Sí pero no

OJOS DE PERRA AZUL

Un mosquito dentro de un corazón Foto: Cortesía de la autora

El zumbido de un mosco es una verdadera pesadilla, peor que soñar que caes de un precipicio, reprobar un examen de matemáticas, ahogarte en las olas o que te engulla un tiburón. Es un sonido agudo, persistente, un silbido que atormenta los oídos. Es imposible ignorarlo, roba la calma, invade la tranquilidad y provoca insomnios. Se produce por el aleteo de las finas alas en el aire, baten sonoramente cientos de veces por segundo. Son las hembras las que pican a personas y animales, con saña, sin pausa ni piedad.

En una noche oscura y tibia del verano pasado, un insecto revoloteaba por mi habitación. Al verlo sobre mi muslo, lo maté de un manotazo que me sigue doliendo todavía. Al mirar el cadáver del bicho aplastado, un recuerdo penetró en mi mente. Era un chico moreno, pelo corto, no sé por qué me parecía guapo, semejaba un zancudo, muy flaco, piernas y brazos larguísimos, usaba unos anteojos oscuros que le quedaban grandes. Tenía brackets en los dientes, cuando hablaba no se le entendía muy bien. Al caminar por los pasillos de la escuela lo hacía de una forma caótica y única que lo distinguía de los demás. Cuando corría por el patio simulaba volar, con movimientos veloces, en zig-zag, errático. Me pidió ser su novia en la kermés anual del colegio. Frente al altar de cartón, decorado con globos y corazones, su voz nerviosa resonaba en mi cabeza, monótona, insistente, rondaba sin tregua entre los remolinos de mi indecisión. Nos dieron dos anillos color cobre, sacados de la tlapalería, que uno tenía que ponerle al otro. A él le quedó grande, su dedo anular era como un palillo, mientras que a mí no me ajustó y se quedó atorado a la mitad de la falange. Me colocaron un velo de papel de china blanco y a él una corbata de lacito, nos veíamos ridículos. Una maestra era la encargada de leer un fragmento de la epístola de Melchor Ocampo, decía que debíamos respetarnos, compartir el lunch y enfatizó que yo no podía casarme con ningún otro niño. Hasta que la suerte los separe.

¿QUIERE SER MI NOVIA? Sí pero no, le dije.

Mi contestación le produjo una serie de ronchas por todas partes, las rascaba hasta lacerarse, comezón insoportable. Traté de explicarle mis razones, pero ni yo podía poner orden en mis pensamientos. Sí quería andar con él, salir al cine y divertirnos, darnos besos, cartitas y regalos, a escondidas, que nadie se enterara, en secreto. No entendió mi repuesta, comenzó a enrojecer e hincharse. Tuvieron que llevarlo al hospital, curarle las punciones a base de antihistamínicos.

Hace poco me hicieron una pregunta similar, sucedió lo mismo con parecidos resultados. Ya estoy bien entrenada para afrontar estas peticiones, chupar la sangre e inyectarle mi veneno a quien se crea capaz de someterme a sus demandas. Yo soy la mosca en vuelo eterno, aedes aegypti en constante movimiento, evito el aterrizaje, apenas rozo una superficie vuelvo a despegar. De modo que, si tú estás dispuesto a vivir una aventura conmigo y atenerte a las consecuencias, de antemano te respondo sí pero no.

*Eres la certeza del pastel.