En 1984, año de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles, cuando la distopía de Orwell nos alcanzaba, hubo varios lanzamientos discográficos que hicieron época: Van Halen, The Cars, Prince, Tina Turner, Wham… el más relevante sin duda fue Born in the U.S.A. de Bruce Springsteen, un disco clásico de los ochenta desde la portada. Pero sonaba a todas horas y en todas partes hasta el hartazgo. Aquel año viví en Los Ángeles con unos primos de Anaheim y ahora entiendo por qué lo metí a la congeladora tanto tiempo, el Jefe era más ubicuo que el Gran Hermano y salía hasta por la regadera. De las doce canciones, siete fueron sencillos top ten de radio y aparecieron cinco videos de alta rotación en MTV. Lo asimilé como una consigna de orgullo allá y luego, al año siguiente, con reticencia por acá.
LO DESCONGELÉ porque este mes cumple cuarenta años y en el eterno retorno a los ochenta, aquellos años me sonaron como su canción “Glory Days”. Fue un álbum complicado de hacer y producir, a Springsteen y sus coproductores, Jon Landau, Chuck Plotkin y el guitarrista Steve Van Zandt, les tomó casi tres años grabar y seleccionar más de noventa canciones de rock, pop, folk y rockabilly. La conceptualización del álbum fue un dolor de cabeza que brincó de las aspiraciones de Springsteen por ser un portavoz de la clase trabajadora y del fracaso de la vida conocida como el Sueño Americano, a un crítico de la guerra de Vietnam y defensor de los derechos de los veteranos que encontraron rechazo e indiferencia cuando regresaron de la guerra. Sobre eso trata el disco y la canción que le dio título, “Born in the U.S.A.”. Pero una de las frustraciones de Springsteen respecto a la canción (el disco y la portada) es que su mensaje de protesta se tergiversó cuando los gringos, influidos por el presidente Ronald Reagan y los republicanos, la convirtieron en un himno patriótico. Encima, el buen Cheech Marín hizo una parodia chicana y pacheca: “Born in East L.A.”, con un video de risa sobre la tragedia de los indocumentados en Los Ángeles.
FUE EL DISCO MÁS POP de Springsteen, el más comercial y su mayor éxito de ventas con treinta millones de copias a golpe de sintetizador, llamado a ser el mejor disco de 1984, de la década, y con el honor de ser el primer cd comercial en Estados Unidos lanzado por cbs y Sony. Además de los éxitos “Dancing in the Dark”, “I’m Going Down”, “Glory Days” y el rockabilly “Working on the Highway”, Born in the U.S.A. tiene sus joyas de la misma categoría de “Atlantic City” en el acústico Nebraska –mi favorito de Springsteen–, como “Downbound Train”, “I’m on Fire” y “My Hometown”.
Un gran disco que tuvo un acompañamiento de primera con la E Street Band de su amigo Steve Van Zandt, quien abandonó la producción por diferencias artísticas con Landau. Y todo envuelto en una portada tan célebre como el álbum, la fotografía de Annie Leibovitz que hemos visto hasta en sueños: Springsteen de espaldas, parado contra la bandera estadunidense, vestido con sus Levi’s 501, playera blanca y gorra de beisbol. Más gringo imposible.