La duna en el bosque

REDES NEURALES

Alois Alzheimer (1864-1915), con sus colegas médicos, quien descubrió la demencia neurodegenerativa que lleva su nombre.
Alois Alzheimer (1864-1915), con sus colegas médicos, quien descubrió la demencia neurodegenerativa que lleva su nombre. Foto: Creative Commos

Estuve en Burdeos, Francia, para participar en un evento –la Academia de la Cognición– organizado por los líderes del proyecto PAQUID. El término proviene de la expresión “Personnes Agées QUID,” que puede traducirse del francés y del latín como “¿Qué pasa con las personas mayores?” En este proyecto, miles de personas fueron evaluadas a lo largo de quince años en Burdeos, Toulouse y Montpellier, por lo cual la investigación se conoce como el estudio de las tres ciudades. Durante la presentación de los resultados, la doctora Colette Fabrigoule nos muestra que las alteraciones cognitivas empiezan –en promedio– doce o trece años antes del momento en el cual se establece el diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer. Tomemos el diagnóstico como una línea en el tiempo que marca el momento en el cual el trastorno se hace intolerable para el enfermo y su familia: ocho años antes del diagnóstico, los pacientes advierten el defecto y se quejan de problemas de memoria, pero sus quejas suelen ser subestimadas; siete años antes del diagnóstico, aparecen síntomas de depresión mayor. 1

El conocimiento de la fase prodrómica de la enfermedad de Alzheimer abre la posibilidad de un enfoque preventivo y de un tratamiento en las primeras fases del proceso patológico. Hay factores predisponentes que no son modificables, como la edad avanzada y los elementos genéticos. Pero algunos factores de riesgo pueden ser modificados: por ejemplo, los traumatismos craneoencefálicos, la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, la depresión mayor y los trastornos del sueño, y de manera muy importante, la falta de escolaridad y de actividad intelectual y física. 2 ,3 Si prevenimos y tratamos la hipertensión y la diabetes mellitus, los traumatismos del cráneo y la depresión mayor, si hacemos más actividad intelectual y física, podemos aumentar nuestra reserva cognitiva, pero para lograrlo se requieren acciones a todos los niveles de la sociedad: desde el esfuerzo personal del individuo hasta el desarrollo de políticas públicas. La prevención de la demencia inicia desde la infancia, y requiere un diseño urbano y social que favorezca la educación, la actividad cognitiva y física a todas las edades.

DURANTE UNA SESIÓN DE TRABAJO en la ciudad de Burdeos, el doctor Orgogozo –uno de los líderes del programa– nos dice que el consumo moderado de vino tinto es un factor de protección importante contra la enfermedad de Alzheimer. Pregunto cuánto es “un consumo moderado” y me dice sin dudarlo: tres o cuatro copas al día. Trato de ser respetuoso al contestar que en mi país eso no se considera un consumo moderado. “Seguramente usted es un médico inglés, de religión protestante”, me dice. Respondo: “En realidad vengo de México. Y en su mayoría, el país es católico.” “¡Menos mal! Si usted viene de México, no hay ningún problema,” exclama entre risotadas, feliz por su propia broma hacia los colegas anglosajones, a quienes considera excesivamente conservadores en materia de salud pública.

En el aeropuerto de Burdeos –en el sitio donde se recogen las maletas– hay una estatua de una botella de vino. En los cafés de la ciudad, las copas son abundantes: una botella de 750 mililitros se termina tras servir dos o tres copas. Hay un museo del vino en nuestro hotel, y la decoración del elevador tiene forma de botella. Visitamos los viñedos de la región y pienso que mi padre, un degustador sincero, estaría orgulloso de mi paseo.

El recurso de la narración renueva las imágenes del viaje en mi conciencia: veo el paso de los árboles, en automóvil, afuera de Burdeos. No sé quién nos habló acerca de la célebre Dune du pilat. En medio del bosque aparece una duna de arena inmensa. No es posible ascender con zapatos: los pies descalzos tocan el suave contorno amarillo, y descubro que el contacto es tibio, aunque el resplandor solar me obliga a cubrir el rostro con la mano; entrecierro los ojos con torpeza. Este frío desierto se eleva sobre el bosque de un otoño tardío.
Voy despacio por la arena para llegar al filo de la duna, y después camino haciendo pausas para respirar y tomar asiento, como si intentara detener el tiempo. Desde el punto más alto se aprecia el color azul, abismal, del mar en el golfo de Vizcaya. A lo lejos se encuentra el océano Atlántico.

AÑOS DESPUÉS, REALIZO UN VIAJE por el sur del continente americano. Estoy en Medellín, Colombia, y visito un hospital general construido con ladrillo y tejas rojas; hay grandes palmeras en el camino que transcurre entre los pabellones de los enfermos. Tengo la oportunidad de conocer al doctor Francisco Lopera, quien ha estudiado casos atípicos de la enfermedad de Alzheimer: son personas que padecen la enfermedad cuando son adultos jóvenes. En la escala global, la gran mayoría de los pacientes que desarrollan la enfermedad de Alzheimer lo hacen después de los sesenta, los setenta o los ochenta años de edad. Los casos de inicio temprano, los pacientes del doctor Lopera, desarrollan la amnesia a los cincuenta, a los cuarenta años, incluso antes. En estos casos, la enfermedad de Alzheimer tiene un claro patrón hereditario y está determinada por mutaciones en el gen de la presenilina-1: en cada generación, la mitad de los miembros de la familia afectada padece el problema. Las mutaciones genéticas que determinan la aparición de formas familiares son infrecuentes, y representan tan sólo el 1% de los casos de la enfermedad de Alzheimer, pero ofrecen grandes oportunidades para entender los mecanismos biológicos de esta patología.

El doctor Lopera estudió la mutación de presenilina-1 y descubrió la variante E280A, que afecta a muchas familias en la región de Antioquía. Este lugar es conocido popularmente como la región “paisa”, por lo cual los periodistas hablan acerca de la “mutación paisa”, que se ha rastreado hasta hace 500 años, cuando ocurrió la invasión europea de Sudamérica. En la familia de Gabriel García Márquez, varios miembros han padecido esta enfermedad genética, lo cual confiere un significado inquietante a los poderosos ejercicios de evocación del escritor colombiano. Parafraseando a García Márquez, la vida no es la que uno vivió, sino lo que uno recuerda, y cómo lo recuerda para elaborar un relato. En fechas recientes ocurrió el deceso del doctor Lopera, y
utilizo este recurso –el ensayo científico– para rendir un homenaje a la persona que descubrió las causas del deterioro que afecta a muchas familias colombianas: es el descubridor del gen paisa, y quizá un día su descubrimiento se traduzca en un beneficio terapéutico.

NOTAS

1 H. Amieva, M. Le Goff, X. Millet et al.,“Prodromal Alzheimer’s disease: Successive emergence of the clinical symptoms”, Ann Neurol, 2008; 64(5): 492-498. doi:10.1002/ana.21509

2 L.G. Apostolova, “Alzheimer Disease”, Continuum (N Y), 2017; 22(2): 419-434.

3 G. Livingston, J. Huntley, K.Y. Liu et al., “Dementia prevention, intervention, and care: 2024 report of the Lancet standing Commission”, Lancet, 2024; 404(10452): 572-628. doi:10.1016/S0140-6736(24)01296-0

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Diversa Cultural - 07 Diciembre 2024