Desde sus inicios Rolling Stone siempre se ha caracterizado por pisotear el prestigio de aquellos a quienes considera sus némesis. Hace unos días ha vuelto a encender la polémica al publicar una actualización de la lista de los 500 Greatest Albums of All Time. La sorpresa es que incluyen títulos que antes no figuraban en su radar. A exponentes de la música latina y de otros géneros que nunca antes habían tomado en cuenta, pese a que varias de las nuevas adiciones tienen más de una década de existencia.
Qué promueve este cambio de fichas. ¿En realidad Rolling Stone está a favor de la pluralidad y la diversidad? La credibilidad de la revista está por los suelos, desde hace mucho tiempo. Y una decisión de esta naturaleza no hace sino erosionarla más. Desde la irrupción del rap y el hip hop, Rolling Stone, que antes había centrado su interés en la música blanca, comprendió que su supervivencia dependía de documentar el nuevo fenómeno musical. Su transformación nunca fue del todo honesta. Había una gran cuota de conveniencia en esta decisión.
En estos tiempos en que la justicia por fin alcanza a las minorías, Rolling Stone pretende reivindicar sus errores del pasado al situar en el número uno a What’s Going On, de Marvin Gaye. Éste desplaza a Sgt. Pepper’s de los Beatles, que antes ocupaba el primer lugar, al puesto 25. A qué clase de criterio obedece. ¿No se supondría que el Sgt. Pepper’s debería estar en el segundo puesto? Abbey Road ocupa el quinto escalón y Revolver, el onceavo. ¿Al final son mejores que Sgt. Pepper’s? ¿Les llevó más de cuarenta años darse cuenta?
La personalidad de Rolling Stone siempre ha sido demasiado pasional hacia aquellas figuras que enjuicia. Muchas de las mejores bandas de la historia les despiertan un amor-odio que no pueden controlar. No dudemos que en el futuro, con otro arrebato de volubilidad, regresen el Sgt. Pepper’s al primer puesto.
Rolling Stones ha desplegado a lo largo de su existencia dos estrategias. La de erigirse en villano. Y la de asumirse como aliado de las causas nobles. Sus bandazos están documentados en Sticky Fingers, de Joe Hagan, la biografia de su director y fundador. Con la actualización de la lista pretende adecuarse a la moral de la época. Pero para su mala fortuna, su ranking ha dejado de tener relevancia.
La iniciativa de Rolling Stone para establecer un canon era ambiciosa
La publicación se ha traicionado tanto que ha perdido todo impacto cultural.
La actualización del conteo era totalmente innecesaria. La única razón para renovarlo puede encontrase en la creciente población latina en Estados Unidos. Lo que promovió la inclusión de Selena, Daddy Yankee, Bad Bunny y Shakira. Lo que refuerza la hipocresía de Rolling Stone. ¿Es la calidad de la música o los consumidores hispanos lo que importa? La nueva lista supone un problema que va más allá de los intereses de la revista. No puedes meter en un mismo saco a Bob Dylan y a los Ramones con Beyoncé y Rosalía. No tienen absolutamente nada que ver.
La primera versión de la lista incluía en su mayoría a ejecutantes de rock. Muy pocos de jazz, por ejemplo. Pero la realidad es que una selección de 500 álbumes es demasiado exhaustiva. Se termina por convertir en anecdótica, más que en referencial. Una antología se entiende como un ejercicio de rigor. Pero al incluir tantos exponentes el juicio se desdibuja. No estoy en contra de las listas. Sí en el criterio bajo el que se realizan. La iniciativa de Rolling Stone para establecer un canon era en principio ambiciosa y arriesgada. Para al final terminar por convertirse en acomodaticia. Y bastante desinformada. Cómo es posible que incluya a Manu Chao pero no a Luis Alberto Spinetta.
La diversidad de la revista sería más auténtica y menos frívola si separara los discos por tradiciones. Pero eso implicaría un reto para el que no están preparados. El desdén que muestran por el jazz es un ejemplo de lo verdaderamente cerrados que son. Organizar por categorías los mejores discos de las distintas eras sería mucho más práctico. Sólo así es posible dimensionar cada género en sus propios términos. Pero eso requiere mucho trabajo de investigación. Y Rolling Stone ha dejado de ser una publicación especializada. Su crisis ya es milenaria. Y ni siquiera este tipo de patadas de ahogado podrá salvarla.