PRESENTACIÓN Y TRADUCCIÓN
GUILLERMO DE LA MORA IRIGOYEN
Los epistolarios también tienen la posibilidad de ser literatura. Sobre todo cuando se cartean personajes tan particulares como el aforista rumano Emil Cioran (1911-1995) y el poeta suizo Armel Guerne (1911-1980). Dos perfiles tan cercanos como opuestos: Cioran era un flâneur y un esteta escéptico, mientras que Guerne era un místico amante de la vida bucólica que pasó gran parte de su vida adulta en un molino medieval reconstruido con sus propias manos.
Los unía, sin embargo, la intención de vivir bajo sus propias reglas, sin olvidar que esto es muchas veces imposible. Ninguno de ellos hizo fortuna de sus libros, ni la notoriedad llegó a su puerta (pues hicieron lo posible por ahuyentarla). Eran ambos una suerte de freelancers del siglo XX, pues evitaron de por vida trabajos con horario de oficina. Vivían de proyectos editoriales marginales, de becas heterodoxas, de traducciones (sobre todo Guerne), de artículos o ensayos lapidarios (sobre todo Cioran), de algunos premios y en ocasiones del trabajo de sus compañeras de vida. Compartieron también una juventud ajetreada por la Segunda Guerra Mundial (en bandos opuestos) y la complicidad de sus mujeres en su vida adulta. En sus cartas, las esposas de cada uno de ellos suelen dejarse notas, o simplemente se dirigían la misiva a ambos desde el principio. Evidentemente, también estaban unidos por el amor a la literatura, que en muchas ocasiones expresaban de manera irónica. Ninguna obra o personalidad literaria se encontraba a salvo de su sarcasmo: clásicos, contemporáneos, ellos mismos...
Menos conocido que su corresponsal, Armel Guerne trabajó con el servicio secreto británico durante la Segunda Guerra Mundial, para luego ingresar en la resistencia francesa. Lo capturó la Gestapo y pudo evadirse antes de ser enviado al campo de concentración de Buchenwald. Después de la guerra se dedicó a la traducción literaria en diversos idiomas: alemán, inglés, griego, latín, chino y japonés. En 1962, André Bretón editó su ensayo Les romantiques allemands (Los románticos alemanes) lo cual le otorgó cierta notoriedad en el medio intelectual. Publicó más de veinte poemarios, así como múltiples traducciones de Novalis, Rilke, Hölderlin, Kleist, los hermanos Grimm, Melville, Shakespeare, Stevenson, Woolf, Lao Tse, Kawabata y Las mil y una noches.
Su correspondencia con Cioran deja en claro que existía un profundo cariño y admiración mutua. Con su lectura acompañamos a estos personajes en su vida cotidiana, en los eventos que todos los mortales debemos enfrentar (enfermedades, humillaciones, éxitos, deudas, accidentes y risas) y la manera en que lidiaron con ellos. En el fondo, estas cartas muestran un aspecto humano que es difícil encontrar en sus obras y nos ayuda a comprenderlos con mayor profundidad. Además, hay música y lágrimas. ¿Qué más se puede pedir?
31 de agosto, 1961
Querido Cioran:
Usted no me ha escrito todavía. Hace bien, pues yo mismo no lo he hecho y esto constituye un equívoco de mi parte. Pero tiene una explicación: he pasado los meses más felices de mi vida. El molino1 es un lugar maravilloso: mis primeras diez semanas de soledad han estado dedicadas a cemento, mortero, yeso, madera, piedra y hierro. He vivido esta temporada sin luz eléctrica ni agua corriente, levantándome y acostándome con el sol. Mme. Guillemin2 pasó por su casa en mayo y en junio, sin poder encontrarlos (quería enseñarles unas fotos para mostrarles cómo iba quedando todo, con la esperanza de emocionarlos para que vinieran a visitarnos). En fin, entenderá mi silencio porque los hombres alegres odian la escritura y se contentan con el pensamiento de su corazón.
Le enumero todos estos pretextos para tratar de justificarme, aunque estoy seguro de que usted ya me ha perdonado. No he abierto siquiera un periódico ni un libro desde que estoy aquí y el mundo está en paz porque no sé nada de él, solamente que está jodido (con eso tengo de sobra). Así que escúchenme bien ustedes dos: todo lo que han visto hasta ahora no es nada, todo lo que han amado y deseado es insignificante. TIENEN que venir aquí para ver y dejarse invadir por esta paz majestuosa. Es imposible que esto no suceda, pues de lo contrario dejaré de amarlos. Es increíble, nos lo decimos a nosotros mismos cada día, en todo momento. Sin embargo, es una realidad. Nos preocupamos, nos preguntamos cómo hemos podido recibir esta gracia... nos horroriza pensar que algún día hemos de regresar a París.
