Cien años con Molly en español la última página del Ulises

A mediados de este mes se festejó en Dublín y otras ciudades del mundo el Bloomsday (una parodia de la palabra Doomsday: Día del Juicio), el Día de Bloom, de Leopold Bloom, el protagonista del Ulises. La novela de Joyce transcurre en un solo día: 16 de junio. Se dice que Joyce eligió esta fecha porque fue ese día de 1904 cuando se encontró con su futura musa y esposa: Nora Barnacle. Aprovechando la celebración, Praxedis Razo compara algunos momentos de las traducciones que se han hecho del monólogo de Molly Bloom al español

Acantilado en Irlanda
Acantilado en IrlandaFoto: Ireland
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I. EL ATISBO

Sí, la cúspide de una cúspide en la literatura moderna sucede en el transcurrir mental de una prisionera de su casa en Dublín, el 7 de la calle Eccles, durante una larga jornada el 16 de junio de 1904. Sí, esos pensamientos pergeñados al final del Ulises de James Joyce son los secretos más significantes que la literatura inglesa legó al mundo de las vanguardias. Molly Bloom es la que los urde en el idioma del entresueño, desde las sábanas flameadas, durante la larga espera del reposo corpointelectual, sí.

Y sí, desde 1922 en que casi simultáneamente se traducía al francés, la labor de engarzar en otro idioma aquella maquinación de palabras corridas —no tiene puntuación dicho capítulo— ha sido uno de los ejercicios tan placenteros como tortuosos para quien se lo haya propuesto. Para 1924, el crítico e historiador logroñés Antonio Marichalar decide revelar algunos fragmentos del final para departir sobre lo que él tituló “James Joyce en su laberinto” en un artículo para el número 17 de la Revista de Occidente

[…] llevaré llevaré una rosa blanca oesos pasteles de casa de Liptons me gusta el olor de una tienda grande y buena a quince perras la libra olos otros con cereza dentro a 22 perras las dos libras naturalmente una bonita planta paraponer en medio de lamesa la encontraría más barata en casa de vamosdondehe visto yoaver eso hace poco me gustan las flores me gustaría que todala casa nadase en rosas […] y los que dicen que no hay Dios yono daría niesto por toda su ciencia por qué no se ponen a crear alguna cosa les he preguntado yo algunas veces los ateos o como quieran llamarse quempiezan por ir aque les quiten la grasa yen seguida llaman al curagritos cuando se mueren y por qué por qué porque tienen miedo del infierno por culpa de su mala conciencia ay sí qué bien los conozco […]

Portada del libro "Ulysses"
Portada del libro "Ulysses"Foto: Especial

El esmero que pone en los rejuntes de palabras, entre otras poéticas, es de su entera cosecha, por cierto traída del ejercicio de traducción francesa al alimón entre Valéry Lambaud y Auguste Morel y no del inglés de Joyce, pero ya estamos ante un primer horizonte lúdico en la peripecia trasnochada de translación de una idea de lo “radical” que se mueve en una primera lectura al español del también conocido como el capítulo de Penélope.

No tardó demasiado Jorge Luis Borges en sobrevolar la misma cama, ahora desde Argentina. En el número 6 de Proa, de enero de 1925, presumía “Soy el primer aventurero hispánico que ha arribado al libro de Joyce: país enmarañado y montaraz […]”, y luego de hacer una breve revisión de lo poco que se sabía de la biografía del dublinés y armar una perspectiva hiperbólica, tamaño de la sorpresa, tamaño de la novela, para los lectores (“En las páginas del Ulises bulle con alborotos de picadero la realidad total […] Junto a la gracia nueva de las incongruencias totales y entre aburdeladas chacotas en prosa y verso macarrónico, suele levantar edificios de rigidez latina, como el discurso del egipcio a Moisés”), traduce, imantado por ella, “La última hoja del Ulises”:

