Cien años del primer manifiesto surrealista

AL MARGEN

Cien años del primer manifiesto surrealista
Cien años del primer manifiesto surrealista Foto: Cortesía del autor

“Digámoslo claramente: lo maravilloso es siempre bello, todo lo maravilloso, sea lo que fuere, es bello, e incluso debemos decir que solamente lo maravilloso es bello.”

Hace cien años, André Breton deslizaba su pluma para poner en papel reflexiones como ésta sobre la poesía y el arte de su tiempo. Lo que originalmente sería una introducción a una antología de poemas, se publicó finalmente el 15 de octubre de 1924 a manera de manifiesto; el primer manifiesto surrealista oficialmente.

El ensayo marcó un cisma en el ámbito intelectual y artístico, generando una revolución que sacudió al orbe entero. Hubo, sin embargo, un manifesto anterior, también publicado en octubre, pero escrito por otra mano: la de Yvan Goll, quien disputaba el título del iniciador del surrealismo —todos sabemos quién se coronó victorioso como líder del movimiento—. Éste no sería el primer o único conflicto en el que Breton se involucraría para mantener su hegemonía, pero todo eso vendría después.

Al recordar este centenario esencial para la historia del arte en Occidente, es importante entender el contexto en el que surgió. El surrealismo no se entiende sin dos elementos fundamentales de la biografía de André Breton y que resuenan dolorosamente en nuestro presente: la guerra y la enfermedad.

EN SU PRIMERA DEFINICIÓN de lo que es el surrealismo, Breton escribe: “Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar […] el funcionamiento real del pensamiento […] sin la intervención reguladora de la razón.” El surrealismo, entonces, se opone al racionalismo y busca penetrar en la psique. “Creo en la futura armonización de estos dos estados, aparentemente tan contradictorios, que son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, en una sobrerrealidad o surrealidad, si así se puede llamar”, escribe también.

El rechazo a la racionalidad proviene de un profundo desencanto experimentado por Breton a causa de la Primera Guerra Mundial, la cual consideraba consecuencia, precisamente, del dominio de la razón en las sociedades europeas. Breton vivió en carne propia los horrores de la Gran Guerra; habiéndose formado como médico, se dedicó a cuidar a quienes sufrían los estragos de las trincheras. Es así también como entra en contacto con la psiquiatría y el psicoanálisis, interesado por los efectos del trauma en la mente de sus pacientes. Breton abandonaría la práctica médica poco después, pero el automatismo al que se refiere en su manifiesto proviene de los conocimientos adquiridos en un hospital de Nantes, donde conocería las ideas propuestas por Sigmund Freud, y que el poeta interpretó como un método para abrir la llave de la creatividad artística sin límites.

No es fortuito que Breton tomara inspiración de Karl Marx, entre otros, para postular sus ideas sobre el arte. El trauma de la guerra bien valía cambiar al mundo, parafraseando al filósofo alemán. Breton definitivamente lo hizo, pues aún cien años después de la publicación de su manifiesto, el surrealismo continúa siendo una ruta a seguir para las artes.