Mi querida Sinforosa
Al verte la vez primera
Exclamé: buena madera
Para labrar una esposa!
Y desde aquella ocasión
Siento, Sinforosa mía,
De noche como de día,
Un clavo en el corazón.
El amor me agita mucho
Y me da tal comején,
Que me tiene en el vaivén
de un afilado serrucho.
Me he vuelto como un besugo,
Y tan grande es mi penar,
Que no puedo ni labrar
Un desgraciado tarugo.
Para que tanto martillo
No me vaya a trastornar,
He decidido pasar
A nuestro amor el cepillo.
Y te juro a fe de Nuño,
Que cuando esté bien pulido,
Será el amor más lucido,
Dándole barniz de puño.
Depende, pues, de ti sola
Que cese mi desventura,
Si te prestas a que el cura
Nos pase brocha con cola.
El casado paz disfruta
Y cuando unidos estemos,
Los días nos pasaremos
Saca que saca viruta.
Fuente: El hijo del trabajo. Periódico del pueblo, México, 4 de marzo, 1883.