La expectativa de escuchar en vivo a los IDLES era alta, en 2022 nos habían tundido con su alto wattaje en el Pabellón del Palacio y esperábamos algo mejor. Pero, conforme transcurrió el concierto, la emoción se fue difuminando lentamente. Primero por el pésimo sonido del Pepsi Center, durante hora y media tocaron 24 canciones, pero nunca dejaron de sonar opacos y apagados como si el inge de la consola hubiera levantado un muro de algodón entre ellos y nosotros. Y eso que el lugar se escuchaba decente (Stone Roses, Buzzcocks, Nick Cave). Segundo por el público foca y sus teléfonos celulares, bastaba que Talbot aventará la base del micrófono para que aplaudieran aullando enloquecidos. Y tercero porque los IDLES se han convertido en los campeones de la corrección política. Predican su “rebeldía” buena ondita desde el mainstream.
Como casi todos los grupos de rock lo han hecho en su momento, los IDLES recurrieron al pop con el productor Nigel Godrich de Radiohead. Su atrevimiento musical no me molestó para nada, Tangk me parece un buen disco de rock pop, más ganchos y menos furia que los cuatro anteriores, con todos los elementos que distinguen su sonido: el bajo portentoso de Devonshire, el motorik —que los ñoños fans trve confunden con punk— del baterista Beavis y la voz furiosa de su delantero Talbot. Por suerte tocaron las poderosas de Tangk: “Gifthorse”, “Dancer” y “Gratitude”, con algunas buenas canciones de sus primeros cuatro discos. Con la música —mal sonorizada— no tuve conflicto. Con lo demás sí.
PORQUE, COMO A LA MAYORÍA DE LOS GRUPOS les ha sucedido, el discurso de los IDLES cayó en la corrección política de hoy. “No somos un grupo punk ni postpunk”, ha declarado en repetidas ocasiones Talbot. Ah, pero los fans-focas, urgidos de ídolos punks cuando el punk ya es un chiste que se cuenta solo, a huevo los quieren hacer punks y creer que ponerse vestido de mujer, como los que usan los guitarristas Bowen y Kiernan, los convierten en la punta de la deconstrucción. Eso es la tendencia Roma-Condesa, lo hacían Lou Reed y David Bowie en los setenta del siglo pasado. El mundo cambia más rápido que el discurso y la corrección política de hoy es lo que hace quince años todavía se consideraba disruptivo o transgresor. Este fenómeno lo trata Alejandro Mancilla en (de)generación de cristal: el discurso y las posturas de la corrección se transforman a golpe de clic, son invenciones sociales “mutantes” y “camaleónicas”. Hace unos años nadie apoyaba a Palestina, está bien mencionarlo, pero los IDLES abusaron e incluso cambiaron el coro de alguna canción.
La verdad es que entré drogadísimo porque la ocasión lo ameritaba y adentro me rolaron medio ajo de venado y unos vapazos que me pusieron pensativo. El del problema era yo. Me estoy poniendo viejo y los conciertos de rock son para los chavos disfrazados de mujer y las chamacas eufóricas como los que me ensordecían con sus gritos, aseguraban estar en el mejor concierto de sus vidas. Sin duda lo fue, como lo hubiera sido para mí a esa edad.