Muy pocos autores han escrito más de un libro capaz de marcar las vidas de sus lectores. En la rica cordillera que compone el conjunto de sus novelas, Cormac McCarthy (1933-2023) tiene por lo menos cuatro títulos así. Meridiano de sangre, Unos caballos muy lindos, No es país para viejos y La carretera destacan por sus hallazgos: grandes exploraciones de las tinieblas humanas narradas con ricos recursos literarios.
Uno de los lugares comunes sobre el cine asegura que es imposible adaptar una novela de gran calidad literaria y hacer con ella una buena película. A McCarthy le han adaptado seis obras. Los resultados son tan reveladores que constituyen una lección a propósito de lo difícil que es dar ese salto mortal, de las novelas al cine.
CÓMO EXPLORAR LAS TINIEBLAS
Escribe sus novelas con la técnica de un pintor impresionista. Cuando no cuenta de un solo trazo diálogos torrenciales, cada uno de los párrafos nos ofrece una lluvia de fulminantes imágenes sobre el mundo que perciben los personajes:
Alzó la cabeza y dirigió la vista hacia la bajada. Ligero viento del norte. Fresco. Soleado. La una del mediodía. Miró al hombre muerto en la hierba. Sus caras botas de cocodrilo llenas de sangre se estaban volviendo negras. El fin de su vida. En este lugar. Las montañas lejanas hacia el sur. El viento moviendo la hierba. La quietud. Cerró el maletín y ajustó las correas y las hebillas y se puso de pie y se echó el rifle al hombro y cogió el maletín y la pistola y se orientó por su sombra y se puso en marcha. 1
O éste, de su novela más oscura:
Restos de un fuego antiguo junto a la carretera. Más allá un largo paso elevado de hormigón. Un pantano muerto. Árboles muertos surgiendo del agua gris con colgajos de una turba gris y residual. Las salpicaduras de ceniza sedosa en el encintado. Se apoyó en el arenoso antepecho de hormigón. Tal vez durante su destrucción sería posible ver cómo estaba hecho el mundo. 2
Los héroes de McCarthy, como los de Rulfo, se desplazan continuamente. No hay un solo ser sedentario, sino personajes que de un momento a otro deben empacar a fin de sobrevivir al destino. Es por ello que las metrópolis rara vez aparecen en sus novelas: lo que le interesa comienza cuando termina la relativa seguridad que ofrecen las ciudades. Al desierto McCarthy lo convierte en el compañero silencioso de los protagonistas: uno que les contará historias sobre la erosión y el paso del tiempo, de paraísos breves, efímeros, y de la grandeza que se requiere para afrontar las pruebas de la existencia.
Siempre se ha dicho que en su prosa hay una gran influencia del estilo de la Biblia del Rey James, otro gran libro sobre la errancia: es verdad, pero esta influencia se concentra exclusivamente en el tono que usa McCarthy para contar las impresiones de sus viajeros a medida que recorren largas distancias, y durante los momentos más intensos de sus vidas. Y es que al escanciar las imágenes como quien vacía metal hirviendo en frases que logran la cadencia de un versículo, McCarthy inventó su propia Biblia de la violencia. Frente a la contundencia y el horror de las masacres narradas en Meridiano de sangre palidecen las atrocidades de American Psycho o de El silencio de los inocentes.
UNO DE LOS ELEMENTOS principales a lo largo de su obra es la exploración de los impulsos más oscuros del ser humano. A McCarthy no le interesó la maldad que es producto del absurdo de la burocracia o de la frialdad de las decisiones políticas del más alto nivel. Sus asesinos surgen de un más allá tenebroso, imposible de localizar. Desde que hizo que expulsaran de su casa al protagonista de Hijo de Dios, ninguno de sus malvados que acechan a los héroes ha tenido domicilio fijo, de modo que las circunstancias de su vida cotidiana siempre serán un enigma para los lectores. Al preservar estos detalles personales, McCarthy deshumaniza aún más a sus malvados y logra seres sin origen ni piedad, que no se detendrán hasta liquidar a los justos o morir en el intento. No en balde algunos de sus seres más peligrosos se autodescriben como “profetas de la oscuridad” (No es país para viejos) o “profesores de las tinieblas” (The Sunset Limited). Por ello mismo se ha dicho que los personajes más redondos que inventó son de naturaleza canalla, pero también están ese trío de niños metidos a vaqueros que son John Grady Cole, Lacey Rawlins y Jimmy Blevins, o Carla Jean, la esposa del cazador, o Alejandra y doña Alfonsa, en Unos caballos muy lindos.
