Antes los conciertos eran patrocinados por cervezas, cigarros y refrescos, marcas enchufadas al gusto del público asistente. Pepsi fue el refresco oficial de la música. Pero hoy todo tiene que ver con la música y los festivales se han convertido en mercados sobre ruedas de marcas urgidas por capturar multitudes de consumidores. Las más oportunistas lanzan sus festivales sin experiencia y sin nada que ver con la música, como el Foodcoma de McCormick, que va por toda la enchilada y resultan desastres anunciados.
Al salir del confinamiento pandémico, cuando los espectáculos al aire libre volvieron, la industria de la mercadotecnia –que había desarrollado estrategias digitales de encierro– reapareció con su experential marketing para conectar con los asistentes en esos “momentos inolvidables”. El marketing de experiencias no es otra cosa que las activaciones de marca que se hacen desde el siglo pasado, pero hoy descubren el hilo negro con términos apantallantes y el factor digital como diferenciador.
Las experiencias se convirtieron en la nueva gallina de los huevos de oro entre las marcas y las agencias que brotaron, un fenómeno tan exacerbado que ahora las activaciones / lanzamientos se anuncian como espectáculos y la gente paga por asistir. Negocio que despertó el apetito de Ocesa. El producto o servicio disfrazado de experiencia. Los tiktokers se encargan de convocar: si no estás ahí, eres un pobre pendejo. Hay que ir, codearse con influencers, tomarse selfies, porque la experiencia debe ser instagrameable o no será.
Los museos en 2024
A MI CARTERA NO LE ALCANZA para los boletos de festivales, voy con los que recibe mi novia, editora de una revista de mercadotecnia. Marcas, agencias y productoras tienen presencia, invierten la millonada y se reparten los escenarios, los espacios abiertos y cerrados, los VIP, los medios, las plataformas, las entradas y las salidas. Esos boletos son para levantar contenidos pagados: entrevistas con los directores de marcas, publirreportajes, fotografías y videos para redes. Los stands y activaciones con dinámicas, concursos y premios, ahora son las atracciones de la feria publicitaria y hay público que sólo asiste a eso.
En el Corona Capital me llamó la atención Natura, montó una carpa con demostraciones en su clínica de belleza y salud, una atmósfera relajada y perfumada, atendida por personas atractivas. Fue la más concurrida, cuatro largas filas a lo largo del día para probar y comprar cremas, lociones y jabones. Se acabó mi estereotipo del rock para hombres feos, fuertes y fumados. Un boleto era de Johnny Walker, incluía dos bebidas. ¿Quién le hace el feo a un doble de whisky, aunque sea preparado para darle gusto a la morriza? Justo ahí pensé en lo estúpido que era prohibir el humo en la entrada (cigarros, vaps, encendedores) y perseguir al que exhalara una bocanada. Pinches nazis. El otro boleto fue por parte de La Costeña, me preguntaba qué hacían ahí, pues al salir nos regalaron un montón de paquetes de frijoles para el desayuno roquero. Pura mercadotecnia de principio a fin, las marcas son la magia detrás del show.