Desde mañana (luego de casi seis meses) regreso a Shakespeare.3 Regreso por lo tanto al odiado papel y a la escritura, la más infame y perniciosa de todas las enfermedades. De esto estoy muy seguro. ¡Un tipo normal, sano y fuerte debería hacer otras cosas más importantes en esta tierra que mostrarse inteligente! Las pocas personas con las que hemos tenido contacto son formidables y el cielo es un descanso de este mundo. Aquí hemos aprendido el significado de los buenos días: días de la creación revelada, espléndida y paciente. Elementos que solamente las “creaciones” humanas y sus apestosas escorias que llamamos civilización pueden echar a perder.
El viento, caballero, es un señor mucho más interesante que todos nuestros bastardos ambiciosos. Aquí no escucho más que el yunque del herrero y las campanas de la iglesia que resuenan al cenit del mediodía, cuando nuestros estúpidos péndulos legales marcan la una de la tarde.
Tengo que contárselo: luché con la tierra y las piedras a brazo partido. Junto a una carretilla, sudé y sudé hasta encontrar la tranquilidad. Tenía una meta que realizar y la logré, el molino es uno de los lugares donde estos milagros se manifiestan. Este molino se impone a un paisaje desconocido, fraternal, que no termina más que cuando la mirada se pierde en el horizonte en cualquier dirección. Es posible, se lo juro, observar el amanecer o el ocaso incluso de espaldas. Los atardeceres duran horas enteras. En cuanto a la colina sobre la cual fue construido el pueblito con su enorme iglesia, está literalmente conformada por muertos: al excavar quince o veinte centímetros en el suelo de esta área (salvo nuestro terreno, que es tierra traída de otra parte) pueden encontrarse esqueletos muy cerca de la superficie, sin féretro alguno. El cráneo generalmente descansa sobre una ligera almohadilla de barro. ¿Serán monjes, víctimas de la peste, soldados de la guerra de los Cien Años o alguna consecuencia de las guerras de religión? Cualquiera que sea su origen, le otorgan al suelo una paz inmensamente merecida. Puede sentirse de ellos algo parecido a un bálsamo, a una caricia.
Cuando vengan a visitarnos se darán cuenta de que este lugar es demasiado bello para nosotros solos y nuestros amigos son demasiado pocos para que no lo gocen. ¡Es un deber! Así podrán tomar su parte de milagro. (Para mí, los amigos son aquellos individuos de noble estirpe a quien no se les escribe, cuando no se escribe). Al contarlos, son muy pocos.
Así que piensen en nuestra invitación. Si no hay manera de hacerlo este año, prométanme que compartirán un poco de su vida con nosotros el año que viene. Hágannos un espacio. En cuestiones prácticas, sólo se trata del trayecto París-Burdeos y de allí a Marmande (a una hora y media), donde yo pasaría por ustedes. El vino es bueno (imposible encontrarlo más natural) y también hay frutas muy diversas en la región. Contamos con gas, agua corriente (caliente y fría), así como electricidad. También tenemos un granero donde recibimos a quienes queremos... Poseemos a su vez unas jetas lo suficientemente hoscas para espantar a los curiosos, turistas y otros visitantes que llegan los domingos o durante las vacaciones pagadas. Honestamente, nosotros vivimos unas vacaciones robadas, no pensamos regresar antes de octubre.
¿Cuándo nos vemos?
Vuestro: A. Guerne
Mme. Guillemin, la recién tourtresiana, les envía cálidos abrazos.
París, 18 de septiembre, 1961
Querido Guerne:
Al leer su carta, mensaje de otro mundo, me cuesta mucho imaginar el molino que me describe en esta tierra. Usted mismo me da la impresión de ser una figura mitológica, más precisamente un maravilloso desertor, lejano e inaccesible. No encuentro nada en mí que me permita comprender la suerte de la que goza. Júzguelo usted mismo: pasamos unas vacaciones funestas en Santander, donde Simone y yo nos albergamos en casa de un obrero, un apartamento de interés social. Apenas llegué, caí enfermo: sinusitis, etcétera... Un especialista local me obligó a tomar un tratamiento en una estación termal a treinta kilómetros de allí. Me aburrí y deprimí en los trayectos de cuatro horas por día en un tren-tortuga que era apenas un poco más reciente que las cuevas vecinas de Altamira. Pero el mayor inconveniente fue el espectáculo de los tenderos franceses que llegaban por decenas de miles, junto con el ruido de sus radios y sus caras de ganado vacuno. En medio de aquel infierno, tomamos el fin de las vacaciones como una salvación. Simone se fue una temporada con su familia y yo llegué el 10 de agosto a París con alegría, con eso le digo todo. Lo que me ha levantado un poco el ánimo son los “acontecimientos”.4 Por lo menos, en lo que a esto respecta, hay esperanza.