Tales intereses difícilmente podrían desarrollarse en el espacio de un cuento. Hay temas y personajes que para ser bien comprendidos necesitan de un territorio en apariencia ilimitado, capaz de expandirse hasta el nivel óptimo durante su escritura, a fin de contener todas las escenas, situaciones o diálogos necesarios para fortalecer la historia principal. Y los lectores tenemos necesidad de historias que no sigan una ruta predecible ni aborden los mismos problemas de siempre.
El 19 de abril de 1992, en la única entrevista que concedió durante sus primeros cincuenta y ocho años de vida 3 —luego de que su agente literaria prometiera que jamás lo volvería a molestar con ello—, McCarthy confesó su admiración por autores que abordan cuestiones de vida o muerte, como Dostoievski, Melville o Faulkner, y recelar de las obras de Marcel Proust o Henry James. Su libro favorito era Moby Dick, y reconocía influencias del personaje de Stephen Dedalus en Suttree.
Aunque su padre era un próspero abogado de Tennessee, que tenía una mansión llena de empleados, el escritor jamás se halló en ese mundo y desde que regresó de servir en el ejército prefirió vivir en moteles baratos a fin de seguir la pista a sus extraños personajes. “Me atraen las personas que disfrutan tener un peligroso estilo de vida”. Una década después de comprar su primer terreno, la casa seguía en construcción por falta de fondos e interés, mientras la lista de sus obras crecía y él llenaba contenedores con los libros leídos en esos años: “Siempre supe que podría dedicarme a es-cribir. Sólo tenía que averiguar de qué comer mientras lo intentaba”.
Hartas de vivir en la pobreza, las dos exesposas de McCarthy confirman lo difícil que fue el arranque profesional del autor y cómo eran expulsados con frecuencia de sus modestas habitaciones, debido a que no había con qué pagar la renta. Su primer manuscrito cayó en manos de quien fuera el editor de William Faulkner y Malcolm Lowry en Random House, el cual reconoció la calidad de inmediato y decidió apoyar su publicación, convencido de que no venderían muchos ejemplares, pero el estilo del joven autor bien valía el riesgo. En la segunda entrevista que dio en su vida, el primero de junio de 2008 en el Santa Fe Institute, donde era becario, McCarthy le confesó a Oprah Winfrey:
Escribir a veces es difícil. Uno siempre tiene en mente la imagen de cierta perfección que quiere alcanzar, que nunca consigue, pero no deja de intentarlo. Nunca alcanzas esta imagen interior de algo que es absolutamente perfecto, pero si no lo intentaras nunca llegarías a ninguna parte. 4
Para escribir Meridiano de sangre, McCarthy aprendió español, consciente de que debería consultar numerosos archivos en ese idioma, a fin de investigar eventos históricos ocurridos en el suroeste de Estados Unidos alrededor de 1849. Considerado el libro más sangriento desde La Ilíada, Meridiano de sangre cuenta la existencia de un grupo de feroces cazadores de cabelleras, de origen norteamericano, que cometían tropelías imperdonables cerca de la frontera con México. De ahí surgió el juez Holden, personaje emparentado con el Capitán Ahab por la determinación con que guía a sus compinches hacia la barbarie. Si todo va bien, ésta podría ser la próxima novela de McCarthy adaptada al cine.
LAS ADAPTACIONES
A juzgar por la mayoría de los resultados, se diría que los pulidos procedimientos literarios y la capacidad de sugerencia de las novelas de McCarthy son inadaptables.
El primer problema es que las tinieblas literarias, de Edipo Rey en adelante, están muy lejos de implicar el éxito comercial cinematográfico. Y en el caso de McCarthy, el segundo problema consiste en encontrar a un productor que desee arriesgarse con historias que incluyen asesinatos contados en detalle, accidentes sangrientos, heridas de bala o, excepcionalmente, casos de necrofilia. Por su bien ganada fama de autor difícil y aficionado a las escenas violentas, el escritor vio cómo Unos caballos muy lindos se topaba durante años con el interés de numerosos actores y directores —entre ellos figuró Sean Penn—, pero también con la desconfianza de todos los productores, que no lo leían pero lo veían con prejuicios. Si bien la primera parte de esta trilogía de la frontera ya fue adaptada al cine, el guion de la tercera parte, escrito por el propio McCarthy, aún aguarda al productor que se anime a contar el cruel encuentro entre dos vaqueros brutales.
