¿Quién está capacitado para escribir sobre música?, pregunta Eduardo Huchín Sosa en Calla y escucha (Turner, 2022), su libro de ensayos en los que explica la importancia de la música y los músicos en la vida, ya que en este mundo suenan desde la cuna hasta la tumba. El público está entre la opinión del periodista y el análisis teórico del crítico para una lectura especializada. Al final se reconoce que los argumentos musicológicos no alcanzan para explicar y describir la experiencia musical. El autor es músico, escritor y editor, aunque analiza su tema de manera sencilla y asegura: los que dicen saber tampoco es que sepan mucho.
Huchín aborda la música desde distintos ángulos, como la imagen. Desde el canal MTV en 1981, que cambió nuestra percepción supeditándola al video, hasta los hermanos Lumière, quienes metían a los músicos en sus exhibiciones en 1896. Entre esos sucesos apareció el cine sonoro en 1927 con The Jazz Singer, de Alan Crosland, y los experimentos animados de Disney en Music Land, las Silly Symphonies, de 1935. La música se especializó para caricaturas, televisión, cine y teatro.
Justo de ahí baja el componente teatral/visual de los conciertos, la violencia contra los instrumentos a manera de sacrificio. Famosos por ejercerla fueron Jerry Lee Lewis, Jimi Hendrix y Paul Simonon, quienes crearon momentos climáticos e imágenes definitorias de la cultura pop. También se consigna el primer slam dance en un concierto de Alban Berg y Anton Webern, con obras de Schönberg, que causó una pelea en el público. La autoridad aceptó un diagnóstico psiquiátrico que señaló a “cierto tipo de música de ocasionar un disturbio”. Un “Helter Skelter”. El fenómeno de los Beatles no podría explicarse sin la nota si séptima, sin la Teoría de los Tres Acordes y sin la música experimental llevada al pop. Jugaron con el silencio de John Cage y eliminaron la barrera del ruido, de acuerdo con su principio de integrarlo a la música en “una continuidad con todos los sonidos de la vida”, como sucede en “A Day In The Life”.
El autor es músico, escritor y editor... y asegura: Los que dicen saber tampoco es que sepan mucho
Los músicos siempre padecieron problemas laborales y económicos, atrapados entre el arte y el oficio. Curiosamente, la iglesia era la que mejor pagaba. Se aborda el carácter espiritual de la música para el bien y el mal: San Agustín la consideraba “el vehículo ideal para el encuentro con Dios” y Black Sabbath fantaseó con sus canciones malignas. El libro cierra con la certeza de que Bach, “un genio irascible, soberbio e intolerante a la mala música”, odiaría los bodrios musicales de la actualidad.