo el día. Siento lo que él siente… Esto puede ser insoportable después de cinco o seis días… Por eso, antes de empezar una novela —puede sonar absurdo, pero es cierto— generalmente unos días después del comienzo de una novela me aseguro de no tener ninguna cita durante once días. Luego busco al doctor. Me toma la presión, me hace una revisión completa.
Y me dice, “Okay”… Necesito estar seguro de que estaré bien durante once días.
Jill Krementz, The writer’s desk, intr. John Updike, (trad. personal D.J.G.), Random House, 1996.
EL SECRETO DE NEWTON
Isaac Newton, considerado uno de los más grandes genios de la ciencia positiva, fue también un comprometido alquimista. […] Como suele suceder con personas de temperamento genial, en 1693 pasó por una crisis emocional y psicológica importante, quizá por su misticismo científico, que le llevó a aislarse y a olvidarse de comer y de dormir. Sufrió ataques de depresión y de paranoia. Así se lo contó al filósofo John Locke, con quien tampoco tuvo buenas relaciones. Hay quien piensa que todo esto fue fruto de que se había intoxicado al probar sobre sí mismo sus experimentos alquímicos. Porque lo que más le interesó personalmente fue el viejo arte hermético y la religión, temas sobre los que escribió profusamente. […]
La alquimia siempre formó parte de su vida. Nunca descartó que algún día sería el primero en encontrar el sueño dorado de los adeptos, que como ya sabemos son la piedra filosofal y el elixir de la inmortalidad, sin descartar la transmutación metálica.
[…] Escribió en secreto tratados que permanecieron en el anonimato al ser una actividad ilegal por entonces. Firmaba sus trabajos como Jeova Sanctus Unus. […] Se cuenta que perteneció a la Orden Rosacruz.
Se comenta que usaba sus conocimientos alquímicos para ser su propio médico, por eso los tratadistas del genio creen que se envenenó en muchas ocasiones, lo que le llevó a sus frecuentes crisis nerviosas; aunque eso sí, alcanzó la edad, insólita para su tiempo, de ochenta y cuatro años.
Juan Ignacio Cuesta Millán, El secreto de los alquimistas, Ediciones Nowtilus, Madrid, 2012.
FILOSOFÍA FEROZ
—La bandera se dirige al paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga al tambor.
Alimentaremos la más cínica prostitución en los centros. Aplastaremos las revueltas lógicas.
¡A los países picantes y empapados! Al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares.
Adiós aquí, no importa dónde. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz; ignorantes para la ciencia, curtidos para el bienestar; que estalle el mundo que viene. Es la auténtica marcha. ¡En ruta y adelante!
Arhur Rimbaud, Una temporada en el infierno / Iluminaciones, ed. bilingüe, trad. y presentación de Julia Escobar Moreno, Alianza, 2022.
EL HABANERO
El habanero brillante y ovoide, de aspecto inocente y de un verde amarillento que tiende a veces al anaranjado, es el Pontifex maximus de todo plato mexicano de alto nivel, desde el manjar más complicado, como la cochinita, a la llamarada (si bien delicadísima) de la sopa de lima. Pero atención, el habanero ha sobrepasado las fronteras de lo picante para alcanzar la alarma radiactiva. Su fuerza participa de lo nuclear: es la fisión del átomo que los mayas descubrieron en la naturaleza mucho antes que Fermi y Oppenheimer. Quien resista a sus radiaciones internas puede con todo derecho hacerse la ilusión de formar parte de una cultura milenaria, que la colonización europea hizo lo posible por destruir en gran parte. Quien sea capaz de probarlo delante de un mexicano, manteniendo una expresión serena sin empezar a soltar alaridos, habrá conquistado la ciudadanía honoraria.
Antonio Tabucchi, Viajes y otros viajes, trad. Carlos Gumpert, Anagrama, 2012.