El pasado miércoles 2 de marzo, dos obras del artista urbano sumaron siete millones de libras en subasta. Ambas pertenecían a Robbie Williams, el cantante de pop británico y reconocido coleccionista de su controvertido coetáneo. La venta fue llevada a cabo a través de la casa de subastas Sotheby’s, la cual comparte una larga historia con el grafitero Banksy y ha hecho resurgir la conversación en torno a la forma como valoramos las expresiones artísticas callejeras.
Desde que Sotheby’s anunció la presencia del creador en la subasta Now Evening, de marzo 2022, reconoció que se trataba de un hito importante, por un lado, al conjugar a dos iconos de la cultura popular británica y, por el otro, al tratarse de obras que representan momentos emblemáticos en la trayectoria de Banksy, con lo que además reflejan la intrincada relación entre su arte y su activismo político.
Una de esas imágenes emblemáticas es Girl with Balloon (Niña con globo), que alcanzó 2.8 millones de libras, cifra que no sorprende a la luz de su popularidad. No sólo es una de las imágenes más conocidas del siglo XXI, sino que en una encuesta llevada a cabo en 2017 en el Reino Unido fue votada como la obra de arte británica más querida de la historia. Se trata de una niña en blanco y negro que echa a volar un globo rojo en forma de corazón. Apareció por primera vez en 2002 bajo el Puente de Waterloo, en Londres. El artista la volvió a reproducir en 2004 en el barrio de Shoreditch, al este de la capital inglesa, zona famosa por su arte urbano. En 2003, a partir de la popularidad de la pieza, Banksy comenzó a vender impresiones firmadas y certificadas a través de su empresa de autentificación: Pest Control. La versión subastada y que perteneció a Williams está reproducida sobre una lámina de metal; se fechó en 2006.
Por su parte, Vandalised Oils (Choppers), (Óleos vandalizados, Helicópteros), vendida en 4.4 millones de libras, es parte de una serie de copias de obras consideradas clásicas e intervenidas por Banksy utilizando grafiti. Formó parte de una colaboración con el Museo de Bristol, ciudad de la que Banksy es oriundo —una de las pocas certezas que tenemos cuando de su biografía se trata. El resultado fue la exposición de 2009 titulada Banksy vs. Bristol Museum, en la cual colocó cien piezas entre la colección permanente del recinto con su característico humor cargado de ironía y crítica social. Bajo la mirada del elusivo creador, todo en el museo, incluida la propia institución, se volvía un absurdo. Esta pieza subastada la produjo en 2005 y muestra dos helicópteros pintados con aerosol sobrevolando una idílica escena campestre; es del pintor barroco franco-italiano Claudio de Lorena. De acuerdo con el sitio de Sotheby’s, la imagen refleja el activismo de Banksy contra la guerra de Irak y está inspirada en la película Apocalypse Now.
DEL AEROSOL AL MARTILLO
Ésta no es la primera vez que la obra de Banksy pasa por el martillo. Varios óleos vandalizados que realizó para la muestra de Bristol han sido vendidos por cuantiosas sumas a lo largo de los años, en las casas de subasta más prestigiosas del mundo. Subject to Availability (Sujeto a disponibilidad) es uno de ellos, subastado en 2021 por Christie’s. En él, la intervención de un pacífico paisaje pintado por Albert Bierstadt en 1890 llama nuestra atención a los efectos del cambio climático al agregarle la leyenda “Sujeto a disponibilidad por tiempo limitado”. Otros casos de Vandalised Oils subastados son Devolved Parliament (puede traducirse como Parlamento empeorado): la imagen muestra al Parlamento británico tomado por simios y en 2009 alcanzó la cifra de 9.9 millones de libras en una subasta de Sotheby’s, además del famoso Autorretrato a la edad de 63 años de Rembrandt, al que Banksy le pintó ojos, también para la exposición de 2009, y que en 2014 se vendió por poco menos de 400 mil libras en la casa de subastas Phillips. Sin embargo, la subasta más memorable de Banksy sucedió en 2018 cuando precisamente otra reproducción de su entrañable Niña con globo se autodestruyó al momento en que sonó el martillazo final. La imagen hecha trizas de la niña y su globo dio la vuelta al mundo y dejó más de una ceja arqueada. Inmediatamente, el autor subió un video a sus redes sociales mostrando el proceso de instalación de una pequeña trituradora dentro del marco, asegurando que lo hizo para activarlo en caso de que fuera subastada.
A raíz de lo que muchos percibieron como otra más de sus artimañas, en la opinión pública se volvió a desestimar el talento y la legitimidad de Banksy, e incluso de todos los artistas urbanos. Se repitió entonces la añeja noción de que su obra no sigue los cánones de lo que supuestamente debe ser Arte. Esas posturas lo único que demuestran es un profundo desconocimiento del tema.
Un pretexto utilizado para devaluar el trabajo de artistas urbanos es que se basa en el método del stencil o estarcido.