Este molino se impone a un paisaje desconocido que no termina más que cuando la mirada se pierde en el horizonte en cualquier dirección. Es posible observar el ocaso incluso
de espaldas. Los atardeceres duran horas
Les envío a usted y a Madame Guillemin todos mis buenos deseos:
Simone y Cioran
P. S. ¿Sabe usted que La noche despierta 5 tiene un admirador apasionado en Santander? Es un farmacéutico...
París, 29 de septiembre, 1961
Mi querido Guerne:
En definitiva, el Molino se encuentra demasiado lejos. Ya lo sabía, aunque soy más consciente de esto ahora, después de comprender que me resulta imposible ir por el momento. ¿Cuándo encontraré una semana sin compromisos? Como todos los ociosos, me encuentro en una dependencia terrible. Para vivir como yo lo hago, sin oficio preciso, tengo que encontrarme con muchas personas, agitarme para simular actividad y eficiencia a los dioses que presiden mi destino. Llego a lograrlo, pagando por supuesto con mi libertad, a la que precisamente intentaba salvar.
También hay otra razón, más seria aún, que me tiene anclado a París. Simone ha sido nombrada profesora de Khagne6 y se encuentra repleta de trabajo. Esto quiere decir que yo tengo que encargarme de las responsabilidades de nuestro modesto cuchitril. Darme unas vacaciones en estas circunstancias sería un acto de cinismo que, a pesar de mi herencia balcánica, no me siento capaz de realizar.
Grandes abrazos de todo corazón a ustedes dos:
E. M. Cioran
El Molino Viejo, 30 de octubre, 1961
Mi querido Cioran:
Usted me dice que vivo en una soledad invencible. Esto que puede servir como estandarte para agitarse gallardamente bajo el sol, puede también caer en el fango y llenarse de sangre e infortunio. Madame Guillemin está en el hospital de Marmande desde el jueves pasado con el fémur y pulgar rotos, además de una herida en la cuenca del ojo. La herida es muy grave y la operan mañana. Van a ponerle hilo metálico y quedará hospitalizada al menos cuarenta días. Al final serán sesenta u ochenta días de convalecencia, a los que habrá que añadir de tres a seis meses de rehabilitación. Esto si todo va bien. El accidente fue de lo más estúpido posible. El volante se bloqueó con el seguro antirrobo al salir de una curva y nos impactamos con un árbol. Todo el impacto lo recibió el lado derecho. Ella estaba en el lado derecho. Los daños van más aún de lo comprensible e imaginable.
Yo iba conduciendo máximo a unos cuarenta y cinco kilómetros por hora. Exceptuando un ojo morado, yo que estaba atrás del volante, no tengo ni un rasguño. Salí disparado después del accidente y sujeté el auto (que estaba semivolcado a causa de un talud) durante veinte minutos mientras llegaba ayuda. La pobre Guillemin llegó al hospital dos horas y media después del accidente. Está a veintidós kilómetros del molino. Como puedo, voy a verla todos los días (no pasa un autobús por aquí, pero las personas son muy amables). Me es muy difícil soportar todo esto. Lloro. No puedo dormir. No como. Me regaño. Y se supone que debo trabajar al menos cien versos de Shakespeare por día. ¿Cómo sería posible? Las implicaciones materiales de esto son catastróficas. El invierno será especialmente duro, aunque también la primavera lo será. Ella no podrá subir las escaleras del molino.
¡Ah! Fuimos tan felices. Si no me dan ese jodido Premio católico por Testamento, estaré perdido.7 ¡Pobre! ¡Pobre! ¡Pobre!... Invenciblemente solo, pero desgarrado y no exento de culpa.
Aquí, la prueba.
Armel
París, 22 de octubre, 1962
Mi querido Guerne:
¿Cómo sigue su mano? Este Molino no ha dejado de prodigarnos sorpresas y alimentar nuestra preocupación. Con pequeños y grandes accidentes, tienen que pagar por la alegría que les otorga. De cualquier manera, personas como nosotros no podemos ser impunemente felices. Vivir como ustedes lo hacen es un desafío directo a los dioses. Era inevitable y normal que ustedes llevaran una vida solitaria, oscilando entre la maldición y la alegría. Incluso hay que agregar que la primera corresponde más a una exigencia secreta de vuestra naturaleza. Es por esta razón que considero que usted se encuentra a pesar de todo, en concordancia con nuestro tiempo. Únicamente un contemporáneo podría escribir lo que leí en su última carta: “Sólo se puede escribir sobre el futuro, pero ni eso tenemos”. Esta frase, con todo lo que tiene de fulgurante y definitiva a la vez, me persigue: expresa con exactitud lo que siento frente a este mundo del cual no puedo liberarme, a pesar del horror que me inspira. Yo también soy un contemporáneo, hijo de lo abominable, asqueado y fascinado por el callejón sin salida, sobre el cual, para completar su sentencia, es imposible e inútil escribir.
