Alex de la Iglesia es uno de los directores más arriesgados del cine mundial. Su paso por la comedia ha creado un culto de fieles seguidores que esperamos cada una de sus películas como una nueva dosis de droga. En los últimos años ha tenido un par descalabros, pero hasta sus películas malas poseen una visión única; aunque no terminen por lograrse del todo, uno aplaude el valor que tiene para equivocarse. A De la Iglesia no se le puede juzgar dentro de los parámetros de los géneros tradicionales. Lo fársico es un elemento central de su universo. Lo paródico forma parte su sello personal. Pero en él la parodia se convierte en homenaje y todo el tiempo genera un subtexto.
Sería un error juzgar sus aproximaciones a la comedia de horror como simple cine de terror. En su mayoría, el terror es predecible hasta la inopia. En De la Iglesia es un pretexto para desplegar el abanico de sus obsesiones personales. Es difícil encontrarle una etiqueta. Para referirnos a su estilo sólo podemos calificarlo como De la Iglesia. Y aunque un sector crítico lo quiere emparentar con algunos otros cineastas, la verdad es que no se le puede comparar. Y sus películas tampoco pueden ser evaluadas como productos convencionales.
Después de esas comedias fallidas o poco afortunadas, De la Iglesia ha puesto los pies en el género del terror pero en serio. En contraparte al tratamiento que le había dado desde el humor en cintas como El día de la bestia o Las brujas de Zugarramurdi. Y el resultado es una ruleta rusa de sensaciones. Los grandes creadores trabajan con el cliché. Pero en ellos el reto es darle la vuelta a ese cliché. Y ésa es una de las especialidades de De la Iglesia. No tiene reservas para trabajar con el lugar común, al contrario, lo saca de su espacio natural para llevarlo a sus propios terrenos.
Dentro de esos rasgos de su cine se encuentran las persecuciones, peleas y escenas de acción que involucran a un gran número de personas. Cuando esto ocurre hay una aceleración de las trifulcas que introduce un elemento ridículo contenido, que no termina por convertirse en caricatura pero dota a estas escenas de una velocidad que se burla del cine de acción. Es como en los Simpson, cuando la turba iracunda en un concierto de rock de Los Médulas decide destruir el escenario.
A de la Iglesia no se le puede juzgar dentro de los parámetros de los géneros tradicionales
ESTE EXACERBAMIENTO DE LA VIOLENCIA es un recurso constante en la serie 30 monedas. Es De la Iglesia haciendo mofa del cine serio, y haciendo cine en serio pero sin dejar de cuestionarse. Con treinta monedas le pagaron a Judas por traicionar a Cristo. Y quien logre reunirlas se volverá más poderoso que Dios. Un ala oscura del Vaticano posee ya veintinueve, falta una, que termina por caer en un pueblo al que le trastoca toda su existencia.
El primer capítulo de la serie es algo desalentador, pese a contar con los antecedentes de De la Iglesia, parece un capítulo de Hora marcada pero con mucho presupuesto. A partir del segundo la serie gana en complejidad, desplegando una multitud de personajes y de historias.
De éstas, sin duda, las más afortunadas son las que se desarrollan en el pueblo. Sucesos sobrenaturales ponen en jaque a los habitantes y a dos policías enviadas desde otra ciudad para investigar los hechos.
El protagonista es el padre de la parroquia. Y como las heroínas no podían faltar, aquí la parte la lleva Megan Montaner, quien nos deleita con uno de los mejores desnudos de la televisión de los últimos años. Tras el arranque, De la Iglesia introduce una gran cantidad de subtramas y echa mano de los efectos especiales para producir una serie de monstruos que pocas veces son tratados así por el cine filmado en español. Y la suma de todos los elementos hace que no podamos ver la serie como una llana exposición del género del terror. Es entonces cuando comienza a erigirse el estilo único y personal del director. La búsqueda de la moneda es un ejercicio de thriller, un asunto detectivesco, que inserta a la serie en el género de la intriga y hace que, pese a los excesos, el espectador siga interesado en seguir la historia.
Alguien por ahí dijo que 30 monedas presenta a un De la Iglesia menor, lo cual no es verdad. Hay en ella cosas muy exageradas, pero la verdad es que también abundan los grandes momentos, como el capítulo del espejo.
En octubre se estrena la segunda temporada en HBO.