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OJOS DE PERRA AZUL

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Nosce te ipsum Foto: Especial

“Conócete a ti mismo” es un aforismo que nunca he podido lograr. No sé quién soy, ni de dónde vengo, tampoco hacia dónde voy. El único lugar en el que puedo asegurar que estuve es el vientre de mi madre y, en este momento, frente a la computadora. No sé por qué hago las cosas, mis acciones son imprevisibles. He visto cómo otros se describen con pocas palabras, se explican con términos o adjetivos precisos, lo hacen con una certidumbre que yo envidio. Hablan sobre sus comportamientos, dicen comprender sus fortalezas y virtudes; reflexionan sobre sus debilidades y asumen sus defectos. Ubican desde dónde se vinculan con los otros, la forma de amar, alcanzar sus objetivos y realizarse plenamente. Creen tener un profundo entendimiento sobre su carácter, así como paciencia y capacidad de introspección para conectar con las emociones. Los admiro y compadezco.

Hace unos días conocí a alguien. Nos hicimos las típicas preguntas introductorias con las mismas respuestas presuntuosas. Hablamos también de otras cosas más íntimas sin revelar muchos secretos. Días después me confesó que, un par de años atrás, le preguntó a una amiga en común quién era yo. Le pedí que me compartiera la respuesta, quería saber la referencia, los datos y señales que le habían dado de mí, si hubo detalles específicos. No quiso contarme nada. No sé si la idea que con dicha información se hizo de mí se acercó o alejó de la que ahora descubrió, si coincidió o no.

BUSQUÉ EN INTERNET UN TEST DE PERSONALIDAD para ver si revelaba algo de mí, cómo soy y actúo, características innatas o aprendidas, rasgos principales. Había sido hecho por psicólogos profesionales, era confiable. Afirmaba que el grado de autoconocimiento mejoraría las relaciones interpersonales, provocaría más conciencia sobre las actitudes ante la vida. Respondí con honestidad. Fueron cien preguntas breves, unas sencillas, otras me hicieron pensar. Era de opción múltiple, rellené circulitos, a, b, c, o d cada uno tenía un valor que al final se sumaba. No diré la calificación. Reprobé, soy una total extraña para mí.

Según el cuestionario, me llaman de muchas maneras, no siempre por mi nombre, lo que confunde mi identidad aún más. Soy mujer, puedo ser hombre, punk, fresa, espía rusa, hippie, un soldado o una stripper, lo que tú quieras. Nací inquieta, soy mi padre y mi madre, pero no me les parezco. Tengo varias edades, si algo no me sale soy una niña con rabieta, me enamoro como adolescente, necia y obstinada como una anciana. Doctorado en fantasear y procrastinar, me confunde la complejidad humana, intento entender la fugacidad de mi condición. Escribo sobre lo que veo y siento. No sé dominar mis pulsiones carnales. Pésimo manejo del estrés. He vivido mil y una noches de pasión, igual cantidad de relaciones fallidas. Cuando me distraigo, habito en el espacio y si estoy triste me abismo en el fondo del mar. Caníbal y vegetariana, o no como nada o devoro. No tolero la frustración ni soy resiliente. Obsesiva. No obedezco.

Me despido, ya me desconoces y sabes lo que no sé que soy.

*Nada es lo que perece.

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