ARQUITECTURA Y DISEÑO
Junto al arquitecto modernista Pedro Ramírez Vázquez, la actriz nacida en Guaymas, Sonora, incursionó brevemente en el diseño de modas al hacer una serie de mascadas de seda que llevaban su firma como sello personal. Ramírez Vázquez, quien construyó el Museo de Antropología, el Museo de Arte Moderno, la Nueva Basílica de Santa María de Guadalupe y el Estadio Azteca, por mencionar algunas de sus obras más representativas, fue mentor de Manuel Rosen Morrison, a su vez arquitecto de la casa de la actriz en Jardines del Pedregal.
Rosen Morrison, igualmente impulsado por el modernismo, propuso un diseño vanguardista para la casa que se adecuara a las necesidades del terreno fincado sobre piedras volcánicas —última moda en la arquitectura mexicana—, dando gusto a los caprichos de la actriz, que en 1955 puso en manos del arquitecto el proyecto. Años después, él mismo construiría la casa de Mario Moreno “Cantinflas” en Loma Linda y la alberca principal de los Juegos Olímpicos de México en 1968.
El arquitecto le sugirió a la actriz que una obra pictórica le vendría bien a su nueva casa, y fue él quien la presentó formalmente con el muralista Diego Rivera, aunque no era la primera vez que tenían contacto, pues Rivera fue uno de los diseñadores de la escenografía de la puesta en escena de El cuadrante de la soledad, una de las pocas obras de teatro de José Revueltas, que se estrenó en 1950 y en la que actuaba Pinal junto a José Solé.
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PINTURA
Ese fue el origen del retrato más famoso de la actriz, obra al óleo pintada en 1955, que pertenece a la colección privada de la familia Pinal —dicho retrato aparecía de fondo de la serie televisiva Mujer, casos de la vida real— y que actualmente está valuado en tres millones de dólares. La también actriz de radionovelas encargó un par de copias, uno para su programa de Televisa y otro para su teatro. El muralista le insistió a la actriz en que posara desnuda, sin embargo, ella rechazó la propuesta y optó por utilizar un elegante vestido negro del aclamado diseñador mexicano Tao Itzé. Si bien la pintura de Diego Rivera es la más reconocida de ella, hubo otros artistas que también la pintaron en diferentes años, uno de los cuales sí llegó a retratarla desnuda. Durante aquella época en que posó para el artista, Pinal conoció a Elena Poniatowska, Octavio Paz, Carlos Fuentes y Lupe Marín, quien entonces era esposa del pintor.
El segundo retrato lo realizó el sinaloense Armando Nava, pintor cuyas técnicas recurrentes eran el óleo, la acuarela y el carbón, siendo sus principales géneros el retrato, el paisaje y el bodegón. El retrato que hizo de Pinal se dio a conocer durante una exposición en la Zona Rosa en el año de 1974, inspirado en los carteles publicitarios del musical Mame. En este cuadro se observa a Pinal con un atuendo similar al de la publicidad del musical, portando un asombroso abrigo blanquecino con profuso terminado de pelo blanco en los extremos de las mangas y a lo largo de la solapa. La actriz lleva un peinado abultado de rizos rubios perfectos, aparece de perfil, con una mano en la cintura y la otra, en la que lleva un anillo, sosteniendo una larga boquilla con un cigarro encendido. Es un el retrato de cuerpo completo donde luce ligeramente curvada y con la mirada fija hacia el frente. Sin duda, es éste el mejor retrato de la actriz.
Otro sinaloense que le hizo un óleo fue el pintor Mario Chávez Marión, quien, además de pintar bodegones y hacer diseño de vestuario para teatro, pintaba a celebridades como María Félix, Amparo Rivelles o Jacqueline Andere, así como desnudos masculinos, retratos de mujeres de sociedad e ilustraciones publicitarias. Una de las características del pintor era el exotismo de las cabelleras de las mujeres retratadas, la de Pinal no fue la excepción, y el gusto de ambos por el vestuario se puede apreciar en el óleo, donde la actriz aparece en forma realista con blusa y pantalones blancos, arracadas y una enorme pulsera dorada. Chávez Marión ingresó en la Academia de San Carlos en el año de 1938 a la edad de 20 años. Al terminar su curso viajó a Los Ángeles para continuar su carrera, y ahí logró participar en la primera película de Pinocho, en 1941, siendo el primer mexicano que trabajaba directamente con el empresario Walt Disney. El retrato que realizó a Pinal fue en la década de 1950, a su regreso de Estados Unidos a México.
El artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín pintó un busto de la actriz con una piel de tonos amarillo verdosos, la cabellera rubia y ojos alargados sobre un fondo negro. Dos de los retratos menos conocidos de la actriz, fueron realizados uno por Sylvia Pardo, y otro por el acuarelista mexicano Ignacio Beteta, el único pintor que retrató desnuda a Silvia Pinal. También existe una escultura en bronce hecha por Ricardo Ponzanelli, de una Pinal de cuerpo completo y con vestido largo, que actualmente se encuentra en el Parque de los Venados.
CINE
Silvia Pinal supo desde niña que quería ser actriz, estudió mecanografía y alrededor de los quince años comenzó su carrera artística de manera más formal, pues como adolescente, al salir de sus clases de educación básica, tomaba clases de actuación a escondidas de su padre pero con el apoyo de su madre, quien secundaba su fascinación por el canto y el baile.
Con más de cien películas protagonizadas a lo largo de su vida, Silvia Pinal se destacó por su versatilidad, yendo de la comedia al melodrama y hasta el musical —uno de sus géneros predilecto —, con directores como Tulio Demicheli, Emilio El Indio Fernández, Alberto Gout, Vittorio de Sica y Samuel Feller, por mencionar algunos. Sin duda, la carrera de Pinal en el cine despuntó con el español director Luis Buñuel, con quien realizó Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965), sobre esta última, el crítico de cine Emilio García Riera opinó que por falta de presupuesto los resultados del cortometraje de 45 minutos habían sido deplorables.
Silvia Pinal se inconformó con ese juicio y alegó que la razón no era falta de presupuesto, sino la planeación de la película que pretendía ser una trilogía y que los directores a quienes se les habían ofrecido las partes subsecuentes —Federico Fellini y Jules Dassin— sólo aceptaban terminar el proyecto siempre y cuando las protagonistas de los filmes fueran sus esposas, Giulietta Masina y Melina Mercouri, respectivamente, a lo que Pinal se negó. Fue gracias a su entonces esposo, Gustavo Alatriste —que en palabras de Pinal había pasado de ser un empresario de muebles a convertirse en productor de cine—, que como regalo de bodas produjo las tres películas protagonizadas por ella.
La también productora conoció a Novo cuando fue su alumna de arte dramático en el INBA. Otros maestros suyos fueron los poetas Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer, ambos pertenecientes al grupo de Los Contemporáneos
Cuenta Pinal que como Buñuel padecía sordera, los actores que trabajaban con él necesitaban llegar a la filmación con un previo estudio exhaustivo y concienzudo de sus personajes, para después sólo afinar detalles determinantes y necesarios para la grabación. También recuerda que Buñuel solía recurrir a personas de la calle para transformarlos en personajes de sus películas, algo que en el cine contemporáneo es ya una característica común.
Viridiana, sin embargo, fue la más controvertida de esas tres películas —y del resto de la filmografía interpretada por la actriz—, pues después de recibir el máximo galardón: la Palma de Oro, enseguida fue censurada por la dictadura franquista, luego del escándalo causado en el Vaticano tras haber sido catalogada como blasfema.
Tras enterarse del riesgo que corría la cinta, la actriz, estando en París, decidió sacarla de las latas y meterla en una bolsa de plástico que resguardaría en su abrigo de piel para traerla a México. Fue esa la única copia del largometraje que sobrevivió, el resto de las copias fueron quemadas. Es por Silvia Pinal que hoy aún existe Viridiana.
