El libro de Fabián Espejel abre con un epígrafe provocador de la poeta australiana Caroline Caddy, uno de cuyos libros se titula así: Antártida (1996).
I
El epígrafe dice: “No son los artistas ni los contadores de historias, sino los exploradores quienes son dueños de la imaginación más salvaje”. El explorador es, ante todo, un individuo que imagina. Antártida, de Fabián Espejel (2023), me recordó La expedición (1962), del sueco Olof Sundman. Es una novela-documento sobre los exploradores polares, igual que el libro del mexicano es poema-documental que echa mano de la historia objetiva, de testimonios y cartas de los aventureros para construir una saga colectiva.
II
Antártida es un poema épico. Narra una guerra inasible contra el frío, la muerte, el miedo, los abismos interiores entretejidos con tramos documentales retocados convenientemente. Hay madejas de experiencias personales amorosas y acaso religiosas, ovillos de monólogos del escritor que se asoma a su propio abismo. Tiene varias capas; bajo la nieve uniforme se encubren, para usar su lenguaje, fósiles o experiencias personales fosilizadas, que sabiamente arman un mueble verbal en apariencia terso, sin fisuras. Los datos de la experiencia concreta del autor o del sujeto elocuente, de los personajes, están pulidos y se ajustan en la prosodia de una suerte de sinfonía. En Antártida, la voz cantante o más bien ululante la tiene el cronotopo atemporal de esa región a través de los siglos. No es un libro de interés estrictamente local o municipal. Hago votos porque se traduzca no sólo al inglés o al francés sino al sueco y al noruego, al finlandés y al islandés, y desde luego al ruso, al chino y al japonés, al lapón y al árabe, al otomí y al tarahumara.
III
La palabra “Antártida” quema como el hielo, arde en la piel como un glaciar. Las cuatro sílabas del título del libro se clavan como agujas heladas en el oído herido por los Cantus Arcticus del compositor finlandés Einojuhani Rautavaara. El movimiento de la tradición y las artes sigue un péndulo que va de lo centrípeto a lo centrífugo. El poema-mosaico, el collage documental y lírico del poeta se inscribe en lo que Gilles Deleuze llamaría la "línea de fuga", el radio que se abre hacia un horizonte sin horizonte, como ese lugar del Polo Sur donde los puntos cardinales se abisman o ensimisman en una noria del tiempo. Decir "Antártida" es decir un territorio donde se conservan como fósiles las prehistorias del planeta, según se ve en estas calas que traigo del “Cajón de sastre” de la revista Istor, escritas por Jean Meyer.
22.12
La filosofía y la religión nos llevan al misterio del tiempo y del cosmos. “Un cambio en el nivel de gases del efecto invernadero congeló la Antártida hace 32 millones de años", cuando había estado libre de hielo durante 150 millones de años. (Paleoceanography, diciembre, 2003).
55.2
El hallazgo del ADN de 3500 especies diferentes en las aguas profundas del lago Vostok en la Antártida confirma la ubicuidad de la vida en todos los nichos del planeta. No se han encontrado los ejemplares en sí, sino sus genes; la mayoría son bacterias u otros organismos unicelulares (Javier Sampedro, El País, 14 de julio, 2013).
68.1
Crónica de una expedición científica por el extremo sur de Chile, en busca del corredor de tierra por el que los dinosaurios llegaron a la Antártida. Descubren rastros de la muerte en masa de cientos de animales por culpa del cambio climático (Nuño Domínguez, El País Semanal, 9 de octubre, 2016).
71.6
Men wanted for hazardous journey. Low wages, bitter cold, long hours of complete darkness. Safe return doubtful. Honour and recognition in event of success. Éste es el anuncio redactado por el explorador irlandés, Ernest Shackleton, para reclutar al equipo de su última expedición, la de 1921, en la que murió. Había participado en la de Scott en 1901-1904, en la propia Antártida; dirigió una en 1908-1909 y otra, en 1914-1917.
IV
Antártida está dividido en secciones: "90º N", de 13 partes; "De latitud variable", de 18 piezas y, "90º S", de 16. La armazón no es casual: transparenta una estructura en espiral que gira sobre sí misma.
V
A Fabián lo conocí gracias a Alicia Reyes. Era un asiduo a su taller literario. Me llamó la atención que leyera el libro póstumo de Paul Valéry, Corona & Coronilla. Nos volvimos a ver. Comprobé que le interesaba Víctor Hugo, pues en un viaje le traje de Francia una compilación de su poesía. Vi surgir desde lejos, como quien se acerca a un continente, el proyecto Antártida, a medida que tomaba forma. Vi que le interesaban en términos estrictamente prosódicos las nuevas formas de comunicación, como Twitter y WhatsApp. Siempre estaba presente en nuestras conversaciones la sombra de Alfonso Reyes y más tarde la de Octavio Paz, así como la poesía contemporánea en inglés.Fabián Espejel tiene una mirada capaz de ver el horizonte, y acaso un poco más allá.