Nos han hecho creer en la felicidad continua como la mayor aspiración en la vida. Ser feliz se ha convertido en el objetivo de la existencia. La mayoría busca una vida sin sobresaltos, estabilidad económica, control de las emociones, días en calma con actividades predecibles y recursos para adquirir mercancías, viajes y tener aficiones.
Se nos dice: el camino para esos logros son orden y disciplina, para garantizar cero estrés, cero caos y mucha productividad. Sin embargo, la vida fácil, cómoda, rutinaria, deprime, nos hacer sentir insatisfechos, incita a la búsqueda de nuevas experiencias.
ÁGNES HELLER EXPLICÓ el porqué de esas contradicciones. Llegó al mundo en plena crisis, en 1929. La niña Heller, judía, con una familia perseguida por el nazismo, no pudo disfrutar de la calma de una cotidianidad ordinaria. Adulta, aprovechó su dolor para ganar distancia y analizar los vicios de la vida diaria. Su autobiografía, se publicó en francés, por desgracia no tenemos acceso a una buena traducción en español: La Valeur du hasard. Ma vie (El valor del azar. Mi vida). A los ojos de cualquiera la trayectoria de Heller es un sinfín de tribulaciones, para ella es un camino hacia la comprensión. Estaba segura: estar viva es intenso, no necesitamos ir en busca de experiencias.
Ágnes Heller incursionó en la sociología, pero ante todo es filósofa. Filosofar para ella fue hacer arte, define a la filosofía como un género literario. En una entrevista, con humor, confesó: “[…] un trabajo filosófico puede decir mucho de la vida de quien lo hace, así como una novela. Pero hay que tener en cuenta que, en la filosofía, se trata de una autobiografía escondida.”
¿Por qué nos interesa la vida de quién es sobresaliente o una celebridad? Heller ve ahí una de las muchas formas en que el capitalismo todo lo banaliza: “A la gente le interesa la relación entre lo escondido y lo abierto […], ¡Era muy raro que un filósofo fuera entrevistado en el siglo XIX!”. Para ella, lo importante no es el personaje, lo valioso es su aportación.
La revolución en la vida cotidiana, Para cambiar la vida, Instinto, agresividad y carácter, Sobre el pacifismo, Dictadura y cuestiones sociales, Mas allá de la justicia, Teoría de los sentimientos
UNA PARTE IMPORTANTE de su obra la dedica a entender cuáles son nuestras necesidades reales, aporta elementos para distinguirlas de las ficticias; desentraña cómo se forman nuestros sentimientos, para comprender los límites entre carácter, agresividad y violencia. Considera a la vida cotidiana el detonador de los grandes conflictos individuales y sociales, en lo cotidiano se gesta lo destructivo. No hay forma de identificar el daño porque ¡todos lo hacen!, lo percibimos cuando alcanza proporciones escalofriantes. Los individuos nacen, son educados en estructuras ya hechas, no las escogen, su lengua, tradiciones y prácticas culturales las heredan como un patrimonio a cuidar. Quien se atreve a exhibir la corrupción de ese acervo recibe repudio, segregación, a veces incluso se le extermina. Esta forma de actuar es una de las grandes amenazas no sólo a la democracia, a la supervivencia de lo humano. Heller escribió más de 47 obras, algunas en coautoría con su pareja Ferenc Fehér.
Su intención era estudiar física y química, pero al asistir como oyente a una clase de György Lukács, se decidió por la filosofía para responder a sus preocupaciones genuinas y profundas. Lukács fue una figura señera en su formación. Algunas de las obras más conocidas de Ágnes Heller son: La revolución en la vida cotidiana, Para cambiar la vida, Instinto, agresividad y carácter, Sobre el pacifismo, Dictadura y cuestiones sociales, Mas allá de la justicia, Teoría de los sentimientos y La comedia inmortal: lo cómico en el arte, la literatura y la vida. Murió en 2019, a los 90 años.
LEER FILOSOFÍA es una exigencia para el lector. No son libros para tirarnos en el pasto o la cama, para seguir en las rodillas, el esfuerzo vale la pena. Heller escribió desde la convicción de hacer literatura. Vio al arte como un modo de permanecer conscientes, alertas, ante las deformaciones y distorsión de los actos ordinarios. Las actividades artísticas: leer, escribir, pintar, actuar, tocar un instrumento musical, o cualquier otra práctica creativa, procura autoconocimiento, ensancha la conciencia, mantiene vivo el tan necesario sentido crítico.
Las transformaciones sociales profundas son las individuales. La civilización entraña sometimiento, barbarie, violencia, lucha por el poder; el arte libera, crea, indaga, sublima, por eso para Heller la verdadera cultura es el arte, no la civilización. Leer hoy a Ágnes Heller contribuye a deshacernos de lo banal, conectar con lo humano, reconocer los vicios de la modernidad sin satanizar, romper o desacreditarlo todo. Es una maestra en el arte de identificar lo destructivo para extirparlo.


