Alzheimer o cómo recordar qué es la amnesia

Redes neurales

Doctor Alois Alzheimer (1864-1915).
Doctor Alois Alzheimer (1864-1915). Foto: Fuente: culturizando.com

Alois Alzheimer, el médico alemán, es considerado un neuropatólogo, es decir, un especialista en el estudio anatómico del cerebro enfermo. Pero es bien sabido que tenía habilidades notables para entrevistar y examinar a los pacientes, y que era partidario de usar principios derivados de la terapia moral de Philippe Pinel, según la cual debía evitarse la restricción física de los pacientes: en lugar de ese método cruel, Pinel y en su momento Alois Alzheimer creían que era posible ganarse la confianza de los pacientes mediante la conversación. Como investigador, Alois tenía amplios intereses, de la epilepsia a la criminología, pero su nombre ha pasado a la historia porque conoció, en 1901, a una mujer llamada Augusta Deter.

Augusta D (así se le conoce) recibió atención neuropsiquiátrica porque presentaba “delirios, olvidos, desorientación, ansiedad, suspicacia y comportamiento disruptivo”.1 Su esposo relató que en un periodo de un año ella había cambiado de forma drástica: no podía realizar las labores del hogar, se volvió muy celosa, decía que los vecinos la molestaban y perseguían. Se quejaba de escuchar voces que nadie más podía oír. “Algunas veces sentía que alguien quería matarla y empezaba a gritar”, escribió Alzheimer en una nota clínica.

El doctor Alzheimer registró el 25 de noviembre de 1901 algunas observaciones sobre el estado intelectual de Augusta D: por ejemplo, ella contestó “Augusta” cuando él solicitó su nombre, pero dio la misma respuesta cuando le solicitó el nombre de su esposo. Esta peculiar forma de olvido se extendía a la escritura, y Alois habló de un “trastorno amnésico de la escritura”. Cuando el doctor le pidió que escribiera el número 8, ella escribió “Augusta”. Probablemente decía una palabra por otra, porque cuando Alois le preguntó qué comía (mientras masticaba carne), ella dijo “espinacas”, y al repetir la pregunta, Augusta contestó “papas” y luego “rábanos”. Cuando el doctor le preguntó su dirección, ella dijo “puedo decírselo. Debo esperar un momento. ¿Qué fue lo que preguntó?”. En su cuaderno de notas, Alzheimer registró detalles que nos permiten reconstruir la escena con claridad: el doctor le muestra una llave, un lápiz y un libro, y ella los nombra correctamente. Al preguntarle Alois qué le enseñó, ella dice: “No lo sé, no lo sé. Es difícil, ¿no? Tan ansiosa, tan ansiosa”.

Durante la enseñanza de la medicina y la neuropsicología, hoy en día los alumnos reciben una mnemotecnia para recordar el cuadro clínico de la enfermedad de Alzheimer: se habla de cuatro letras A.

La primera es la amnesia. En la descripción del caso de Augusta queda claro que ha olvidado no sólo su dirección, sino también la pregunta que se le ha hecho después de un breve lapso de tiempo. En la enfermedad de Alzheimer la pérdida de la memoria es una de las manifestaciones clínicas que se presentan en forma más temprana, incluso muchos años antes de que se realice el diagnóstico.

Las alteraciones patológicas descritas por Alois Alzheimer aparecen muchos años antes de que se diagnostique la enfermedad

Las alteraciones de la memoria observadas en esta enfermedad son muy variadas. Una de las presentaciones iniciales es lo que popularmente se describe como olvidos frecuentes, y que en el lenguaje técnico de la medicina corresponde, al menos en parte, a la incapacidad para almacenar nueva información. En efecto, en la enfermedad de Alzheimer hay un problema de amnesia anterógrada, como la que se observa en los pacientes con lesiones en la estructura cerebral del hipocampo.

Esto se debe a que la enfermedad de Alzheimer es un problema degenerativo que produce muerte celular en la estructura del hipocampo.

Cuando digo que se trata de una enfermedad degenerativa, me refiero a que hay un proceso de muerte acelerada en las células del hipocampo, como si hubiera un envejecimiento cerebral prematuro. Cuando los individuos con la enfermedad mueren y logramos analizar su cerebro mediante estudios de autopsia, encontramos a simple vista que la estructura del hipocampo, en los dos hemisferios cerebrales, ha sufrido una pérdida muy significativa de volumen: entonces decimos que hay atrofia del hipocampo. Mediante estudios microscópicos, Alois Alzheimer reportó en 1906 observaciones que siguen siendo vigentes: en el interior de las células nerviosas encontró lo que se conoce como ovillos o marañas neurofibrilares, y además encontró depósitos anormales de un material peculiar en las capas superiores de la corteza cerebral, lo que ahora conocemos como placas neuríticas, formadas por beta-amiloide.1

Las alteraciones neuropatológicas descritas por el doctor Alzheimer generan muerte de las neuronas del hipocampo, pero este proceso no se restringe a esa estructura. En realidad afecta a toda la corteza cerebral, lo cual ocasiona la aparición de las otras letras A: la apraxia, es decir, la incapacidad para realizar movimientos corporales complejos aprendidos a lo largo del desarrollo; la agnosia, es decir, la incapacidad para reconocer los estímulos que aparecen frente a los órganos de los sentidos. Y la afasia, es decir, la pérdida de las habilidades verbales.

Hoy en día sabemos que las alteraciones patológicas descritas por Alois Alzheimer aparecen muchos años antes de que se diagnostique la enfermedad, y que son consecuencia de múltiples factores. En algunos casos, la enfermedad está determinada genéticamente (tal parece haber sucedido en el caso de Augusta D), como sucede en personas que tienen una mutación en el gen de la presenilina-1, lo cual puede detectarse con precisión incluso cuando el individuo se encuentra en la etapa intrauterina.

Pero en la mayoría de los casos, nuestra capacidad de predicción no es tan eficiente, basada sobre todo en la aparición de síntomas iniciales y en la identificación de factores de riesgo, entre los cuales se cuentan los traumatismos craneoencefálicos (es decir, los golpes en la cabeza que producen alteraciones del estado de alerta), la depresión mayor, enfermedades como la diabetes mellitus y la hipertensión arterial, y de manera muy importante, la falta de escolaridad, actividad intelectual y física. Aunque estamos lejos de tener garantías al tratar de prevenir la enfermedad, lo cierto es que los riesgos de padecerla disminuyen si incluimos en nuestro estilo de vida los cuidados necesarios para no padecer hipertensión y diabetes mellitus, si prevenimos los accidentes y la depresión mayor, si hacemos más actividad intelectual y física. Esto requiere acciones a todos los niveles de la sociedad: desde el esfuerzo personal del individuo hasta el desarrollo de políticas públicas que favorezcan la educación, la actividad cognitiva y física a todas las edades.

Referencia

1 J. Ramirez-Bermudez, "Alzheimer’s Disease: Critical Notes on the History of a Medical Concept", Arch Med Res. 2012. doi:10.1016/j.arcmed.2012.11.008