Ya estando en México, gracias a su relación con el escritor Salvador Novo, se facilitó la proyección del largometraje en diferentes teatros del país. La también productora conoció a Novo cuando fue su alumna de arte dramático en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Otros maestros suyos fueron los poetas Xavier Villaurrutia y Carlos Pellicer, ambos pertenecientes al grupo de Los Contemporáneos. Con ellos entró a los terrenos del teatro experimental cuando era joven.
TEATRO Y TELEVISIÓN
Para Pinal fue difícil reincorporarse al trabajo después de ese episodio. En alguna ocasión le contó a la periodista Silvia Lemus que nadie la buscaba para actuar. “Yo no tenía un peso. No tenía dinero y no tenía trabajo. Tuve que ir a tocar las puertas de la televisión mexicana, era pionera de la televisión, así que me dieron otro programa […] Me costó trabajo reincorporarme”.
Luego de varios programas televisivos medianamente exitosos, llegó Mujer, casos de la vida real, una serie que se transmitió por televisión durante más de veinte años, en la que se representaban sucesos de la vida cotidiana de las mujeres. Ahí debutaron actrices tanto consagradas como aquellas que iniciaban su carrera en la pantalla chica.
Pese a que Pinal afirmaba que la obra Ring, ring, llama el amor (1957) había sido el primer musical de México, contrario a su versión, fue en el año de 1952 cuando se estrenó en el Teatro Sullivan el primer musical en el país, Ni fu, ni fa, montaje a cargo del actor, coreógrafo y dramaturgo Edmundo Mendoza, y protagonizado por Rosenda Monteros y Armando Pascual, bajo la dirección de Salvador Novo.
Ring, ring, llama el amor fue dirigida y producida por Luis de Llano Palmer, interesado en traer obras teatrales semejantes a las que se montaban en Broadway, en Nueva York. Dicha obra fue tan aclamada por el público como abucheada por los críticos. El escritor y periodista Rafael Solana, en uno de los suplementos culturales más leídos de entonces, llegó a opinar: “¡Con qué poco se conforman los que han reído los insulsos chistes de Ring ring, llama el amor, y los que aplaudimos sus aguados y descoloridos números musicales!...”. En 1972, Silvia Pinal regresó al teatro musical con Mame, y el resto de la trilogía: ¡Qué tal, Dolly! (1996) y Gypsy (1998).
¡Qué tal, Dolly! fue producida por primera vez en México por Manolo Fábregas y protagonizada por Libertad Lamarque y José Gálvez en 1968; la segunda vez que se montó con la dirección de José Luis Ibáñez, adquirió aún mayor atención del público. Silvia Pinal aparecía en el papel estelar, luego de convencer a Ignacio López Tarso de incorporarse al elenco de ésta que sería su única obra musical a lo largo de su trayectoria.
Durante su carrera, Pinal participó en más de cuarenta obras de teatro e incursionó en la producción teatral en 1989 con A Chorus Line, posteriormente Cats (1991) y La jaula de las locas (1993), comedia que al estrenarse resultó sumamente criticada por abordar la homosexualidad.
En el homenaje que se le rindió en 2022 en el Palacio de Bellas Artes, cuando aún vivía, se omitió la última obra teatral en la que participó, Caperucita, ¡qué onda con tu abuelita!, musical que fue considerado una obra menor para su trayectoria. La familia de la actriz fue cuestionada por el hecho de permitirle aparecer en el escenario con problemas de salud. No obstante las críticas, hay un reflejo de tenacidad, del compromiso de la actriz con su audiencia y su pasión por el escenario, pues aunque su condición de salud tenía tiempo de ser delicada, apareció en el escenario incluso en silla de ruedas. Silvia Pinal fue una actriz multifacética, su devoción hacia el entretenimiento masivo era definitivo. Dejaba su vida en el escenario.
En el Palacio de Bellas Artes se presenta la exposición Poética de una vida. Silvia Pinal, visión, cine y creación en la que se exhiben fotografías como actriz protagónica en películas de Luis
Buñuel, algunos vestuarios y la Palma de Oro del Festival de Cannes por Viridiana.