Burroughs para melómanos

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Portada del libro "Williams S. Burroughs y el culto del Rock 'n' Roll
Portada del libro "Williams S. Burroughs y el culto del Rock 'n' RollFoto: Cortesía del autor
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La influencia que William Burroughs ha ejercido en la música merecía ser antologada en un libro desde hacía décadas. Por fin, el músico y escritor Casey Rae se entregó a la tarea en William S. Burroughs y el culto del rock ‘n’ roll (Club de fans, 2023). Un trabajo de arqueología de pop exquisito y exhaustivo. Un recorrido por distintas eras, corrientes y géneros en los que El Hombre Invisible dejó su huella. 

Como parte de la triada Beat, la relación de Burroughs con la música estaba en su ADN. Sin pretenderlo, y sin sospecharlo, Burroughs contaminó el pensamiento y el quehacer de algunos de los personajes más grandes de la historia del rock. Favor que décadas después le fuera devuelto por las generaciones punk y grunge. Quienes lo reconocieron como su santo patrono.

William S. Burroughs y el culto del rock ‘n’ roll es una biblioteca musical en forma de libro. Una playlist que es indispensable acompañar consultando el YouTube y el Spotify. De hecho, en este último existe una, creada por Casey Rae, con veinticinco canciones. Una probadita apenas de lo consignado en el libro. Porque sumergirse en el amplio espectro de música en la que Burroughs tuvo injerencia es un viaje de varias semanas de duración. Además de sus discos de Spoken Word y de los experimentos sonoros junto a Ian Sommerville o Genesis P-Orridge, Burroughs aparece mencionado en decenas de canciones.

Cómo se mimetizó Burroughs con la música es un proceso digno de estudio. De objeto de admiración, pasó a la colaboración directa con nada menos que Ringo Starr y Paul McCartney. El mal llamado Beatle fresa no era tan fresa. Su interés en el heroinómano más famoso del planeta propició veladas en las que grabaron material experimental en un estudio improvisado y financiado por él mismo. Kerouac grabó discos con Steve Allen, Ginsberg con el Kronos Quartet, pero sólo Burroughs se codeó con la realeza del rock. La lista no acaba ahí. Incluye a artistas como The Rolling Stones, Tom Waits y Sonic Youth.

A DIFERENCIA DE GINSBERG, que ansiaba ser venerado como una estrella de rock, a Burroughs las invitaciones le caían del cielo. Atrajo la atención sobre todo de los vanguardistas. Frank Zappa fue uno de los distinguidos miembros del culto. Así como Iggy Pop, Lou Reed, Laurie Anderson y Patti Smith, entre otros. 

Sin embargo, nadie lo vampirizó tanto como David Bowie. Él y Dylan cambiaron su visión tras el contacto con la obra de Burroughs. Dylan explicaba que obtenía sus imágenes de fotografías que desperdigaba por el suelo. Propiciando así la libre asociación con la que se crearían los versos de las canciones de discos como Blonde on Blonde. Una salida para los cut-ups que Burroughs nunca se cansó de promover. Y que del papel y de lo abstracto brincaron a lo sonoro y a la grabación. Estableciendo que nadie se beneficiaría más de la filosofía de Burroughs que la música.

En el capítulo dedicado a Bowie se expone puntualmente cómo la técnica de los cut-ups modificó su manera de componer. Pero a diferencia de otros creadores, Bowie no se tomó el cut-up de manera literal, sino como un punto de partida. No privilegió el sinsentido. Y la yuxtaposición de imágenes siempre se modificó en búsqueda del sentido. Bowie se nutrió de Burroughs durante toda su carrera. Lo retomaría en cada década de distinta manera. Eso no lo describe Casey Rae en el libro, pero no hay que quebrarse mucho la cabeza para deducir que Nathan Adler, el protagonista del disco 1. Outside, está basado en Burroughs. Un homenaje que no se presentaba tan pronunciado desde Diamond Dogs.  

La atracción que sentía Cobain hacia Burroughs quedó documentada en unas cuantas fotografías. Y fruto de esa conexión es The “Priest” They Called Him, editado en vinilo de diez pulgadas

Aunque se hace hincapié en la estrecha relación entre Burroughs y Sonic Youth, se pasa por alto la mención del disco NYC Ghosts & Flowers, en cuya portada aparece una obra del escritor: X-Ran May. Publicado en el 2000, es una despedida para Burroughs, que había fallecido tres años antes. Newyorkinos por excelencia, tanto la banda como el autor se entendieron a la perfección. El trabajo de Sonic Youth anterior a su etapa más pop parece música incidental de las novelas de Burroughs. Un año antes, en el disco A Thousand Leaves, se habían despedido del otro beat muerto en el 97 con la canción “Hits of Sunshine (for Allen Ginsberg)”.

De entre los datos que se le escapan a Casey Rae, estoy seguro que a mí me rehúyen otros tantos, está el homenaje que le hace el pianista Brad Mehldau en su disco de 1999, Elegiac Cycle. Incluye la canción “Elegy for William Burroughs and Allen Ginsberg”. Una pieza que rezuma la tristeza por la muerte del autor. 

Nacido en Jacksonville, Mehldau se convirtió en una de las figuras del movimiento jazzero del Downtown de Nueva York durante los noventa.  

LOS NEWYORKINOS NO PODÍAN ESCAPAR a la injerencia de Burroughs. Desde Debby Harry hasta Lou Reed departieron con él. Este último lo haría por una razón extra. Ambos eran yonquis consumados. Su primer encuentro fue algo ríspido. Cuenta Rae que durante los días del Búnker, el espacio sin ventanas en el que vivía Burroughs en Nueva York, Lou Reed llegó tarde a la cita y casi al final de la reunión le lanzó una pregunta incómoda. Lo cuestionó acerca de los días finales del Kerouac Rey de los Beats. Lejos de sentirse mortificado, Burroughs respondió con una sinceridad apabullante. 

De entre todos los encuentros y asociaciones de Burroughs ninguno ha resultado tan mítico como el que sostuvo con Kurt Cobain. Se concretó durante una visita de Nirvana a Lawrence, Kansas, para ofrecer un show. Burroughs se había mudado por recomendación de su secretario James Grauerholz. La atracción que sentía Cobain hacia Burroughs quedó documentada en unas cuantas fotografías. Y fruto de esa conexión es The “Priest” They Called Him, editado en vinilo de diez pulgadas. A estas alturas el autor había adquirido el aura de capilla viviente. Los músicos peregrinaban hacia él como los creyentes lo hacen con los templos. 

Para Burroughs no fue difícil entablar amistad con aquellos que se le acercaron. Ya fuera por unas horas, unos días, o hasta su muerte. Pocos de sus encuentros fueron desafortunados. Como el que se malogró con Ian Curtis de Joy Division. Burroughs nunca tuvo buena suerte con sus hijos. Mientras envejecía vio cómo se le morían aquellos en los que su influencia había sido significativa. Unos se arrebataron la vida, como Cobain y Curtis, y otros, como William Burroughs Jr., murió por complicaciones de un trasplante de hígado. Quiso evitar la vida de excesos de su padre, pero no estaba hecho de la misma madera. 

Como ocurrió con la obra de Burroughs, que muchos que la leyeron formaron bandas de rock, con William S. Burroughs y el culto del rock ‘n’ roll seguro pasará lo mismo. Porque algo queda claro después de darle lectura: el poder de su obra seguirá influenciando a las futuras estrellas de la música.