Antología ultratímida

Augusto Monterroso (1921-2003).
Augusto Monterroso (1921-2003). Foto: Fuente: prensalibre.com

VACA

Cuando iba el otro día en el tren me erguí de pronto feliz sobre mis dos patas y empecé a manotear de alegría y a invitar a todos a ver el paisaje y a contemplar el crepúsculo que estaba de lo más bien. Las mujeres y los niños y unos señores que detuvieron su conversación me miraban sorprendidos y se reían de mí pero cuando me senté otra vez silencioso no podían imaginar que yo acababa de ver alejarse lentamente a la orilla del camino una vaca muertita sin quien la enterrara ni quien le editara sus obras completas ni quien le dijera un sentido y lloroso discurso por lo buena que había sido y por todos los chorritos de humeante leche con que contribuyó a que la vida en general y el tren en particular siguieran su marcha.

EL ECLIPSE

Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

—Si me matáis —les dijo— puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.

Obras completas (y otros cuentos)

Quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo

EL MONO QUE QUISO SER ESCRITOR SATÍRICO

En la Selva vivía una vez un Mono que quiso ser escritor satírico.

Estudió mucho, pero pronto se dio cuenta de que para ser escritor satírico le faltaba conocer a la gente y se aplicó a visitar a todos y a ir a los cocteles y a observarlos por el rabo del ojo mientras estaban distraídos con la copa en la mano.

Como era de veras gracioso y sus ágiles piruetas entretenían a los otros animales, en cualquier parte era bien recibido y él perfeccionó el arte de ser mejor recibido aún.

No había quien no se encantara con su conversación y cuando llegaba era agasajado con júbilo tanto por las Monas como por los esposos de las Monas y por los demás habitantes de la Selva, ante los cuales, por contrarios que fueran a él en política internacional, nacional o doméstica, se mostraba invariablemente comprensivo; siempre, claro, con el ánimo de investigar a fondo la naturaleza humana y poder retratarla en sus sátiras.

Así llegó el momento en que entre los animales era el más experto conocedor de la naturaleza humana, sin que se le escapara nada.

Entonces, un día dijo voy a escribir en contra de los ladrones, y se fijó en la Urraca, y principió a hacerlo con entusiasmo y gozaba y se reía y se encaramaba de placer a los árboles por las cosas que se le ocurrían acerca de la Urraca; pero de repente reflexionó que entre los animales de sociedad que lo agasajaban había muchas Urracas y especialmente una, y que se iban a ver retratadas en su sátira, por suave que la escribiera, y desistió de hacerlo.

Después quiso escribir sobre los oportunistas, y puso el ojo en la Serpiente, quien por diferentes medios —auxiliares en realidad de su arte adulatorio— lograba siempre conservar, o sustituir, mejorándolos, sus cargos; pero varias Serpientes amigas suyas, y especialmente una, se sentirían aludidas, y desistió de hacerlo.

Después deseó satirizar a los laboriosos compulsivos y se detuvo en la Abeja, que trabajaba estúpidamente sin saber para qué ni para quién; pero por miedo de que sus amigos de este género, y especialmente uno, se ofendieran, terminó comparándola favorablemente con la Cigarra, que egoísta no hacía más que cantar y cantar dándoselas de poeta, y desistió de hacerlo.

Después se le ocurrió escribir contra la promiscuidad sexual y enfiló su sátira contra las Gallinas adúlteras que andaban todo el día inquietas en busca de Gallitos; pero tantas de éstas lo habían recibido que temió lastimarlas, y desistió de hacerlo.

Finalmente elaboró una lista completa de las debilidades y los defectos humanos y no encontró contra quién dirigir sus baterías, pues todos estaban en los amigos que compartían su mesa y en él mismo.

En ese momento renunció a ser escritor satírico y le empezó a dar por la Mística y el Amor y esas cosas; pero a raíz de eso, ya se sabe cómo es la gente, todos dijeron que se había vuelto loco y ya no lo recibieron tan bien ni con tanto gusto.

Leones.
Leones. ı Foto: Especial

MONÓLOGO DEL MAL

Un día el Mal se encontró frente a frente con el Bien y estuvo a punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula; pero al verlo tan chico el Mal pensó:

“Esto no puede ser más que una emboscada; pues si yo ahora me trago al Bien, que se ve tan débil, la gente va a pensar que hice mal, y yo me encogeré tanto de vergüenza que el Bien no desperdiciará la oportunidad y me tragará a mí, con la diferencia de que entonces la gente pensará que él sí hizo bien, pues es difícil sacarla de sus moldes mentales consistentes en que lo que hace el Mal está mal y lo que hace el Bien está bien”.

Y así el Bien se salvó una vez más.

Un día el mal se encontró frente a frente con el bien y estuvo a punto de tragárselo para acabar de una buena vez con aquella disputa ridícula

LA OVEJA NEGRA

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.

Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

La Oveja negra y demás fábulas

La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo.

TE CONOZCO, MASCARITA

El humor y la timidez generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción. El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo.

