Cuatro crónicas locas

Ricardo Araújo Pereira (Lisboa, 1974) es escritor, guionista, comentarista político y conductor de un programa televisivo de humor en Portugal. Ha escrito en la revista portuguesa Visão y una serie de columnas periodísticas en Folha de São Paulo, algunas de ellas reunidas en el libro Estar vivo aleija (Estar vivo enferma), publicado en 2018 por Tinta da China Ediçoes. Presentamos aquí una muestra de estos textos que harán sonreír y reír abiertamente a nuestros lectores.

Cuatro crónicas locas
Cuatro crónicas locas Foto: Imagen: Arte digital a partir de una obra de la artista brasileña Tarsìla do Amaral > Luis de la Fuente > La Razón

Traducción de Delia Juárez G.

LUCHA DE CLASES EN EL VOCABULARIO

Ciertas palabras tienen más prestigio que otras. La palabra desfalco está por encima de la palabra robo —y es por eso que el elegante autor de un desfalco se distingue de un vulgar ladrón. Las sentencias judiciales suelen ser más bien fuertes para el segundo, por poco que haya robado, que para el primero, por más que haya desfalcado. Pues mi vida transcurre enteramente en un universo léxico desprovisto de prestigio. Basándome en fugaces momentos en que, según ciertos operarios de telemarketing, soy un caballero, la mayoría del tiempo soy un idiota. Todas las palabras que se usan para describirme a mí y al mundo en que vivo son triviales. Por ejemplo, en la última cena, como es sabido, Nuestro Señor Jesucristo bebe de un grial. Nunca me pasó.

Mis amigos y yo, cuando nos reunimos, bebemos siempre en vasos. Nunca bebemos en griales. Son siempre vasos ordinarios —a veces de plástico. Muy probablemente tampoco tendré un lecho de muerte. Como es obvio, duermo en una cama. Ahí tengo que morir. Otro ejemplo: en los libros, los personajes, con mucha frecuencia, se retiran a sus aposentos. No es mi caso. Yo me voy a mi cuarto. Cuando mis padres (cuando era niño), o mi mujer (ahora) me castigan, es al cuarto adonde me mandan.

Pasa que las palabras determinan la cualidad de las cosas. A veces voy a uno de esos restaurantes nuevos en donde los platillos se describen en diez líneas. En mis tiempos no era así. Los platillos se mencionaban con una sola palabra. Feijoada. Chanfana. Cozido. Ahora bien, siento que me falta formación académica para comer rebanadas
de bacalao en aceite a baja temperatura sobre una cama de puré de garbanzo y espinacas baby con una reducción de balsámico, ajo y hierbas finas. Y cuando llega la comida a la mesa descubro siempre que disfruté más de la descripción del platillo que de su ingesta. Las palabras son más ricas que la comida, más sabrosas que la comida, más suculentas que la comida. Y, en este tipo de restaurante, normalmente las palabras son más que la comida. El discurso sobre la comida es mejor que la comida, hace de la comida algo mejor de lo que es. En mi vida eso es imposible. Las palabras cruelmente banales describen mi evidente banalidad. No habré de morir en mi lecho de muerte después de una noche de griales. Moriré en mi cama después de una noche de copas. Y ya seré afortunado.

ESCANCIADOR DE SILENCIOS

Los animales tienen buena prensa. Es muy raro ver a un perro señalado con una flecha hacia abajo como en esos análisis financieros que hacen los periódicos sobre las cifras que descendieron esa semana, o a un gato criticado en un editorial. No es que los perros y los gatos no tengan opiniones estúpidas. Simplemente no las verbalizan. Un imbécil callado logra camuflar durante mucho tiempo su condición de imbécil. Mis perros, por ejemplo, opinan que mi jardín está mejor si tiene hoyos. Y al parecer mi gata considera que sería interesante saber qué aspecto tendrían mis ojos si ella me los sacara del cráneo. Pero ellos no expresan esas opiniones. En las fábulas, los animales son resentidos, altivos, mentirosos, mañosos, vengativos, avaros, egoístas, taimados. En la vida real son adorables. La diferencia es que en las fábulas hablan.

Cuatro crónicas locas
Cuatro crónicas locas ı Foto: Tarsìla do Amaral

Algunas personas sencillas se dejan engañar por la aparente simplicidad del silencio y concluyen que sólo existe una clase de silencio. No es mi caso. Yo soy un escanciador de silencios. Sé ver rápidamente si un silencio es tenso o íntimo o embarazoso o tranquilo. Si una pareja dice: “Hace mucho que no hablamos”, por principio, la relación terminó. Pero cuando otra pareja dice: “Ya no necesitamos ni hablar”, ahí la relación está mejor que nunca. Porque hay muchos silencios diferentes, y es necesario refinar el paladar para comprenderlos.

Desafortunadamente, la tecnología parece dedicarse a suprimir el silencio. Con el celular, estamos conectados a todas partes, a todas horas. Además, hace falta un estudio sobre la influencia del teléfono en el amor. Yo he tomado algunas notas. Según mis observaciones, el modo en que los amantes se relacionan con el teléfono define una relación.