Abrazos,
E. M. Cioran
Tengo la impresión de que Madame Guillemin va muy bien. Ella se ha salvado por el esfuerzo y voluntad de ambos, lo que es bello y reconfortante.
París, 21 de marzo, 1963
Mi querido Guerne:
Sin duda alguna, un día de estos iré a visitarlos al Molino, pero me resulta imposible precisar cuándo. [...] Me enteré de que preparan a Lao-Tse en varias casas editoriales.8 ¡Dese prisa! El taoísmo se ha vuelto una necesidad para el mundo de hoy y no me sorprende: los acelerados y ansiosos deben sentir alguna nostalgia de la quietud, sin mencionar su desilusión por el cristianismo. ¡Va a ofrecerles un producto de reemplazo! Por ser usted un católico, será acto de apostasía.
Me da gusto saber que Mme. Guillemin ya puede caminar sola. De aquí al verano, seguramente ya podrá recorrer un kilómetro.
Toda mi amistad para ustedes dos.
E. M. Cioran
París, 30 de abril, 1963
Mi querido Guerne:
Las noticias que me hace llegar son muy tristes. Imagino la impaciencia y la exasperación de Mme. Guillemin ante una mejora apenas perceptible de su estado de salud. También conozco bien los inconvenientes que la primavera puede acarrear, los sufro yo mismo. Cuando uno se vuelve reumático, lo es para la eternidad.
Me parece que usted minimiza los problemas que pueden causarle respecto a su departamento.9 ¿Sabe usted que pueden terminar por sacarlo de allí? Hay compañías que pueden probar (con la nefasta colaboración de la portera) que usted no vive desde hace dos años aquí. Si esto sucediera, usted toma el riesgo de quedarse sin contacto con París (algo que parece extraordinario, pero sólo en abstracción). En el estado en el que se hallan las cosas, creo que es necesario que usted tome una decisión rápida y dolorosa. Es decir, regresar a su departamento lo antes posible, aunque sea por unos meses. Si lo expulsan, usted pierde una fortuna. Además, encontrar un nuevo departamento en París le será más difícil que obtener el Premio Nobel... Considere que no existe ninguna acción legal para justificar una ausencia ininterrumpida de dos años. No olvide que algunas personas pueden hacer buen dinero a sus expensas, así que no cejarán para lograrlo.
Considero mi deber el prevenirlos sobre este asunto,
E. M. Cioran
Me es muy difícil soportar todo esto. Lloro. No puedo dormir. No como. Me regaño. Y se supone que debo trabajar al menos cien versos de Shakespeare por día. ¿Cómo sería posible? Las implicaciones materiales de esto son catastróficas
Agrego esta nota —por primera vez— pues estoy de acuerdo con Cioran. Sean prudentes en este tema. Les envío mis mejores deseos a usted y a Madame Guillemin.
Simone
Fuente > E. M. Cioran et A. Guerne, Lettres 1961-1978, L’Herne, París, 2011.
Notas
1 Se refiere al molino situado en Tourtres (Lot-et-Garonne) que el mismo Guerne restauró para habitar en él desde 1961. (N. del T.).
2 Compañera de Armel Guerne, quien estuvo con él en esta aventura. (N. del T.).
3 Guerne tradujo poemas y sonetos de Shakespeare, publicados en 1964.
4 Se refiere probablemente a la guerra de Algeria, que cesará al año siguiente con la independencia de este país del dominio colonial francés. (Nota del compilador Vincent Piednoir a la correspondencia).
5 La nuit veille (La noche despierta) es un ensayo sobre el fenómeno del sueño, publicado por Guerne en 1954. (N. del T.).
6 Se trata de un programa incluido dentro de la educación francesa que sirve para preparar a los estudiantes de humanidades de alto rendimiento después de terminar sus estudios medios superiores.
7 Se refiere a su obra Testament de la perdition (1961). Guerne no ganó el premio que menciona, que necesitaba para salir de los apuros económicos generados por este accidente. Sin embargo, Cioran junto con Gabriel Marcel y otros escritores realizaron una colecta para ayudar a la pareja. (N. del T.).
8 Guerne tradujo y publicó una versión del Tao Te King en 1963.
9 Cioran se refiere al apartamento parisino de Armel Guerne y Mme. Guillemin. Lo utilizaban como residencia secundaria, pero debido a la especulación inmobiliaria terminaron por perderlo definitivamente en un juicio en 1964. (N. del T.).