Indestructible es una cualidad reservada para los súperhéroes. Sin embargo, existen individuos que encajan a la perfección en esta categoría. Y de entre todos ellos el rey es Iggy Pop. Y a las pruebas se remite. Ha recorrido un largo camino para alzarse con la corona. No ha estado exento de sufrir algunas caídas, como esa larga temporada en la heroína o el tropiezo creativo de Après, al que nunca ha dejado de referirse con humor. Pero, a pesar de los reveses, ha protagonizado tantos resurgimientos, reencarnaciones y regresos como David Bowie y Bob Dylan. Y se ha sometido a más castigos que cualquiera de los tres.
Iggy Poppers no es un artista despechado. Ha nadado contra tantas corrientes, tantos estilos y distintas eras musicales sin amargarse. También ha enfrentado a audiencias de toda clase. En su visita a México como telonero de Metallica se topó con un público irrespetuoso con su figura. Su manera de reaccionar ante la hostilidad fue dar cátedra. Por eso, su visita para actuar en el Corona Capital 2024 poseía sabor a revancha. Es el riesgo que se corre siempre con Iggy, así como le robó el show a Metallica en el 2017, peligraba hacer lo mismo con el #CC. Y eso que en el cartel figuraron titanes como Paul McCartney, Beck y Jack Wait.
IGGY POP LO VOLVIÓ A HACER. Se robó la noche. Fue el mejor show del festival. Y el concierto del año pasado.
Como el adorador de Iggy Pop que soy desde la pubertad, fui a presentarle mis respetos al iguanodonte esculpido en carne seca sonorense. Al pellejo reseco y arrugado más punk de la galaxia. Y no fui solo. Me acompañaron unos compas: La nariz atómica, La contadora del rock, Prosa Bonita, Luis Prado, Roger y Liz, y Michell y Misael. Parafraseando el slogan de la tarjeta de crédito: nunca salgo sin ellos. Acampamos desde una hora antes en el escenario Vans para agarrar buen lugar. Le quedó chico, parecía el cerrador y no un estelar del line up.
Una rola de José y Los Niños Caca fungió como apertura. James Osterbeg se plantó en medio del escenario y soltó ese alarido con el que arranca “TV Eye”: Looooooooord. Luego se quitó el chaleco de cuero. Y fue entonces cuando me cayó el veinte. Dije para mí: pero si es Iggy Pop. Y me puse a brincar como loco. Era la tercera vez que lo tenía enfrente y nunca me había tocado una fábrica de moretones decente. Pensé que ésta era la buena. Pero todo mundo era presa del azoramiento. Les estaba costando demasiado procesar que esa carne seca sonorense que brillaba sobre el escenario era Iggy Pop en carne, güeso, melena y pellejo.
En la guitarra lo acompañaba Nick Zinner de los Yeah Yeah Yeahs. Del cielo comenzaron a llovernos pedradas: “Raw Power”, “I Got Right” y “Gimme Danger” como primer bloque. Ay papel arroz. Si moverse por el escenario como lo hace Iggy Pop a sus 77 años, la vejez serían los años maravillosos. Llevaba toda la tarde mordiéndole a varias gomitas pero no me hacían efecto. Maldito capitalismo de las drogas: que te cuesten una fortuna ya no es ninguna garantía. La nariz me salvó con un pedacito de su reserva personal. Fue el combustible que me hizo rendir en la fábrica de moretones. El asombro había pasado y se armó el mosh pit dantesco a un costado. Al grito de ya me pegó la gomita me metí a los empujones.
En “Lust for Life” una cerveza completa aterrizó en mí y me empapó la espalda. Menos mal que fue chela, suspiré. Porque el agua de riñón volaba de un lado a otro. Normal si vas a un toquín del padrino del punk. Mientras abajo imperaba la ley de la jungla, arriba Iggy se desplazaba con ese paso rengo que le da la animalidad de un orangután. Las tres ocasiones en que he visto a Iggy en vivo me he preguntado lo mismo: a qué hora va a sucumbir este experimento. Entonces tenía 69 años y ya se hablaba de que no le quedaban muchos años de carretera. La segunda vez Iggy tenía 70 y se aventó al público para hacer crowdsurfing. Un acto que esperábamos presenciar en el Corona, no sucedió. Pero no hizo falta. A sus 77 Iggy Pop sigue siendo el rey. Y sin requerir de tanque de oxígeno. Y eso que la altura de Ciudad Godínez suele ser perjudicial para los visitantes.
¿CÓMO ES EL DICHO, SI TE SUBES, TE PASEAS? La ley de probabilidad jugó en nuestra contra. Y de lo que nos habíamos salvado durante varias canciones por fin ocurrió en “I Wanna Be Your Dog”: nos bañaron de boli de piña. A mí sólo me cayeron unas gotitas, pero a la chava que estaba detrás de mí sí le regaron bien la maceta. Chingado dijo, qué mal pedo que no soy hombre y no puedo desquitarme. Hold my beer, le dije y oriné en un vaso vacío y se lo pasé. Con todo el júbilo que sólo puede existir en un show de Iggy Pop lo aventó con todas sus fuerzas y mojó a los de adelante. Bueno, ya era oficial. Se trataba de un concierto de punk en toda regla.
Por favor, dioses del karma, que la toque, que la toque, imploré en silencio. Si la toca prometo dejar las Canelitas tentación. Y chíngales, que empieza a sonar “Some Weird Sin”. Jajaja, creyeron que iba a cumplir, me burlé y me puse a saltar como Calzón Inspector cuando lo aporrearon a cuetazos. El karma fue instantáneo. Se me dobló el pie izquierdo. Madafaca, ni a Iggy Pop se le frunce el tobillo. Por qué a mí, si tengo treinta años menos y una vasectomía. Me tuve que salir de la fábrica de moretones, pero seguí brincoteando en mi lugar.
En la orilla del escenario Jack White vigilaba la acción. Fue a presentar sus respetos como todos y más tarde arrancaría su propio show con un cóver de “I Wanna Be Your Dog”. Iggy cerró su actuación con dos rolas de Every Loser, su último disco. Había pasado una hora con diez minutos e Iggy podría haber seguido otra hora más. Con unas pequeñas pausas que hizo para sentarse a la orilla del escenario, no había dejado de moverse. Ni Highlander, el inmortal, me cae.
Nunca me había lesionado en el mosh pit. Pero ni modo que los chavorrucos no le entremos al slam. I’m a mini thug, I’m jacked up on drugs / I’m a Neo Punk.
La torcedura de tobillo me duraría varias semanas.
Cuando Iggy acabó su set y caminamos al siguiente escenario, comencé a chuequear. No, no estaba imitado a Pop. Me había comenzado a enfriar. Lo que nunca se enfriará es mi recuerdo de aquella noche histórica.