[…] y los que dicen que no hay Dios me importa un pito lo que saben por qué no van y crean algo yo siempre le decía librepensadores o como quieran llamarse que se quiten las telarañas después piden berreando un cura al morirse y a qué santos es porque temen el infierno por su mala conciencia sí ya los conozco bien cuál fue la primer persona en el universo antes que hubiera alguien que lo hizo todo ah eso no lo saben ni yo tampoco están embromados eso es como atajarlo al sol de salir Para vos brilla el sol me dijo el día que estábamos tirados en el pasto de traje gris y de sombrero de paja cuando yo lo hice declarárseme sí primero le di a comer de mi boca el trocito de torta con almendras y era año bisiesto como éste sí ya pasaron 16 años […]

Y sentimos de inmediato ya —en las dos maneras de adentrarse en esa recámara donde la Bloom van dejando el mundo de la vigilia, heredando en su entera destrucción asertiva el frescor terrible que el siglo XX iba necesitando—, cómo y cuánto va a enloquecer Molly a sus exégetas hispanoparlantes. Devendría, entonces, un largo silencio de la épica dama moderna en nuestra lengua. 

II. EL DESTELLO

Molly durmió cómodamente en español antes de que, en 1945, la editorial Rueda, publicara la primera versión íntegra de La Odisea de Joyce en Argentina. José Salas Subirat, empecinado bonaerense que concluyó sus estudios de primaria a los 23 años y se signó como el primer traductor silencioso de la obra joyceana a los 50 por sólo el placer que le dio su lectura, así se encontró con los laberintos de la mente de Molly:

[…] mi Dios después de ese beso largo casi me quedé sin aliento sí me dijo que yo era una flor de la montaña sí entonces somos flores todo el cuerpo de una mujer sí ésa fue la única verdad que me dijo en su vida y el sol brilla para ti hoy sí por eso me gustaba porque vi que él entendía lo que era una mujer y yo sabía que siempre podría hacer de él lo que quisiera y le di todo el placer que pude llevándolo a que me pidiera el sí y primero yo no quería contestarle sólo miraba hacia el mar y hacia el cielo y estaba pensando en tantas cosas que él no sabía de Mulvey del señor Stanhope y de Hester y de papá y del viejo capitán Groves y de los marineros que juegan al todos los pájaros vuelan y al salto de cabra y al juego de los platos como lo llamaban en el muelle […] y oh ese horroroso torrente profundo oh y el mar el mar carmesí a veces como el fuego y las gloriosas puestas de sol y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las extrañas callejuelas y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y de jazmines y de geranios y de cactos y Gibraltar cuando yo era chica y donde yo era una Flor de la Montaña sí cuando me puse la rosa en el cabello como hacían las chicas andaluzas o me pondré una colorada sí […]

Ya aterrizada esta versión, el fenómeno joyceista se propagó al mundo hispanoparlante. Editorial Diana reeditó varias veces en México y para el resto de América Latina la primera y la segunda edición revisada por el héroe Salas Subirat y para los años 60 no había quien no hubiera revisado la novela en esta versión, a veces a dos manos en una de las ya incontables ediciones en inglés que pululaban.  

Para mediados de los años 70, el extremeño José María Valverde, con un tramo de vida en el exilio por cuestiones políticas, habiendo atravesado por las aulas de la Universidad de Virginia en Estados Unidos y las de Trent en Canadá, sintió el llamado uliseíco y puso en marcha la traducción que actualizaría la argentina, principalmente por el poder comercial de la editorial Lumen.

Era la primera vez, y no hay que perderlo de vista, que un académico, un profesor de lleno, poeta y traductor profesional (de Goethe a Brecht, de Shakespeare a Bellow, por mencionar lo menos) se metía en la cama con la Bloom y la sobrevivía en español sensiblemente, buscando una mayor divulgación lectora en una especie de “clarificación” de pensamientos que pasaban, ya de la mano de la experiencia pedagógica, a argumentos en sí, que, de vuelta a Argentina, encontrarían un amasijo de nuevas cualidades con los ejercicios contraculturales de la revista Sitio en plena guerra de las Malvinas.

Desde Buenos Aires y con diversas trayectorias entre sus hacedores, Sitio fue el esfuerzo de un puñado de poetas muy polémicos que se solazaban con no ser más que un equipo editorial sin dirección. Para su segundo número, de noviembre de 1982, no sólo rescataban del olvido al viejo Salas Subirat, hundido para entonces en la confección de libros de autoayuda, que revisaba su experiencia en un texto profundo de 1953, sino que volvían a subrayar el origen borgesiano de la traducción del Ulises en nuestra América y exhibían, en una carta muy bien anotada de Joyce a Dámaso Alonso, la importancia que, desde los primeros escritos del irlandés, tuvo para el mundo de habla hispana su obra.