Uno de los elementos principales a lo largo de su obra es la exploración de los impulsos más oscuros del ser humano.
Sus asesinos surgen de un más allá tenebroso, imposible de localizar .
De todas sus novelas, Hijo de Dios ofrece una de las más atroces exploraciones de la literatura contemporánea sobre la mente de un asesino en serie. En su libro más difícil de leer, McCarthy contó la historia del demente Lester Ballard, un joven perturbado que acechaba a las parejas de amantes que se veían en el bosque, para asesinarlas y arrastrar los cadáveres a las cavernas más próximas. Seleccionada para competir en el Festival de Venecia de 2013, quizá sea la más desafiante y la menos afortunada de todas las adaptaciones de McCarthy (Child of God, James Franco, 2013). La película supone una verdadera prueba para el espectador y el lector, pues no se trata de una historia convencional ni hay manera de maquillarla. Al director se le puede reprochar la gratuidad de las largas escenas de violencia, necrofilia o escatología explícitas, en la línea de Henry, retrato de un asesino, pero no su falta de fidelidad a McCarthy. Si la novela lograba que el lector siguiera con atención el relato de tantas atrocidades era en buena medida gracias a la ambigüedad que la narración interponía entre los hechos imaginarios y el lector. Pero al abolir esta distancia, el horror que suponen los crímenes del protagonista resalta por su nitidez. Hay que reconocerle a Franco el interés que siempre ha mostrado por adaptar algunas de las novelas más valiosas y difíciles de la literatura estadunidense, como Mientras agonizo, El sonido y la furia, o In Dubious Battle, de Steinbeck, y su decisión de adaptar al más complejo de los narradores contemporáneos de su país. Es una lástima que el esfuerzo no alcanzara los aciertos que obtuvo en Un artista del desastre.
Por otra parte, la versión cinematográfica de Al filo del atardecer (The Sunset Limited, Tommy Lee Jones, 2011) cuenta con dos actores extraordinarios, que sin duda alcanzan en ella algunos de los mejores momentos de sus carreras: Samuel L. Jackson y Tommy Lee Jones. Escrita para el teatro, la obra original narra la discusión entre un suicida y el hombre que le salva la vida, durante la cual la oscuridad y la nada emergen como tiburones que se acercan a la presa. Se trata de la tercera de las cuatro películas que ha dirigido y producido Tommy Lee Jones, el cual ya había obtenido los premios a Mejor Actor y Mejor Guion en Cannes por Los tres entierros de Melquiades Estrada. Convencido de que este drama de Cormac McCarthy lo tiene todo para interesar a los espectadores, Jones le apostó de modo exclusivo a la temperatura del conflicto, de modo que la primera mitad de la película repite un aburrido cambio de cámaras que sigue al actor que tiene la voz cantante.
Para que fuera posible la película de John Hillcoat basada en La carretera hubo que hacer ajustes inteligentes. El primero consistió en sustituir la voz del narrador por la voz del padre del niño
Dos milagros salvan la película: las asombrosas tácticas de los actores y el rumbo que toma el guion. Gracias a ese extraño portento que sólo ocurre en los escenarios, una vez que ambos personajes han hecho un diagnóstico de su acompañante comienza la verdadera lucha de argumentos. El segundo milagro son algunos de los diálogos cada vez más tensos y transparentes que McCarthy haya escrito jamás, a través de los cuales es posible comprender el pesimismo de sus personajes: “Cuando lees la historia del mundo, lees una saga de sangre, insensatez, avaricia y locura imposibles de ignorar. Y todavía hay quien piensa que el futuro puede ser diferente”.
El consejero (The Counselor, Ridley Scott, 2013) no fue originalmente una novela, sino uno de los guiones de McCarthy. Contiene también el único caso en la obra de este autor en que uno de los protagonistas es un personaje femenino: la desbordante Malkina, que interpretó Cameron Diaz. Aunque la trama es rocambolesca y explosiva, y ninguno de los personajes alcanza el carisma de los seres novelescos de McCarthy, el sabor de las historias del escritor se mantiene y ofrece dos momentos difíciles de olvidar: la conversación que tienen el asesino y su víctima sobre la imposibilidad de perdonarle la vida, y el asesinato anunciado de uno de los personajes por medio de un elaborado dispositivo para decapitar, sin duda una de las escenas más aterradoras en toda su obra.