PELIGRO SIEMPRE INMINENTE

Por divertirse, escribe en broma tres cuartillas de falsa exégesis de una octava de Góngora. Acumula, atribuidos a un crítico de provincia, disparate tras disparate. Pasa todo en limpio. Está seguro de que cuantos lo vean no podrán contener la risa. De cuatro escritores amigos suyos a quienes muestra su trabajo, uno comprende la broma de principio a fin. Dos, aleccionados por su advertencia, pescan la cosa en un treinta por ciento, y medio sonríen, cautelosos. El último toma todo enteramente en serio, hace dos o tres observaciones por salir del paso, y él se llena de vergüenza.

Escribe en serio una nota en la que aclara de una vez por todas el sentido de la llamada “estrofa reacia” de Góngora (erizo es el zurrón de la castaña). La somete a sus cuatro amigos. El primero niega la validez de la tesis; los otros tres se ríen divertidísimos, y él se llena de vergüenza.

Movimiento perpetuo

Una poesía madura.
Una poesía madura. ı Foto: Especial

SIETE AFORISMOS Y DICHOS DE EDUARDO TORRES

Amor: El amor es mientras todavía no lo es del todo. ~ Notesblock, lunes.

Brevedad de la vida: Si como se ha llegado a acortar las distancias se llegara a acortar el tiempo, se lograría hacer más corta la vida y recorrerla en menos años. ~ Conversación con Guillermo Haro, s. f.

Dios (1): Si Dios no existiera habría que inventarlo. Muy bien, ¿y si existiera? ~ El Heraldo, “Agnósticos de aldea”.

Enanos: Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. ~ Carta a José Durand.

Juicio de valor: Existe un falso concepto de los falsos conceptos, toda vez que cuando un falso concepto deja de serlo se convierte por ello mismo en verdadero, demostrándose así la injusticia cometida por aquellos que lo tuvieron por falso y no sólo por concepto, ajeno a toda connotación moral o religiosa (falsa o no). ~ Carta a Luis Villoro.

Poesía: Nuestra poesía, como nuestro tenis y algunos aspectos de nuestro crecimiento demográfico, es ya afortunadamente una poesía madura (ver ilustración), de la que aún pueden esperarse magníficos partos, por dolorosos que éstos sean. ~ Carta a José Emilio Pacheco.

Unir esfuerzos: En San Blas muchos políticos esencialmente estúpidos o ladrones sólo esperan el momento de alcanzar el poder para combinar estas dos cualidades. ~ El Heraldo, “Todo consiste en llegar”.

Lo demás es silencio

¿Qué hace que uno deje de pronto de escribir? Contesté sin vacilaciones, como lo hace uno cuando responde a una pregunta cuya respuesta no existe

DEJAR DE ESCRIBIR

Después de proponerlo por teléfono y de una cancelación debida o achacada a la lluvia vino a almorzar mi amigo, escritor y periodista, como de costumbre obsesionado por el tema de la melancolía y la depresión, que se propone a sí mismo como fondo de una novela, de un cuento, de algo que no dejó muy preciso. Naturalmente, nos referimos a Robert Burton y su Anatomía de la melancolía, y yo recordé a Tristram Shandy y a Yorick y al Laurence Sterne del Viaje sentimental, pues por supuesto hablamos también de viajes y de otros países, lejanos y cercanos. Le entrego la cuartilla que me había pedido para un sondeo con la cuestión de por qué un escritor deja de escribir, o un pintor de pintar, etcétera.

El asunto da para más de una cuartilla, pero parece ser que ésa es en la actualidad la medida ideal, según los encuestadores, para responder a cualquier pregunta sobre no importa lo que sea. Por pura casualidad, hoy mismo había contestado, dentro de la misma medida, otra de los Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brésilien (Caravelle), de la Universidad de Toulouse, sobre en qué forma han influido en mí las circunstancias sociales, culturales y políticas en que vivo o he vivido, para responder lo cual había tardado mes y medio. Más interesante me parece el otro cuestionamiento: ¿Qué hace que uno deje de pronto y para siempre de escribir, de pintar o de componer música? A esto contesté pronto y sin vacilaciones y razonada y claramente, como siempre lo hace uno cuando responde a una pregunta cuya respuesta no existe.

SEGURO

Entre más tontos, más audaces.

LA HUIDA INÚTIL

Apenas ahora empiezo a darme cuenta de que mi vida se ha deslizado entre fuerzas absurdas que no puedo dominar, a saber: el miedo infantil a los adultos; la indecisión cuando la decisión no importa; la duda cuando la certeza da lo mismo; el temor a ver lastimada mi vanidad, que huye siempre bajo un disfraz de indiferencia; el falso entusiasmo ante obras ajenas mediocres, dictado por el deseo de agradar y de ser perdonado por algo que todavía tengo que averiguar qué es.

La letra e

* Reproducimos estos pasajes por cortesía de Herederos de Augusto Monterroso, a través de International Editors CO. D.R. © Augusto Monterroso, 1959; 1969; 1972; 1978; 1986; Herederos de Augusto Monterroso, 2021.

Los dibujos de las páginas 4 y 5 provienen de la primera edición de Lo demás es silencio, Joaquín Mortiz, México, 1978.