Bestiario del bibliófilo

LA CANCIÓN #6

Portada del libro "Bestiario del bibliófilo"
Portada del libro "Bestiario del bibliófilo" Foto: Cortesía del autor

Mi departamento parece una caja de zapatos y sólo tengo lugar para lo esencial: la música, los libros y las bicicletas. Si algo tienen en común las tres cosas es que son adictivas, por lo que ocupan paredes, libreros, muebles, cajas y rincones. Lo mejor de todo es que se pueden combinar para ensanchar cada una de las experiencias. A veces pedaleo con música, a veces leo con música y, a veces, hojeo libros sobre música y bicicletas. De vez en cuando tengo que hacer espacio para otros libros. No soy acumulador ni coleccionista, pero no logro desprenderme de las cosas que me hacen feliz.

AHORA SÉ QUE SOY un bibliófilo, el que siente amor hacia los libros y la lectura. Soy del tipo cazador con tendencia a subrayar y a marcar las páginas. Lo supe después de clavarle el colmillo al Bestiario del bibliófilo (y otras fieras literarias), de Ricardo E. Tatto (Nitro Press, 2024). En esta serie de observaciones y reflexiones, el autor nos

clasifica en varios tipos, un desfile del 41.8% que leemos por lo menos 3.4 libros al año (inegi), nuestros hábitos y manías bajo la lupa. Entre las páginas se diseccionan las bestias bibliófagas, como las nombra en el prólogo Daniel Salinas Basave: el apilador de libros, el cazador, el marchante, el voyeurista, el birlador, el coleccionista y el académico. Todos compartimos ciertas prácticas que son consideradas manías en las que los lectores incurrimos: oler los libros, subrayarlos, marcarlos, hacer anotaciones, doblar las páginas, meter tiras de papel o post-its, así como elegir el mejor momento y postura para leer.

En el capítulo de las manías de los lectores me enganché con El subrayado, una práctica polémica que siempre divide a los lectores. Es una costumbre que le aprendí a mi padre, quien me heredó el hábito de la lectura. Subrayar y hacer anotaciones en las páginas porque la memoria no es confiable. Uno siempre regresa a los libros por diversos motivos y esas marcas adquieren una utilidad y un valor especiales. Es como trazar un mapa personal entre las páginas o hacer un resumen o indicar el sitio de una o varias ideas que te apropias. Y un libro sin marcas parece un libro que nadie leyó.

Es como una bicicleta sin raspones por el uso o un disco sin scratch ni rayaduras.

EL OTRO CAPÍTULO que me llamó la atención es A favor del sedentarismo intelectual, una introducción, en el que Tatto cuestiona la actividad deportiva de corredores y demás fauna fitness en pos de la lectura y la escritura. Leer y escribir se complementan con el deporte, más allá de escribir un relato o una novela sobre box o futbol.

Hay autores que comparan la escritura con el deporte, como el maratonista Murakami. Recuerdo a Charles Dickens, Arthur Conan Doyle, Ernest Hemingway, Jack Kerouac, Agatha Christie, Hunter S. Thompson, Samuel Beckett, Henry Miller, Roald Dahl, J.R.R. Tolkien, Tim Crabbe y Henry Rollins. Todos entregados a la escritura, la lectura y a los deportes sin conflicto. De hecho, hacer libros como éste es un deporte de alto riesgo.