Al ser un método de reproducción fácil, frecuentemente creado a partir de fotografías, algunos creen que no produce un arte serio
Un pretexto que es utilizado a menudo para devaluar el trabajo de artistas urbanos, y en particular el de Banksy, es que se basa en el método del stencil o estarcido. Al ser un método de reproducción fácil, frecuentemente creado a partir de fotografías, algunos piensan que no produce un arte serio, pues carece de lo que consideran suficiente calidad técnica o maestría formal. Sin embargo, el estarcido es probablemente la técnica más antigua en la historia del arte. Desde que los humanos prehistóricos posaron sus manos sobre los muros de una cueva para inmortalizar su huella, lo que hicieron fue un estarcido. En el caso particular de Banksy, es considerado una de las figuras que revivió esta técnica ancestral en el contexto del arte urbano británico.
¿ARTE CON MAYÚSCULA?
Otra crítica fácil que se le hace al grafitero es que al usar copias (imágenes de otros artistas o tomadas por fotógrafos) pierde originalidad y, por lo tanto, sus piezas pierden valor como obras de Arte. Sin embargo, las citas siempre han estado presentes en la historia de las artes y existen numerosos ejemplos de grandes maestros para demostrarlo. Quizá el caso más famoso es el de Marcel Duchamp, antecedente directo de Banksy, quien en 1919 intervino una reproducción de la famosa Mona Lisa, de Da Vinci, con bigote y las siglas L.H.O.O.Q, que en francés parecen decir “Ella tiene el culo caliente”. Más allá de la desacralización del arte que Banksy toma prestada del dadaísta, el uso de técnicas de reproducción fotográfica también tiene una larga tradición y la vemos desde los lienzos de Johannes Vermeer, trazados gracias al uso de una cámara oscura (primer antecedente de la cámara fotográfica), hasta los murales de David Alfaro Siqueiros, muchos basados en copias de fotografías.
En el rechazo a la obra de Banksy aparece también a menudo la noción de que existe un Arte con A mayúscula, una idea ya muy superada. Quizá la forma más sencilla de resumirlo la ofreció José Jiménez cuando declaró en su clásico Teoría del arte que “el arte es todo lo que los hombres llaman arte”. Dicho de otra forma, a lo que se refiere el filósofo español es que el momento en el que una institución del sistema de arte valida algo como arte, podemos afirmar que lo es. Este criterio aplica muy claramente al caso de Banksy, pues en el momento en el que una casa de subastas como Sotheby’s o un museo como el de Bristol venden y exhiben su trabajo lo convierten de inmediato en una obra de arte.
Más importante aún, a través de estas acciones, que podrían ser llamadas tácticas de guerrilla artística, Banksy logra subvertir el sistema desde dentro. Lo mismo sucedió en aquella exposición en el Bristol Museum en la que modificaba constantemente las piezas irrumpiendo en el museo de noche —se dice que de modo ilegal, aunque es poco probable—, para hacer nuevas intervenciones sobre las mismas o cambiar su ubicación dentro de las salas. En términos de marketing fue una estrategia genial, pues causaba un revuelo constante que mantenía al público enganchado, alcanzando alrededor de 300 mil visitas. En parte, el éxito publicitario se dio gracias a que generaba expectativa sobre la posibilidad de que el anónimo artista fuera desenmascarado por el personal de seguridad del museo.
Con los óleos vandalizados y las intervenciones en el Museo de Bristol, Banksy puso de cabeza el concepto mismo de museo
Además de reafirmar su talento para posicionar su propia marca, lo que Banksy en realidad demostró es que pocos entienden mejor que él la historia y, sobre todo, el mercado del arte. Con los óleos vandalizados y las constantes intervenciones a su propia exposición en el Museo de Bristol, Banksy puso de cabeza el concepto mismo de museo, pitorreándose de la noción de que se trata de un espacio que construye discursos inamovibles sobre el arte y donde todo objeto que pasa por su puerta queda inmediatamente preservado tal y como está, congelado en el tiempo para la eternidad. A la vez, sus acciones supusieron un cuestionamiento a la figura casi autoritaria del curador como quien define unánimemente el recorrido del público y el diálogo entre las obras expuestas. En este sentido, cada detalle de las obras, incluido el marco en su clásico estilo de suntuosa decoración dorada, es un statement sobre la historia del arte. No sorprende que esta sacudida al statu quo del sistema artístico no sea bien recibida por todos sus actores.
En el caso de las subastas, la acción casi performática de 2018 fue más que sólo una protesta al mercado del arte; de nuevo, con su característico sentido de la ironía, Banksy supo crear una nueva obra y capitalizar los absurdos del mercado a la vez que los señalaba. La pieza destruida dejó de llamarse Niña con globo para cobrar una nueva identidad bajo el título Love Is In The Bin (El amor está en el basurero). Y no sólo eso, también logró que Sotheby’s la reconociera como la primera obra en ser producida durante una subasta. Con ello, su nombre jamás podrá ser borrado de la historia del arte. Para cerrar con broche de oro, en octubre 2021 se puso nuevamente en venta —sí, la pieza ya destruida—, y del millón de libras que le costó originalmente a la coleccionista subió a 18.5 millones, creando un nuevo récord para el artista. Difícilmente podemos negar que se trate de la mejor crítica a la burbuja del mercado del arte, hecha desde las entrañas de la misma.