Al principio, como es bien sabido, dicen:

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. ı Foto: PDF: El Cultural

Al principio hay una lucha lánguida para ver quién cuelga primero; al final hay una lucha sangrienta para ver quién de los dos llama. Al principio hay un horror al silencio; al final se sueña con él. El silencio ha sido muy maltratado. Y lo peor de todo es que asistimos a eso en silencio.

LOS ESTUDIOS HACEN MAL A LA SALUD

Para mí fue un jueves, cuando el sitio de Globo publicó la nota: “Un estudio sugiere mayor consumo de grasa y menos ingesta de frutas y verduras”. Basta. Pueden dejar de estudiar, porque voy a comer lo que me dé la gana y después fumarme un cigarro. Ya no puedo más: en el momento en que me llevo a la boca un alimento elogiado por un estudio sale otro estudio que me recomienda comer otra cosa: Es como tener veintisiete madres diferentes, cada una opinando sobre mi alimentación. De cada nutriente existe un estudio que te lleva a otro estudio que lo critica. Esa es la conclusión de un estudio que realicé sobre los estudios. Un estudio de la Universidad de California, en 2016, indica que los antioxidantes del vino son benéficos para las mujeres con ovarios poliquísticos; otro estudio del Fondo Mundial para la Investigación del cáncer, de 2017, revela, según la BBC de Brasil, que “media taza de vino al día puede elevar el riesgo de cáncer de mama”. La lectora tiene frente a sí una decisión difícil: ¿quiere morir de cáncer de ovarios o de mama? Escoja rápidamente, para saber si busco el sacacorchos.

En 2016, la revista Veja decía: “La grasa saturada hace mal a la salud, confirma un estudio; antier, la misma Veja informaba: “Sí, la grasa hace bien a la salud. Con el paso del tiempo, las grasas, inclusive las saturadas, dejarán de ser las villanas de la dieta”. Pasaron algunos meses, ¿qué villana se rehabilita tan pronto? ¿Quién fue el que, en espacio de un año, convenció a las grasas de que abandonaran el lado negro y se unieran al bien, y por qué el autor de esa proeza no protagoniza todavía una serie de Marvel convirtiendo a los malos de Ciudad Gótica con ese mismo método no-violento? El aceite de coco fue el precursor inverso: durante meses fue excelente; ahora pertenece a las sustancias que conspiran contra nosotros. En el camino, debe haberse cruzado con los huevos, que eran peligrosos en mi infancia y ahora son muy amigos nuestros. Y la cerveza compró siempre pasaje de ida y vuelta. Super Interessante en 2016: “Beber cerveza protege al cerebro contra el Alzheimer”. Globo, en 2017: “Incluso el consumo moderado de alcohol puede perjudicar el cerebro, indica un estudio”.

En las fábulas, los animales son resentidos, altivos, mentirosos, mañosos, vengativos, avaros, egoístas, taimados. En la vida real son adorables. La diferencia es que en las fábulas hablan

Cuidado, los lectores de estudios deben limitarse a tomar apenas agua —pero de botellas diferentes porque beber siempre de la misma puede viciar al organismo con determinada mineralización. Según los estudios, claro.

HAY GENTES QUE SON PERSONAS

Según mis cuentas, tenemos: personas, gente, pueblo y humanidad. Lo peor son las personas, claro, y lo mejor la humanidad. Las personas no respetan las señales de tránsito; la humanidad fue a la Luna. La humanidad es tan digna que, muchas veces, aparece escrita con h mayúscula: la Humanidad. Eso nunca les sucedió a las personas, está bien. Nunca ha tenido sentido escribir que las Personas tiran basura en la calle (cosa que la Humanidad nunca haría). Las personas rara vez merecen el honor de una mayúscula. En general, se refiere uno a ellas al terminar una conversación, en tono de lamento, “en realidad, las personas…”, y siempre con una p pequeña.

La gente tal vez está en un nivel superior, pero no tan superior. Hay gente muy estúpida. Lo que es normal, ya que la gente suele estar formada por muchas personas. Pero, pese a todo, a veces es posible confiar en la gente, e incluso planear algo con ella, como queda claro en la frase: “Entonces, ¿nos vemos?”. Los políticos son, desgraciadamente por lo general, personas. El pueblo, que es sabio, vota por ellos, pero sólo porque le quedan pocas alternativas. Si el pueblo pudiera votar por el pueblo y por las naciones verdaderamente gobernadas por el pueblo, prosperaría. Sin embargo, el pueblo no tiene más remedio que votar por las personas, con el resultado de todos conocido.

Por eso no es sorprendente que la Humanidad sea capaz de tantas y tan grandes hazañas: ella está formada por el conjunto de los pueblos. Cuando los pueblos se juntan para crear a la Humanidad, unen la excelencia de cada uno de ellos a las de los demás y el resultado es una entidad que consigue alcanzar cumbres de civilización, como las de las vacunas, la conquista del espacio y el gin and tonic.