A esta operación se sumaba un juego extra: la comunión de los autores Enrique Pezzoni y Ramón Alcalde con la última página, con la Molly alucinada por el agotamiento, que Borges comenzó por traducir en 1925. Resultaba, por un lado, en dos versiones más de esa última página y, por otro, en una transcripción de un acaloradísimo debate que la traducción de esas últimas palabras de Molly Bloom suscitaron en la Escuela Freudiana de la Argentina a unos días del Bloomsday de 1981.

Mientras Pezzoni decidió abordar el texto como cualquier otro traductor, con seriedad, humor y soltura, Alcalde, más exquisito, se propuso un viraje versificado:

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.Gráfico: La Razón de México

Atrevimiento único en nuestro idioma que superaría por mucho lo que volvieron a hacer, en ese toma y daca, los hispanos peninsulares Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns con la versión zarzuelesca de, eso sí, la primera edición crítica del Ulises para Cátedra en 2005, en la que ya se cuenta por primera vez con una cotraductora mujer para Molly, pero donde pesa más la búsqueda tras bambalinas de las palabras que el flujo de la conciencia bloomeana.

III. LA ALUMBRADA 

Cien años después llegamos a la estancia sigloveintiunesca de la Bloom en ropa interior con las ediciones postcentenario de la novela. Está la muy divulgada versión del bahiense Marcelo Zabaloy, quien va por la sexta edición de su traducción del Ulises en la editorial argentina Cuenco de Plata, en la que encontramos signos nuevos de acabada sencillez, de completa lucidez desinteresada, que a decir suyo necesitó de escuchar a una actriz contarle, cantarle, para comenzar su conmovedor trabajo:

[…] ah y el mar el mar carmesí a veces como fuego y los gloriosos ocasos y las higueras en los jardines de la Alameda sí y todas las callejuelas irregulares y las casas rosadas y azules y amarillas y los jardines de rosas y el jazmín y los geranios y los cactus y Gibraltar cuando era niña donde yo era una Flor de la montaña sí cuando me puse la rosa en el pelo como las chicas andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besó bajo la pared morisca y pensé bueno da lo mismo él que cualquier otro y después le pedí con los ojos que me lo pidiera otra vez […]

Y está la versión más reciente, de la UNAM, a la que hay que poner atención, pues se trata de un empeño integral de la gran teórica mexicana Luz Aurora Pimentel, dedicada desde hace cinco años al monólogo interno de la Bloom sorprendiéndose, sorprendiéndonos, pues su labor de tránsito de las lenguas incluye también, machincuepa desconocida en esta historia, su lectura en voz alta (https://descargacultura.unam.mx/monologo-de-molly-bloom-fragmentos-7101070):

[…] sí y todas las pintorescas callejuelas y las casas rosas y azules y amarillas y los rosedales y los jazmines y los geranios y los cactos y Gibraltar de niña ahí donde fui una Flor de la montaña sí cuando me puse la rosa en el pelo como era costumbre de las muchachas Andaluzas o me pondré una roja sí y cómo me besó al pie de la muralla Mora y pensé pues bueno da igual éste que cualquier otro y luego se lo pedí con los ojos que me lo volviera a pedir sí que si yo quería sí decir sí mi flor de la montaña y primero lo abracé sí y lo jalé hacia mí para que sintiera mis senos puro perfume sí y su corazón latía enloquecido y sí le dije sí sí quiero Sí […]

Acantilados de Moher, Irlanda
Acantilados de Moher, IrlandaFoto: Especial

Que de pronto se convertirá en la búsqueda más ambiciosa en torno al último capítulo del Ulises no sólo en nuestra lengua, pues desde ya amasa, además de la práctica oral ya mencionada, una serie de versiones que proyectan a la didáctica, a la poética, e incluso, por qué no, a la ciencia ergonómica, un horizonte aún desdibujado en las bragas de todas nuestras Mollys juntas.