Los más feos procederes

OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS

Los más feos procederes Foto: Cortesía del autor

Algunos vecinos de la esquina de Madereros y Ceballos, en la colonia Tacubaya habían notado
el olor que despedía por las noches el segundo piso de la casa 34 de la 4ª calle de Ceballos. Otros habían visto que ciertas noches un buen número de personas entraba al inmueble y no salía sino hasta que el alba le regresaba sus colores a las fachadas. El farol que custodiaba esa esquina, parte del nuevo y flamante alumbrado de arco voltaico que acababa de instalar el ayuntamiento, era el único que se fundía con inquietante persistencia. Eso no lo había notado nadie, a excepción del farolero, quien al terminar sus reparaciones volteaba alrededor, al cielo, a las casas aledañas como buscando alguna explicación, pero sin recaer en la del número 34 de la 4ª calle de Ceballos.

La señora Eduviges fue la única que pudo haber dicho algo a la policía, pues la calle estaba desierta y a oscuras a las cinco y media de la mañana del jueves 31 de mayo de 1934, cuando subió a la azotea, como todas las mañanas, a cuidar el extraño jardín que tenía enjaulado en el último piso del único edificio a la redonda. Cuando se acercó a la balaustrada que media con el vacío, vio una aparición. Una joven desnuda y temblorosa saliendo de la casa 34. ¿Era la señorita Aurora? ¿Podía ser ella? No puede ser posible, masculló y dejó caer la regadera de metal para apresurarse hacia las escaleras del edificio.

EDUVIGES ARROYO LLEGÓ AL MP diciendo que sufría de un váguido, que la señorita Aurora estaba desnuda, cubierta de sangre o lodo o no sé que cosa, pues no había amanecido. Fue hasta que le ofrecieron un vaso de agua y la hicieron sentarse que pudo decir lo que había visto. Su testimonio sirvió a la policía para tomar en serio algunas llamadas anónimas y algunas otras acusaciones improbables hasta entonces. Dos días después el periódico consignó lo siguiente:

. ı Foto: PDF: La Razón de México
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