No hay duda de que la impronta cultural cubana en Latinoamérica es protagónica; sin embargo, aún treinta años después de que un breve furor editorial nos permitiera fijar la mirada en un ímpetu literario que surgía de la isla, paralelamente a las complejas crisis derivadas de la caída del bloque soviético por allá de la década de los noventa, para los lectores mexicanos la narrativa cubana reciente sigue teniendo presente sólo los rostros de la época, Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Zoé Valdés, (al grado que, a modo de burla, existe una antología, Malditos bastardos, que en su postada despliega impresa la leyenda “Diez narradores cubanos que no son Pedro Juan Gutiérrez ni Zoé Valdés ni Leonardo
Padura”). Pero el horizonte de la narrativa cubana reciente es mucho más amplio que eso, por lo que este texto intenta ofrecer unas breves coordenadas de orientación y algunos puntos de visita plausiblemente realizables desde territorio nacional.
COORDENADAS
Aludimos a los noventa como vórtice de una serie de crisis —política, ideológica, económica, psicológica, etcétera— tanto para el régimen como para sus ciudadanos. No es ocioso que el (eufemísticamente) denominado Periodo Especial en tiempos de paz aludiera a una lucha por la supervivencia, pero también redefiniera culturalmente a Cuba. Como dice el ensayista cubano Iván de la Nuez: a partir
de aquel momento podemos tener más clara la dimensión transterritorial de la isla; consecuencia de otro importante momento migratorio que, como dice Rafael Rojas, también ensayista e historiador (Tumbas sin sosiego), fue válvula de escape para mantener el consenso en la isla. Así, dentro, los artistas reformulaban sus relaciones con las políticas culturales; fuera, se redefinían y diversificaban los posicionamientos y relaciones culturales con la isla.
En ese sentido, las propuestas de la década de los noventa aparecieron a raíz de las denominaciones Ficciones del Periodo Especial (EUA), nuevos narradores cubanos y/o los novísimos, que agrupaban a escritores de diversas generaciones que saltaban del mundo editorial cubano (estatal) al mercado editorial internacional. En Cuba la antología paradigmática fue la que realizara Salvador Redonet, Los últimos serán los primeros; mientras que para el público iberoamericano fue Nuevos narradores cubanos (Siruela, 2000) de Michi Strausfeld. En México, Lectorum, en coedición con Ediciones Unión, publicó Cuentos sin visado. Antología cubano mexicana (2002) que establecía un diálogo entre narradores cubanos y mexicanos, con escasa circulación. Este grupo de escritores es nuestra primera coordenada; destacamos de este grupo a: Ena Lucía Portela, Ronaldo Menéndez, Karla Suárez, Antonio José Ponte, Pedro de Jesús y Jorge Ángel Pérez, pues algunos de sus textos podían encontrarse en librerías mexicanas.
Roger Garza y la crónica en bicicleta
Aparte del conjunto de escritores que surgió en Cuba, deberá además pensarse en las diversas voces que crecieron y desarrollaron su escritura desde el exilio, la diáspora, la migración
Ya en el nuevo milenio, con una diversa diáspora cubana y cambios varios dentro de la isla (desde la muerte de Fidel Castro hasta el ascenso a la presidencia de Miguel Díaz-Canel, con todo lo que han implicado), ha emergido otra oleada de narradores a la que suelen aludir bajo la denominación de Generación Cero y que se ha servido tanto de las nuevas posibilidades del acceso a los medios digitales como de la estructura cultural generada por la diáspora de generaciones anteriores. En México, Cal y Arena publicó en 2016, Desde la isla (Cal y Arena, 2016), compilación de Caridad Tamayo Fernández, que presenta a diez de los narradores de dicha generación; aparte del conjunto de escritores que surgió en Cuba y que apela a dicha etiqueta, deberá además pensarse en las diversas voces que crecieron y desarrollaron su escritura desde el exilio, la diáspora, la migración. Una antología que reúne bajo el mismo techo editorial esta pluralidad de voces (aunque sólo femeninas) es Lecturas atentas (Almenara, 2019) de Mabel Cuesta y Elzbieta Sklodowska.