PARA QUE FUERA POSIBLE la película de John Hillcoat basada en La carretera (The Road, 2009) hubo que hacer ajustes inteligentes. El primero consistió en sustituir la voz del narrador original de la novela por la voz del padre del niño, a fin de que Viggo Mortensen transmitiera todo aquello que en el libro se narra con un tono anónimo y distante, que sólo se emociona ante el paisaje y que aparece en varios momentos en todas las novelas de McCarthy. También fue necesario mostrar de modo explícito el tema del canibalismo, que en la novela sólo se sugiere. Sin traicionar el inteligente minimalismo que buscaba el director, se escribieron escenas adicionales, tan explícitas que recuerdan el clásico de cine gore, La masacre de Texas.
Uno de los elementos poco afortunados de la cinta es que salvo la melodía que acompaña la escena final, la música del genial Nick Cave tiñe de modo deprimente los instantes dramáticos. En la versión cinematográfica de La carretera, lo que se echa de menos es la imposibilidad de lograr que convivieran en la misma historia el horror de un planeta que se extingue y la belleza impresionante de los entornos siniestros, expuestos de un modo soberbio en la novela original. Mientras que la película se concentró en espacios cerrados y colinas retocadas, McCarthy era capaz de subrayar la belleza del apocalipsis en blanco y negro. Por ello la novela es superior a la película, en su capacidad para que la belleza y el horror convivan y se desborden uno sobre otro.
Por otro lado, poco sobrevive del misterio y la grandeza de la novela original en la adaptación al cine de Unos caballos muy lindos (All the Pretty Horses, Billy Bob Thornton, 2000), el mayor fracaso cinematográfico que haya tenido una obra tan alta. Mike Nichols, que compró los derechos, le encargó la dirección al brillante Billy Bob Thornton, quien había ganado premios por dirigir Sling Blade. Lamentablemente, el productor a cargo fue ni más ni menos que Harvey Weinstein. Ese libro, que fue el primer bestseller de McCarthy y durante el primer año vendió más de un millón de ejemplares, tiene una altura comparable a la de Tom Sawyer o Huckleberry Finn, gracias a la sencillez y el misterio de la trama, el carisma de los personajes principales, el peligro que los persigue, la sensación de aventura, la presencia del campo y la maldad humana, por no mencionar los diálogos y la amistad forjada en circunstancias excepcionales, pero poco se adaptó de la novela original. A fin de venderla como un romance, Weinstein obligó al director a cortar una hora del filme y a forzar la edición de la trama, e incluso la promoción, de modo que todo pareciera centrarse en un romance entre Matt Damon y Penélope Cruz, siendo que en la novela ése no es el tema principal. La más accesible, feliz y divertida de las novelas de McCarthy fue destrozada por la aplanadora de Hollywood. Ni los mejores esfuerzos de Billy Bob Thornton consiguieron salvar esta versión de sus limitaciones; baste decir que la historia concluye con un final muy cursi y distinto al de la novela. Sin duda éste es uno de los graves riesgos del cine: un productor que toma un libro estupendo, no se pregunta en qué radica la originalidad de su contenido y busca transformarla en una película edulcorada y corta de miras. La visión de McCarthy sobre el mal que acecha a los hombres, la sensación de la primera aventura juvenil en exteriores asombrosos y la presencia del paisaje como un personaje adicional que resalta en la novela fueron pasados por alto y excluidos de la película.
