Durante el modesto velorio de Darío Galicia, una vecina suya afirmó que el poeta, pese a su lamentable estado —producto de casi dos décadas en la indigencia—, nunca dejó de ser un príncipe, uno que cautivó a decenas de literatos durante sus años de universidad.
SE PUEDEN HALLAR SIMILITUDES entre Darío Galicia y El príncipe feliz, la obra de Oscar Wilde —autor con el que lo comparaban por su elegancia y porte. La efigie del británico terminó como un cascarón de quien había sido y con apariencia de mendigo, tras renunciar a sus joyas. Galicia acabó disminuido, sin sus tesoros: un futuro en las letras mexicanas, su embriagante personalidad y sus capacidades seductoras, ello luego de que sus padres le mandaron a hacer una lobotomía para quitarle lo homosexual y lo poeta. O quizá fue a consecuencia de los aneurismas que desembocaron en su internamiento hospitalario.
Aunque la verdad de lo que le ocurrió a “Ernesto San Epifanio”, como Roberto Bolaño lo nombró en Los detectives salvajes, sigue siendo y siempre será una incógnita —que además da más sabor a su leyenda—, lo cierto es que su historia podría ser contada a manera de un melodrama lacrimógeno con excesos de tragedia, que haga énfasis en cómo fue que el poeta tuvo la suerte de recibir la bala en esta ruleta rusa que llamamos vida. No por nada en su juventud solía portar un morral con la leyenda “My life is a soap opera”, que se puede traducir como “Mi vida es una telenovela”. Sin embargo, para Ana Clavel verlo así es darle una cuarta muerte: ultimar el espíritu sarcástico y juguetón por el cual era conocido. De ahí que en su novela Por desobedecer a sus padres (Alfaguara, 2022), la también autora de Territorio Lolita decide hacer un retrato infiel —como ella lo llama— de Darío Galicia, aquel mítico dandy cercano a los escritores infrarrealistas, pues nunca quiso ser parte de ellos, pese a los deseos de Bolaño.
GALICIA ES HOY RECORDADO por su personalidad sarcástica e imaginativa, que se aleja del endiosamiento de su figura para plasmar los claroscuros del azar de su existencia y la complejidad humana a su alrededor, manteniendo viva su esencia lúdica como persona. “Trato de rescatar el espíritu de juego con el lenguaje de la imaginación, que es la verdadera propuesta de la vida de Darío, por más mal que le haya ido. Propongo una lectura del personaje a través de la búsqueda de restauración del estro poético, de la inspiración que seguramente lo dominó. No me parece legítima la reivindicación de ciertos textos que se pretenden literarios: endiosan a los creadores, cuando su humanidad y sus errores detonaron en ellos la literatura”, dijo Ana mientras me mostraba unas fotos de Darío pre y postlobotomía, incluidas en la reedición de La ciencia de la tristeza, el segundo y último poemario del autor.
La novela de Clavel originalmente iba a ser un texto sobre los padres autoritarios, pero Darío fue llamándola poco a poco desde las sombras, pidiéndole que lo sacara a la luz, a este lado del espejo. A manera de detective no-salvaje, Clavel fue dando con pistas acerca de su vida y paradero, para así convertirse en el instrumento con el que su querido Da Río G. Alicia fue urdiendo su propia historia.
Darío Galicia se alegró con la posibilidad
de ser plasmado por Ana Clavel en una novela: Se puso feliz
La novelista me platica que estuvo a punto de abandonar el proyecto cuando encontraron al escritor en una unidad habitacional de San Andrés Tetepilco, en Iztapalapa. Literalmente, el personaje y su triste realidad la rebasaron. “Fue una etapa tremenda para mí: descubrirlo en la miseria, no poderlo ayudar... me bloqueé y dejé de escribir. Me atormentaba haber dado con él, sentí que no podría ficcionalizar como yo quisiera y me tendría que ceñir a su cruel realidad”.
A ese mencionado bloqueo inicial no ayudó que, por su estado delirante e incapacidad de conversar por más de unos minutos, Darío fue incapaz de contar lo que realmente había pasado con él. Por todo ello, Clavel reconstruyó la imagen del poeta no-infra con sus propios recuerdos, sumados a entre cuarenta y cincuenta testimonios que recopiló, mismos que plasma en el libro como un collage de voces muy a la “bolañesa”, que “funciona carrolianamente”.
Con gesto de humor recuerda cómo se paralizó cuando, el día del reencuentro, su Wilde de Iztapalapa le preguntó sobre la novela: “‘¿Cómo va mi libro? Sí, el que estás haciendo sobre mí’, me dijo, y yo volteé a ver a Mario Raúl y Luis Antonio para reclamarles con la mirada por qué le habían contado”. Ana sólo vio a Darío una vez más tras aquel día: en la fiesta de cumpleaños que le organizaron en el restaurante La Oaxaqueña, en la Portales. Sobre el encuentro, la autora hace esta anotación: “Después de un rato todos estaban en sus pláticas y Darío tenía la mira fija en la tele. Estaban pasando el futbol. De repente empezó a moverse como si bailara en su lugar y le pregunté: ‘¿Qué bailas?’. Me dijo: ‘El lago de los cisnes’. Eso me hizo entender que, como el conejo trastornado de Alicia, él ya estaba del otro lado del espejo”. Hasta después de la muerte de Darío, Ana recuperó la paz y pudo reanudar la escritura de este libro que acaba de publicar Alfaguara.
Darío Galicia se alegró con la posibilidad de ser plasmado por Ana Clavel en una novela: “Se puso feliz por ser convertido en un personaje”. No pudo tener el libro entre sus manos, pero seguramente se habría deslumbrado. “Hubiera sido muy lindo que la leyera, que viera todo esto. Sé que la parte de Alicia le hubiera encantado y, aunque no sea un retrato fiel, se habría sentido muy halagado pues al final se sale con la suya... al otro lado del espejo”, remata Ana Clavel.