Diversa Cultural

Diversa Cultural
Diversa Cultural Foto: Imagen: MeisterDrucke, Diego Delso / License CC BY-SA, Creative Commons, Unsplash y Especial

IMPRESIONES DE UN VIAJERO

Todas las veces que se viaja o se parte, algunos sentidos se agudizan y otros se embotan. Dormitan los sensores de la recelosa y ansiosa vigilancia cotidiana, normalmente en guardia para registrar las señales de todo lo que puede amenazar el orden y el dominio del pequeño mundo en nuestro poder. Partir es dejarse ir, soltar lastre, entornar los ojos como cuando se mira el sol, apresar las cosas según vienen. Se despierta la percepción de los colores, los olores, la superficie lisa o rasposa de las cosas, los detalles aún insignificantes. Una ciudad se revela también en la reverberación de las nubes, en la calidad de su luz, en el demorarse de sus atardeceres o en la brusca precipitación de su oscuridad.

Claudio Magris, El infinito viajar, trad. Pilar García Colmenarejo, Anagrama, 2008.

Imagen de un viajero con su maleta
Imagen de un viajero con su maleta ı Foto: Unsplash

FUYO: Flor de un día

El nombre científico de esta flor es Hibiscus mutabilis, que define la especie y significa “que cambia con facilidad”. Su nombre japonés más común, fuyo, parece ser la abreviatura de su nombre chino leído con la pronunciación nipona. Las flores, que pueden ser blancas o rosadas, se abren con el amanecer y se marchitan al llegar al crepúsculo, teniendo un solo día de vida. Por cierto, existe una variedad cuyas flores son blancas por la mañana, rosadas al mediodía y rojas por la noche, que en Japón se llama suifuyo, aunque en China esa misma palabra se usa para designar un tipo de loto. Existe también un antiguo poema de Matsuo Bashō que alude a la mutabilidad de esta flor. En el idioma japonés, la palabra fuyo también suele asociarse con la belleza femenina o con la belleza del monte Fuji. En el “lenguaje de las flores”, el Hibiscus mutabilis encierra un significado similar, puesto que se le asocia con una belleza delicada o con un amor elegante.

Kazuhito Tajima, Flores de Edo. Enciclopedia ilustrada de las flores, trad. Daniel Aguilar, Satori, 2023.

Fuyo, flor de un día
Fuyo, flor de un día ı Foto: Imagen: Especial

ANGUSTIA SEXUAL

Cesare Pavese confió a su Diario en dos ocasiones la afirmación taxativa de su destino trágico a causa de su incapacidad sexual. Según escribía el 27 de septiembre de 1937, lo fundamentalmente trágico de la vida consistía en que las mujeres cuya comunicación deseaba ardientemente no eran más que unas hambrientas sexuales y, en consecuencia, “el hombre que eyacula demasiado rápidamente haría mejor en no haber nacido. Es un defecto por el que vale la pena matarse”. Y el 23 de diciembre, tras de referirse a su revelación infantil del sexo como única realidad: “Era necesaria la impotencia, la convicción de que ninguna mujer goza conmigo, de que nunca gozará (somos lo que somos), y he aquí esta angustia. Por lo menos ahora puedo sufrir sin avergonzarme: mis penas no son ya de amor. Pero este es verdaderamente el dolor que mata toda energía: si uno no es hombre..., si debemos andar entre mujeres sin poder pretenderlas, ¿cómo darse fuerza y resistir? ¿Hay un suicidio mejor justificado?” Como se ve, es la sensación de aplastamiento producida por su insuficiencia sexual la que se conecta directamente con la idea del suicidio. […]

Francisco Pérez Gutiérrez, “El suicidio de Cesare Pavese”, Revista de la Universidad de Salamanca, s/n.

Targa en Via Lamarmora en Torino
Targa en Via Lamarmora en Torino ı Foto: Creative Commons

SOBRE EL AGUA

Más abajo que yo, siempre más abajo que yo, está el agua. Siempre la miro con los ojos bajos. Como el suelo como una parte del suelo como una modificación del suelo.

Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: el peso; y dispone de medios excepcionales para satisfacer ese vicio: contornea, traspasa, erosiona, se infiltra.

En su propio interior también actúa el vicio: se desfonda sin cesar, a cada instante renuncia a toda forma, sólo tiende a humillarse, se acuesta boca abajo en el suelo, casi cadáver, como los monjes de algunas órdenes. Cada vez más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario de excélsior.

Casi podría decirse que el agua está loca, por esa histérica necesidad de no obedecer más que a su peso, que la posee como una idea fija. […]

Francis Ponge, De parte de las cosas. Proemios, trad. Silvio Mattono, Cuenco de Plata, 2017.

Gullfoss, Suðurland, Islandia
Gullfoss, Suðurland, Islandia ı Foto: Imagen: Diego Delso / License CC BY-SA

LAS ENSOÑACIONES DE MONTAIGNE

A principios de la década de 1570, durante su cambio de valores, parece ser que Montaigne sufrió exactamente la crisis existencial que pronosticaba Séneca. Tenía trabajo que hacer, pero menos del que estaba acostumbrado. La inactividad generaba extraños pensamientos y un “humor melancólico” que no era propio de su carácter. En cuando se hubo retirado, dijo, su mente empezó a galopar como un caballo desbocado... Se le llenó la cabeza de tonterías, igual que un campo en barbecho se llena de hierbajos. […] En un símil tomado de Virgilio, describía sus pensamientos como algo parecido a las imágenes proyectadas que bailotean por el techo cuando la luz del sol se refleja en la superficie de un recipiente con agua. Igual que las rayas de luz, como las rayas de un tigre, van dando sacudidas, la mente desocupada gira impredeciblemente y suscita invenciones locas, caprichosas. Genera “fantasías”, o “ensoñaciones”, dos palabras con unas asociaciones menos positivas de las que tienen hoy en día, y que sugieren delirios frenéticos, en lugar de simples distracciones.

Sus “ensoñaciones” a su vez dieron a Montaigne otra idea loca: la de escribir. Llamó a esto “ensoñación” también, pero era la que contenía en sí la promesa de una solución. Como encontraba su mente tan llena de “quimeras y monstruos fantásticos, uno tras otro, sin orden ni concierto”, decidió escribirlos, no olvidarlos directamente, sino inspeccionar su extrañeza a placer. De modo que cogió la pluma y así nació el primero de sus Ensayos.

Sarah Bakewell, Cómo vivir: Una vida con Montaigne, trad. Ana Herrera Ferrer, Planeta, 2022.

LOS TEMPLARIOS Y GUILLERMO TELL

Que los rosacruces hubieran atravesado los siglos medievales era incuestionable, no sólo por su infiltración entre los templarios, sino por documentos mucho más explícitos. Bramanti citaba a un tal Kiesewetter, que a finales del siglo pasado había demostrado que los rosacruces fabricaron en el Medievo cuatro quintales de oro para el príncipe elector de Sajonia, y allí estaba la página exacta del Theatrum Chemicum, publicado en Estrasburgo en 1613, para probarlo. Son pocos, sin embargo, los que han advertido las referencias templarias en la leyenda de Guillermo Tell: Tell talla su flecha en una rama de muérdago, planta de la mitología aria, y atraviesa la manzana, símbolo del tercer ojo, que activa la serpiente Kundalini, y ya se sabe que los arios procedían de la India, donde irán a ocultarse los rosacruces cuando se marchen a Alemania.

Umberto Eco, El péndulo de Foucault, trad. Ricardo Pochtar, Bompiani-Lumen-Planeta, 1992.

LOS TEMPLARIOS Y GUILLERMO TELL
LOS TEMPLARIOS Y GUILLERMO TELL ı Foto: Imagen: MeisterDrucke
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