RECORRIDO
Con esos puntos mínimos de referencia, me concentro ahora a ofrecer algunas sugerencias / opciones de lectura; empezamos por algunas antologías. Además de las ya referidas antes, destacan las ediciones mexicanas de Nitro Press; La isla en rojo (selección de Rafael Grillo y La isla en negro (selección de R. Grillo y Leopoldo Luis), que recopilan relatos de vampiros (y otras criaturas letales, dice el subtítulo) y del género policial, respectivamente. Ambos títulos permiten conocer a narradores fundamentales de las dos coordenadas generacionales, algunos que se dedican principalmente al género al que se dedica cada antología —como Lorenzo Lunar (de quien Nitro Press tiene, por ejemplo, ¿Dónde estás corazón?), Rebecca Murga, Ahmel Echevarría, Rafael Grillo, Yamilet García Zamora— y otros que incurren en diversos géneros: Daniel Díaz-Mantilla, Ernesto Pérez Chang y Valdimir Hernández, entre otros.
Recientemente, Elefanta Editorial publicó Caballería mutante. Literatura fantástica cubana (2023), una selección de José A. Cantallops y Yoss —José Miguel Sánchez—. Una de las antologías más interesantes que recupera el trabajo recorrido de Yoss como meticuloso arquitecto de diversas compilaciones, pues no se limita a una selección y organización, sino que al mismo tiempo pueden leerse como protohistorias literarias críticas. Si bien, Yoss es particularmente prolífico con respecto a su rol de escritor, crítico-historiador, antologador de la ciencia ficción cubana, en Caballería mutante, de la mano de Cantallops, se conjugan en sus páginas relatos no miméticos que oscilan entre diferentes registros narrativos: lo maravilloso, la ciencia ficción y lo fantástico.
Fuera ya del territorio de las antologías, el Fondo de Cultura Económica publicó en 2020, dentro de la Colección Popular (núm. 799), la novela El hijo del héroe de Karla Suárez (La Habana, 1969), una autora paradigmática de ese resurgimiento de la narrativa cubana de cambio de milenio, pero que (inexplicablemente) no había sido publicada en México. La novela seleccionada por el FCE revela la impronta de las relaciones África-Cuba, particularmente de la guerra de Angola, mediante el protagonista del relato; el libro es un gran ejemplo de cómo Suárez entreteje la construcción de subjetividades y la memoria personal en relación con la colectiva a través del escudriñamiento de silencios (Por cierto, Tusquets acaba de publicar una nueva novela de ella, Objetos perdidos). Una joya ya agotada, también publicada por el FCE, es Un arte de hacer ruinas y otros cuentos (2005, col. Aula Atlántica) de Antonio José Ponte (Matanzas, 1964), que recoge dos de sus libros de cuentos: Cuentos de todas partes del imperio y Corazón de Skitalietz. Ojalá se reeditara el volumen, incluso aunque podamos encontrar otro título suyo en Anagrama, La fiesta vigilada (2007), pues la narrativa de Ponte, que oscila entre el ensayo y la literatura fantástica, explora con gran destreza los recovecos de la experiencia (muchas veces atormentada) del régimen cubano.
Este año dos editoriales mexicanas han reeditado los libros más conocidos de Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989): Elefanta Editorial publicó El cielo de la selva y Polilla editorial, La tiranía de las moscas. El primer título fue originalmente publicado por la editorial española Lava en febrero de 2023 y llega a nuestro país contando ya con ocho ediciones, además de ser recomendada en diversos medios por Mariana Enriquez y María Fernanda Ampuero. El rápido éxito de El cielo de la selva de alguna manera, ha hecho posible la edición mexicana de La tiranía de las moscas, que también ha tenido una buena acogida entre lectores y crítica especializada, pero relativamente más lentamente —con cinco ediciones de Barret en España, la primera de ellas de 2021—. La posibilidad de ver en librerías estos dos títulos, así como la reciente gira por México de la autora para presentarlos permitirá al público mexicano adentrarse en una obra, diversa y extensa, de la joven escritora cubana que puede encontrarse desde hace varios años en algunas ediciones digitales poco atendidas: Culto de acoplamiento (José Martí 2015), Fragmentos de la tierra rota (Sportula, 2017), Salomé (La Pellera, 2021) o Las cavidades (Bookmate, 2023).
La propuesta de Carlos Manuel Álvarez ha encontrado su casa editorial en Sexto Piso, donde podemos encontrar La tribu (2017) — además de las novelas Los caídos (2018) y Falsa guerra (2021), libro que nos permite vislumbrar el dramático cambio, acaecido en Cuba entre 2014 2016, que significó una recontracción y recrudecimiento del régimen. Álvarez conjuga voces varias para compartir muchas de las tensiones y complejidades de las circunstancias sociopolíticas e históricas de la isla desde la concreción de la experiencia y las subjetividades. Por Hiperlibro / Huso, tiene espacio en librerías mexicanas Gabriela Guerra Rey con Bahía de Sal (2017) y Luz en la piel (2018); en estos títulos, la autora retoma tópicos bastante trabajados en la literatura cubana de los noventa —las ficciones del Periodo Especial—, logrando un tono y atmósfera expandida, que hace que leerla valga la pena. En contraposición a la escasa publicación en casas editoriales transnacionales, está el caso de Wendy Guerra que ha llegado rápidamente a Alfaguara y Anagrama, cuyos libros impresos se encuentran fácilmente en librerías gracias a estas editoriales transnacionales.
