Javier Bátiz

LA CANCIÓN #6

Javier Bátiz Foto: FB del artista

El Brujo del blues y el rock nacional se mudó al otro plano en diciembre de 2024, colgó la guitarra en su natal Tijuana a los 80 años, aquejado por un cáncer más largo que la cuesta de enero. Como muchos, supe de él gracias a los textos de José Agustín, quien lo ubicó en el cuadrante como uno de los auténticos pioneros musicales del México rebelde entre los años cincuenta y setenta del siglo xx. Aquí el rock sería inexplicable sin él.

Bátiz fue una de las conexiones directas con el blues y el rock gabachos por ser un personaje fronterizo con acceso al material adecuado y el talento para exportarlo al formato nacional, antes de convertirlo en una fuerza de transformación musical. Empezó a forjar su estilo blues / rock / soul / funk a finales de los cincuenta con Los TJ’s, el primer grupo de rock en Tijuana. El mismo que le quitaría el sueño a Santana. A la Ciudad de México viajó en 1963 para ensayar con Los Rebeldes del Rock, invitado como cantante para ocupar el micro de Johnny Laboriel. Pero las cosas no funcionaron porque Bátiz, antes que cantor, era guitarrista de blues y nunca fue blanqueado para la televisión. Siempre estuvo aferrado a la raíz de Chicago y su lealtad estaba con el rhythm & blues, aunque eso no le impidió conjugarlo con otros estilos en inglés y español.

TAMPOCO ABANDONÓ LA CIUDAD DE MÉXICO, empezó una serie de presentaciones en cafés cantantes y antros como La Fusa y el Harlem en los que cobraba cierta fama, hasta que en 1967 se presentó durante un par de años, a partir de la media noche, en el Bar Terraza Casino en Insurgentes, el mismo lugar donde décadas después estuvo el Rockotitlán. Su influencia fue esencial para la crema y nata del rocanrol nacional que desfilaba para verlo tocar. Una noche por ahí le cayó Jim Morrison a beber y a drogarse como los dioses. Esa es la otra mitad de la leyenda Bátiz, la del maestro del blues, el eterno rebelde y marihuanero de altos vuelos, tutor del mencionado hijo de Autlán, de Alex Lora y de Guillermo Briseño, entre muchos otros.

En vivo era un magazo que la hacía honor a su nombre artístico, ahí están sus discos de 2015: El Brujo en Vivo desde el Zócalo, vols. 1 y 2, para constatar su eficacia como guitarrista. Pude escucharlo a mediados de los ochenta, cuando tocaba en la peña del Sapo Cancionero que estaba a un costado de Plaza Satélite. No había sitios para escuchar rock en vivo por esta latitud —salvo el Satélite Rocks—, así que una noche nos aventuramos a escucharlo por pura curiosidad. Salió con una guitarra en forma de rifle y nos sorprendió por la calidad maciza de su show. Era un profesional del blues.

Supo adaptarse a todas las edades del rock nacional, grabando en la independencia durante treinta y tres álbumes y diez sencillos. En los años recientes regresó a buscar su primera influencia musical, primero con el jazzista Tino Contreras fallecido en 2021— y después con la serie de discos de música ranchera y norteña: Porque puedo, porque quiero y porque se me da la gana, vols. 1, 2 y 3. Bátiz introdujo la raíz del rock mexicano.

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