¿DE QUIÉN ES EL ARTE URBANO?
La presencia de Banksy en subastas trae a la mesa cuestionamientos complejos sobre la propiedad y la pertenencia en relación con el arte urbano. En este debate, la obra del británico ha jugado un papel central por tratarse de una figura tan reconocida y codiciada, en las calles y en el coleccionismo privado.
A lo largo de los años se ha visto incluso la venta y el traslado de los muros sobre los que ha vertido su aerosol a lo largo y ancho de la isla británica. Tan sólo en lo que va del 2022 hemos visto dos casos que han generado un buen número de críticas. El primero en ser reportado en este año fue el de un local en Lowestoft, en el condado inglés de Suffolk. En enero, un mural pintado por Banksy y que representa a un niño sosteniendo una barra de hierro fue removido. Al poco tiempo, la casa de subastas Julien’s Auctions, en California, informó que la venta iba a correr a su cargo, pero finalmente fue vendido de manera directa por el dueño, es decir, el propietario del local. Las autoridades del condado comentaron que esperaban que el mural pudiera quedar a la vista del público, al haberse convertido en sitio de interés tanto para vecinos como visitantes, pero aseguraron que no pudieron interceder al tratarse de propiedad privada.
La misma historia se repitió este febrero en Port Talbot, Gales, cuando un mural de Banksy fue adquirido por un marchante de arte de nombre John Brandler. La pieza representaba la contaminación ambiental de aquella zona industrial a través de la imagen de un niño que a primera vista pareciera estar jugando con copos de nieve, pero en realidad resultan ser cenizas de un bote en llamas. La comunidad reclamó por la remoción del mural al considerar que Banksy la había creado específicamente para su ciudad y, por lo tanto, ahí debía permanecer, sobre todo porque desde que apareció en 2018 se habían tomado medidas para protegerlo, por ejemplo, con la instalación de un acrílico que impidiera que el grafiti fuera vandalizado tras el intento de un hombre por destruirlo en enero. Este hecho fue utilizado por Brandler como justificación suficiente para su traslado, no sin antes intentar negociar un pago por el préstamo a la ciudad para mantenerlo en su sitio.
La última noticia de este caso es que el comprador ha entablado pláticas con otra ciudad para construir un museo en torno al mural. Los pobladores de Port Talbot lamentaron la decisión final pues la pieza de Banksy se había convertido ya en un punto de reunión para aficionados del arte urbano de toda la zona, generando incluso su propio turismo y detonando estrategias para la creación y apreciación del arte urbano, como el proyecto Art Walk, el cual guía al público por un recorrido por los murales más destacados de la ciudad. Aun sin el Banksy, lo que su obra desató quedará para siempre como un legado a Port Talbot.
La presencia de Banksy en subastas trae a la mesa cuestionamientos sobre la pertenencia en relación con el arte urbano. En este debate, la obra del británico ha jugado un papel central por tratarse de una figura codiciada en las calles y el coleccionismo
LA PROPIEDAD, EN SU CONTRA
Lo que estas reacciones demuestran es que el arte urbano es, fundamentalmente, de las ciudades y, por extensión, de los ciudadanos. Desde que Banksy alcanzó notoriedad a inicios de los 2000, la sorpresa que causan sus obras es casi de inmediato sucedida por un enorme sentido de orgullo por parte de los habitantes de las ciudades y los barrios que el artista elige como escenario de sus estarcidos. Es decir que quienes transitan cotidianamente por las calles que el grafitero interviene se apropian de ellas y, a la par, las integran al paisaje urbano.
A la lucha por la propiedad física del arte urbano, para ese creador se ha abierto otro frente: la propiedad intelectual. En años recientes, el artista ha protagonizado una pugna con una empresa de tarjetas y postales que está reproduciendo su pieza Laugh Now (Ríete ahora) en diversos productos. En mayo de 2021, la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) falló en contra del artista en un giro ciertamente irónico pero, en este caso, accidental. Entre sus argumentos tomaron los propios dichos y las acciones de Banksy, quien en ocasiones anteriores había asegurado que el “copyright es para perdedores” y, buscando la complicidad de su público, les había invitado a fotografiar o descargar los estarcidos de su propia página para reproducirlos.
Asimismo, el anonimato que insiste en mantener jugó en su contra en este caso, a pesar de que su empresa Pest Control es la legítima autentificadora de su obra. La decisión de la EUIPO podría significar un fuerte golpe a sus derechos de autor más allá de esta sola imagen y, por extensión, impactar a todo aquel que haga de la calle su lienzo.
Habrá quienes piensen que la obra de Banksy es una tomadura de pelo, otros que realmente intenten asomarse al espejo que nos pone en frente, pero más allá de opiniones personales, su fama hace que las noticias que genera todo lo que lleve su sello nos permitan entender el pulso del arte urbano y el sinuoso camino que transita hacia el reconocimiento tanto del público como de las instituciones.