Unos caballos muy lindos no transmite el enorme corazón de la novela original. Un par de instantes resultan memorables, magníficos: la escena en que uno de los vaqueros es condenado a muerte por un policía mexicano y el instante en que el protagonista se enamora de la hija del hacendado. Su aparición dura menos que un latido, como escribe McCarthy, pero cambia la vida del personaje para siempre. Hay un motivo para permanecer optimistas, según los más cercanos al director: Billy Bob Thornton hizo su propio corte de la película, a espaldas de Weinstein, y espera adquirir los derechos para darla a conocer algún día. Matt Damon, uno de los pocos que han visto esa versión, declaró que era la mejor película en la que él había participado hasta la fecha. 5
No es país para viejos demostró que no sólo la trama, sino la manera de narrar de McCarthy y su capacidad para crear amenazas palpables se pueden transformar en otro lenguaje artístico
REALIZADA POR LOS HERMANOS Joel y Ethan Cohen, No es país para viejos demostró que no sólo la trama, si-no la manera de narrar de McCarthy y su capacidad para crear amenazas palpables se pueden transformar en otro lenguaje artístico: un héroe que es bien intencionado, pero comete todos los errores posibles; un villano que no deja huellas, con una voluntad fuera de lo común, y un sheriff viejo, que reconstruye los detalles pero no desea toparse con los canallas que se persiguen uno a otro. La tozudez del cazador interpretado por Josh Brolin, el policía desencantado que encarna Tommy Lee Jones en el mejor papel de su carrera, y la reinvención que hizo Javier Bardem del asesino principal hacen de esta película un clásico, pero también los sonidos ambientales, la presencia de los escenarios y la amenaza del mal, que no deja en paz a
quienes pretenden evitarlo. Si todas las novelas de aventuras muestran
a personajes que se rebelan contra el destino que los acecha, ese comba-
te pocas veces da tan buenos resultados como en esta novela, y la película no le va a la zaga: iguala e incluso supera al original. Mientras la novela es la más enjuta de las narraciones del texano por adopción, con las descripciones y las narraciones del entorno reducidas a un mínimo, la cinta crea una combinación de imágenes cargadas de colores intensos, un sonido ambiental muy sugerente, como si susurrara secretos a los héroes y al villano, más el ritmo de la narración. Cada escena es una bomba de tiempo en potencia, donde la tensión se acumula, y los problemas no disminuyen, en la línea de las mejores novelas negras, de Dashiell Hammett al propio McCarthy.
Una de las cosas más impresionantes de esta lograda adaptación es que en las escenas iniciales, las contundentes imágenes que aparecen en pantalla siguen el ritmo y la duración de las primeras frases de la novela, y a partir de allí, el nervioso ritmo de la edición corresponde a las perfectas frases cortas con que el autor contó esta historia en que un asesino persigue a un cazador.
No es país para viejos demostró que no sólo la trama, sino la manera de narrar de McCarthy y su capacidad para crear amenazas palpables se pueden transformar en otro lenguaje artístico
A POCOS AÑOS de sus respectivos estrenos, tan sólo La carretera y No es país para viejos siguen disponibles en canales de streaming y parecen haberse enraizado en el gusto de muchos espectadores, mientras que a pesar de las buenas intenciones y el talento de los directores, a pesar de que siguieron en la medida de lo posible los hallazgos artísticos del novelista y trataron de sumarlos a los propios, las otras cuatro películas basadas en novelas de McCarthy prácticamente han desaparecido del mapa. De entre ellas, quizás sólo la película de los hermanos Cohen puede verse una y mil veces con renovado placer, gracias a que supieron elegir los mejores ladrillos literarios para construir una casa de innegables méritos artísticos, que ofrece un refugio a los amantes del cine.
Pero si es tan difícil transmitir la grandeza de las descripciones literarias, si no es posible contar las infinitas historias que suceden dentro de la trama principal, si se pierde la extraordinaria cadencia de la prosa, ¿por qué adaptar estas novelas? Quizás James Franco, Ridley Scott, Billy Bob Thornton, Tommy Lee Jones, los hermanos Cohen y los demás impulsores de estas cintas intuyeron que necesitamos historias largas con la complejidad de las novelas, y majestuosas películas que se aparten del camino habitual hollywoodense, historias tan exquisitas que por unos instantes avivan el fuego interior. A pesar de que no siempre logran esa perfección que animaba al autor, sin las adaptaciones existentes de las novelas de McCarthy nos perderíamos un puñado de historias atípicas, que nadie se atreve a contar; historias que enriquecen nuestra comprensión del mundo al narrar cómo la muerte acecha al reverso de todas las aventuras. Y porque precisamente es dentro de este clima de peligro extremo, donde la belleza y complejidad de cada instante de la vida deslumbra, cuando un narrador, cinematográfico o literario, está dispuesto a sacrificarlo todo por una historia que desea narrar sin concesiones.
Notas
1 Cormac McCarthy, No es país para viejos, traducción de Luis Murillo, De bolsillo / Penguin Random House, México, 2008, p. 61.
2 _______________, La carretera, traducción de Luis Murillo, Penguin Random House, México, 2022 (2007), p. 209.
3 https://www.nytimes.com/1992/04/19/magazine/cormac-mccarthy-s-venomous-fiction.html
4 https://www.oprah.com/oprahsbookclub/oprahs-exclusive-interview-with-cormac-mccarthy-video
5 https://www.gq.com/story/encyclopedia-of-matt-damon