Por la editorial sevillana Guantanamera, fundada y dirigida por el escritor y periodista español Daniel Pinilla Gómez, podemos leer de manera digital algunos títulos, a través de conocidas plataformas; por sus anaqueles virtuales accedemos a la ciencia ficción desde humor de Maielis González (La Habana, 1989) con Sobre los nerds y otras criaturas mitológicas (2017), o al discurrir metaficcional e insólito de Juegos de imitación (2016), a manos de Yamila Peñalver. Muy recomendables de este sello las antologías Ariete (2018) de Raúl Aguiar, para revisar la “más joven narrativa cubana”, a partir de grupo que da nombre al volumen y vinculado al Centro de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso” en La Habana, o bien Espectros: antología (no convencional) de periodismo narrativo cubano (2016), realizada por Yoe Suárez. Algunas recomendaciones digitales excepcionales —porque circulan poco esos sellos en México—; tres de ciencia ficción Everglades (Hypermedia, 2020), Los errantes (UME ediciones, 2022) de Malena Salazar y De rebaños o de pastores (Cazador de ratas, 2020) de Maielis González; otras dos obras sui generis, desde la orilla realista, son Los despreciados (Isla de libros, 2020) de Dazra Novak y Tempestades solares (Sudaquia, 2014) Grettel J. Singer (La Habana 1973).
Los caminos de circulación que tiene un libro, un autor, suelen tener mucho de suerte; la trayectoria de migración de cada escritor, los intereses y líneas que siguen los editores, así como ese gran monstruo que es el mercado.
Uno de esos casos es el de Legna Rodríguez Iglesias (Camagüey, 1984) con un proyecto de escritura bastante experimental, transgresor y con un gesto desafiante que puede constatarse tan sólo con algunos de sus títulos —Mayonesa bien brillante, No sabe / No contesta, Miami Century Fox—, ella es junto con Elaine Vilar una de las escritoras más conocidas y prolíficas de su generación. Si bien pueden encontrarse por Rialta algunos títulos —Crítica madre. Lenguajes de la diáspora en Estados Unidos desde Miami (2023) y La Merma: producto en existencia (2024), en colaboración con María A. Cabrera Arús—, sólo uno de sus textos narrativos de ficción ha circulado en librerías mexicanas. Editado por Alfaguara con el título Mi novia preferida es un bulldog francés (2017), es un libro que se puede leer tanto como colección de relatos o como una novela; pese a ser uno de sus textos más legibles e interesantes, pasó rápidamente a la sección de remate en librerías. Tanto en su narrativa como en su poesía, la autora juega de manera central con la materialidad del texto y expande la experiencia lectora de forma multimodal.
Los caminos de circulación que tiene un libro, un autor, suelen tener mucho de suerte; la trayectoria de migración de cada escritor, los intereses y líneas que siguen los editores
FIN DEL VIAJE
La literatura la hacen lectores, los escritores, los libros, pero también las editoriales y la crítica literaria. Particularmente, como ha podido verse, en el caso de la literatura cubana esto es central en una visión latinoamericana, es decir, más allá de las limitaciones de su producción dentro de aquella maldita circunstancia del agua por todas partes de la que hablaba Virgilio Piñeira. El papel en la sociabilización de la cultura cubana que han jugado las editoriales fundadas por cubanos en la diáspora es fundamental. Por ello, termino con la invitación a revisar la editorial y revista Rialta, con sede en Querétaro, que cuenta con un catálogo bastante cuidado y curado sobre literatura cubana. Si bien puede observarse que sus líneas más fuertes al respecto son la poesía, el ensayo y la (recuperación y producción) de una memoria cultural cubana, la obra de escritores, ensayistas, críticos e historiadores resulta fundamental para comprender esas coordenadas y complejidades a las que hemos aludido al inicio de este texto, por ejemplo, Breve historia de la censura y otros ensayos sobre arte y poder en Cuba (2023) de Rafael Rojas, El cuerpo nunca olvida. Trabajo forzado, hombre nuevo y memoria en Cuba (1959-1980) (2022) de Abel Sierra Madero o La larga marca (2021) de Iván de la Nuez. La revista Rialta es además referencia obligada para todo interesado en el campo cultural cubano.