En esto creo* es el “abecedario personal” que Carlos Fuentes dio a la estampa en 2002. Nacido entre el Océano Atlántico y el Océano Pacífico, en Panamá, bajo el signo de Escorpión en el horóscopo tradicional y en el chino bajo el signo del Dragón, en 1928, publicó esta guía por el fuentástico país cuando tenía 72 años y ya había escrito prácticamente toda su obra.
LLEVABA TREINTA AÑOS de vivir con su segunda esposa, Silvia Lemus, a quien dedica un capítulo. En esto creo contiene también la inscripción “In memoriam Carlos Fuentes Lemus 1973-1999”. Todavía vivía su hija Natasha, quien fallecería tres años después. A ambos y a su hija Cecilia, nacida de su primer matrimonio, les dedica el capítulo “Hijos” en este abecedario donde también aparece Familia en la F de Faulkner.
Es quizá el libro más personal entre los escritos por el autor, con excepción acaso de ese otro ensayo autobiográfico hasta hoy sólo publicado en inglés, en 1998, Myself with Others. En él recogió dos ensayos escritos directamente en inglés: “How I Started to Write” y “How I Wrote One of My Books” (Farrar, Straus & Giroux, Nueva York, 1988).
Es quizá el libro más personal entre los escritos por el autor, con excepción de ese otro ensayo autobiográfico sólo publicado en inglés, en 1998, Myself with Others
El género del abecedario personal recuerda al siglo XVIII francés e inglés y acaso antes a ciertos libros religiosos o catecismos de los cuales ABC of Reading (1934) de Ezra Pound sería un ejemplo. No sé si Fuentes se inspiró en otro ejemplo: me refiero al Milosz’s ABC que el Premio Nobel Czeslaw Milosz publicó en polaco en 1997 y 1998, y en inglés en 2001. Pero su libro fue escrito antes que el Diccionario privado de Mario Monteforte Toledo que J. L. Perdomo Orellana y Gerardo Guinea Diez publicaron en Guatemala en 2002.
Cabría cotejar los abecedarios de Milosz y de Fuentes sobre todo para confirmar algo que se puede adivinar: pertenecen en parte a una misma cultura, como podría sugerir el cotejo de las entradas correspondientes a Balzac o a los pasajes sobre el Tiempo. Sólo comparten algunos aspectos. Sin embargo, mientras que para Fuentes América Latina está presente en todo el libro, para Milosz lo único que existe de este continente son La Martinica y la Guadalupe de Saint-John Perse. Para palpar hasta qué punto Carlos Fuentes piensa, sufre y siente desde América Latina habría que cotejar su abecedario con el Diccionario privado del guatemalteco Monteforte Toledo.
TENGO PARA MÍ que este libro es una suerte de testamento literario del escritor, quien moriría diez años después de publicarlo. Un testamento es una herencia, y ésta está ahí para cuidarla y actualizarla, gastarla y gastarse en ella. No otra cosa hizo Federico Reyes Heroles en su Registro. Mapa e inventario de uno mismo, publicado en 2021, donde aparece Nietzsche, uno de los autores citados por Fuentes y por sus personajes, y Michel de Montaigne, preferido a su vez de Alfonso Reyes y leído seguramente por Fuentes, aunque le gusta citar más a Pascal. De nuevo aparecerá en el libro de Federico la política —ese “segundo líquido amniótico” en el que dice Fuentes haberse criado (p. 186).
Tal vez un investigador acucioso y desvelado por preparar una edición crítica de esta singular autobiografía en forma de abecedario pudiese restaurar el conjunto de textos autobiográficos que Fuentes escribió a lo largo de su vida pero que no recogió en este libro. Por ejemplo esa página titulada “Primeras letras”, que publicó en El País el sábado 6 de octubre de 2000, donde se explaya en relación con sus primeros escarceos con la literatura. Yo la recogí y trufé —o encarté— en mi ejemplar de En esto creo, junto con otros muchos recortes que produjo la prensa nacional y extranjera cuando se publicó. Eran tantos que al final terminé comprándome otro libro.
Una de sus páginas más conmovedoras es la dedicada a “Zurich”, donde Fuentes cuenta su encuentro-desencuentro con Thomas Mann poco antes de que el alemán muriera. Otro pasaje es el titulado “Mujeres”, donde aparece la filósofa judía alemana Edith Stein a quien, recuerda Fuentes, leyó “a los diecinueve años gracias al malogrado filósofo mexicano Jorge Portilla”, un devoto de esta mujer y pensadora “mártir”, que etimológicamente quiere decir “testigo” (p. 169). Esta aparición subrepticia de Jorge Portilla me deja pensando si Carlos Fuentes no fue, a la chita callando, el gran novelista del Grupo Hiperión, al que perteneció el autor de Fenomenología del relajo (1966).
* Carlos Fuentes, En esto creo, Seix Barral, Biblioteca Breve, México, 2002.