Existen personas cuyo umbral del dolor se encuentra más allá de lo inconmensurable. Andy Murray pertenece a esa estirpe.
El documental Resurfacing (2019) narra el periplo médico por el que tuvo que atravesar el tenista escocés para recuperarse de una lesión en la cadera que lo retiró de las canchas de manera definitiva.
Dejando de lado el ego, para un jugador de su temperamento debe ser sumamente difícil, Murray se expone sin reservas. Más que contar su historia a partir de su exitosa carrera, lo hace desde el punto cero: un nacido para ganar es sacado del juego por una fuerza ajena a su voluntad.
Para quien no sepa nada de Murray, aquí un breviario: nació en Glasgow en 1987. Es indiscutiblemente una de las figuras de la década pasada. Medallista olímpico en 2012 y 2016; ganador del US Open en 2012; dos veces coronado en Wimbledon, 2013 y 2016; indiscutible de Roland Garros en 2016; cinco veces triunfador del Abierto de Australia, 2010, 2011, 2013, 2015 y 2016. Con otras medallas en competencias de dobles y más.
De ser el número uno del mundo, pasó a emprender una lucha en hospitales y salas de rehabilitación. Un golpe anímico durísimo. Sin embargo, la máxima aspiración del tenista es volver a la cancha. Y para conseguirlo se somete a dos operaciones de cadera. Cuyo proceso queda registrado al desnudo.
Resurfacing es un documento áspero. No apto para todos los estómagos. Nada ocurre tras bambalinas. Todo está filmado. Durante la operación de la cadera observamos al jugador literalmente abierto en canal. Sangre, huesos, nervios y tendones a la vista. Es un proceso largo, que va de 2018, la primera operación, hasta 2019, la segunda. Demasiados meses de sufrimiento para cualquier ser humano.
La tensión narrativa está manejada de tal manera que asemeja una novela. Dice James Baldwin: “Pues aunque el cuento de cómo sufrimos, y cómo nos deleitamos, y cómo tal vez triunfamos nunca es nuevo, siempre hemos de escucharlo. No hay ningún otro cuento por contar, es la única luz que tenemos en la oscuridad”. La historia de Murray es nueva pero vieja a la vez. Es la de una persona en combate contra la adversidad. Pero con el añadido de que deja en evidencia que la vida de los deportistas de alto rendimiento no es un lecho de rosas.
Quiere rendirse, pero su amor por la raqueta es superior a todo el dolor
A partir de la primera operación lo que observamos es a Murray caerse y levantarse una y otra vez. Consultar la opinión de todo tipo de especialistas, recurrir a todas las terapias a su alcance, cambiar de cirujano, sin jamás caer en depresión. Y puesto que es humano también duda y se cuestiona. Y en un par de ocasiones quiere rendirse, pero su amor por la raqueta es superior a todo el dolor que experimenta. Y al espectador se le parte el corazón de ver cómo lo intenta y fracasa, lo vuelve a intentar y vuelve a fracasar. Pero no ceja. Su intención jamás es provocar lástima o compasión.
Dice Mark Fisher: “Los momentos verdaderamente schopenhauerianos son aquellos en los que alcanzamos nuestras metas, concretamos los deseos más preciados del corazón, y sin embargo nos sentimos engañados”. Es lo que le ocurre a Murray. Que tras dos operaciones exitosas regresa a jugar de manera profesional, con una cadera de acero, sólo para descubrir que el dolor no lo abandona y que es posible que ya no regrese a estar ya no digamos como número uno del mundo, sino dentro de los mejores cien. El coraje que muestra para soportar los reveses es incluso más grande que el que haya manifestado en sus partidos con Federer y Nole, dos de sus rivales por excelencia.
Nombrado sir el 16 de mayo de 2019, Murray tuvo que abandonar las canchas en diciembre del mismo año. Con el anuncio de que no participaría en el abierto de Australia de este año. La medicina deportiva aún no tiene el suficiente avance para ayudarlo a recuperar su condición de número uno. Y aunque no se ha retirado oficialmente, tampoco podemos descartar que en cualquier momento reaparezca.
La lección de Resurfacing no radica sólo en el empeño que puso Murray para recobrarse, sino en el hecho de que aún alejado de su profesión, del tenis, de la adrenalina, se puede estar bien. Que es posible estar tranquilo fuera de batalla. Y que aquello que lo hace excelso en el triunfo lo hace invencible en la derrota.