Siempre que anuncian un biopic sobre un músico me pongo a temblar. Una maldición pende sobre el género. Ejemplos abundan, entre los más recientes podemos citar el fracaso que fue Back to Black, la peli que pretende recrear la vida de Amy Winehouse. Pese a la mala fortuna con la que ha corrido, el cine insiste en contar la vida de las estrellas de rock. Es innegable que persiste una crisis en Hollywood en cuanto a la falta de historias, por ello los directores se ven obligados a voltear la mirada hacia los íconos de la industria musical.
Existen figuras que sólo se puede asir a través de las tinieblas. Una de ellas sin duda es la de Bob Dylan. Nada se antoja más complicado en el mundo que hacer una película sobre su vida. Sin embargo, James Mangold ha tenido el arrojo de filmar un pasaje en A Complete Unknown (2024). Un movimiento bastante arriesgado si tomamos en cuenta I’m Not There (2007), un documento fílmico a medio camino entre la ficción, la recreación histórica y el documental. Dirigido por Todd Haynes, es la prueba fehaciente de que Dylan no se puede explicar con manzanas. Y que era mejor dejar en paz la narración directa de la biografía para abrazar el mito. Cate Blanchett en el papel de Bob Dylan es infinitamente superior a Timothée Chalamet. El único pecado de este enorme documental ficcionalizado es que no cuenta con la romantización hollywoodense necesaria para impactar la taquilla.
Uno de los poquísimos biopic musicales que han salido bien librados en lo que va del siglo XXI es Walk the Line (2005), la película que retrata el tórrido romance entre Johnny Cash y June Carter. Dirigida precisamente por el mismo director, casi veinte años después de aquella estupenda cinta, Mangold está de regreso, pero a diferencia de su primera incursión aquí no consigue caer de pie. Ambas películas tienen mucho en común, pero mientras Walk the Line está bien lograda, A Complete Unknown nos queda a deber. Es notable la intención del director de alejarse de su antigua visión, pero por mucho que deseara un nuevo enfoque para un tiempo histórico que ya había contado, la diferencia entre el Cash de Walk the Line y el de A Complete Unknown es radical en extremo. El Cash de la segunda está caricaturizado en exceso, mientras que el de la primera consigue reflejar la complejidad de un personaje como lo fue El Hombre de Negro.

Tony Méndez
Esto sirve de parámetro para analizar un poco lo que ocurre con la figura de Dylan. A quien Mangold otorga el tratamiento contrario. No sólo no lo caricaturiza, sino que lo idealiza a grados irreales. De entre los muchos detalles que presenta A Complete Unknown, uno de los que más sobresale es cómo caracteriza a Dylan. No en su aspecto, que logra una aproximación bastante creíble, sino en cuanto a su voz. Para cobrar una dimensión completa de lo que significa la presencia de Dylan en el mundo de la música habría que entender que se trataba de un cantante que no cantaba bien. Pese a sus limitaciones vocales Dylan estuvo en el centro de todo por su talento, porque dentro de las voces de terciopelo de la industria él era una anomalía. Pero era tan importante lo que tenía que cantar, y, sobre todo, lo cantaba de una manera tan especial que era imposible no escucharlo.
Partiendo desde el punto de que Mangold jamás se preocupa por poner lo anterior de manifiesto, no es difícil ver con desconfianza el objetivo final de la película: presentar a una nueva audiencia a un Dylan edulcorado en la piel de Chalamet. A un público que de otra forma no se acercaría a su obra. Ni siquiera con un Nobel ya en la cartera. Pero esa es la maldición-bendición con la que ha corrido Dylan desde sus orígenes. Nadie canta como él. Y por lo tanto nadie puede cantar sus canciones con la misma aspereza. Existen más de diez tributos a su trabajo, algunos verdaderamente notables. Pero al menos en mi experiencia, cada vez que escucho a alguien más cantar sus canciones me entran unas ganas irrefrenables de escuchar a Dylan.
En esa misma línea, A Complete Unknown falla al momento de representar la importancia cultural de Dylan. La trama de Mangold se centra demasiado en los problemas amorosos de su protagonista. Por lo que siendo maliciosillos podríamos calificar A Complete Unknown como una comedia romántica con canciones, así como Anora es una comedia romántica con groserías. Por momentos el papel de don Juan de Dylan es más importante que la revolución sonora que promovía. Era más que un soñador que se rebelaba contra un movimiento, en realidad era un genio musical en busca de un sonido que ha sepultado al movimiento folk sin irse con él al pozo. En la actualidad su música de ese periodo continúa escuchándose.
A Complete Unknown tiene sus virtudes, por supuesto, quizá la más sobresaliente sea la cantidad de música que la atraviesa. De Dylan, obvio, aunque no sea interpretada por él, aunque suene demasiado pulcra en la voz de Chalamet. Se entiende el esfuerzo del actor por ponerle voz a esas canciones, pero ante un reto de esa magnitud, debieron respetar la voz de Dylan. No, no se trata de un musical, pero hay piezas completas. En este sentido, la película tiene el gran valor de evangelizar amablemente a las nuevas generaciones con la música de Bob Dylan. Más de uno o dos se comprarán los discos de Dylan después de A Complete Unknown, algunos se convertirán en fans, la gran mayoría no los escucharán más de una vez, pero con los pocos que se logre cooptar es suficiente, sobre todo en una época en que la popularidad de Dylan no está en su punto álgido. Otro de los grandes súper poderes de Dylan, que pese a tener todo en contra, siempre está presente. Ahora en pantalla interpretado nada menos que por Chalamet.
En resumen: A Complete Unknown no es una película mala, aunque un poco larga. Pero tampoco es una genialidad, no hace por la figura de Dylan lo que sí hace Ray de Taylor Hackford por la de Ray Charles. Se deja ver, y se agradece que quiera compartirle al gran público la majestuosidad de Dylan. Aunque se trata de un intento decente, es posible que Dylan y el cine no documental nunca vayan a entablar una relación afortunada.
Mientras continuamos deglutiendo la biopic de Dylan, ya se prepara otra sobre David Bowie. Y sin ser pesimista, ni mucho menos grinch, vaticino que será otra ñoñada.

