Un documental de Mary McCartney

Décadas de vida musical en la abadía

Tocados por el aura legendaria que impulsó tanto el título de un disco de los Beatles, Abbey Road, como su portada —una fotografía que es un icono del siglo XX—, los estudios londinenses así conocidos registraron sesiones que no dejan de recorrer el mundo. Mary McCartney —la hija de Paul— realizó un documental, disponible en streaming, que recorre la historia de ese recinto donde grabaron su talento figuras mayores, desde la música clásica hasta el rock.

Entrada de los míticos estudios.
Entrada de los míticos estudios. Foto: Fuente: thewrap.com

“Ir a Abbey Road era como ir a la iglesia”, afirma Liam Gallagher, el músico de Oasis, en el documental de Mary McCartney titulado Si estas paredes cantaran (If These Walls Could Sing, 2022). Y es algo en lo que insisten muchos de los entrevistados por la hija del ex-Beatle, al contar la historia de esos estudios que se sitúan en el número 3 de Abbey Road, en Londres. Desde que los Beatles titularon Abbey Road su último álbum, el lugar pasó a llamarse oficialmente de ese modo: Abbey Road Studios, pues el letrero anterior, arriba de la puerta, daba la seña de la empresa EMI (Electrical and Musical Industries), aunque la gente que trabajaba ahí usualmente se refería a él por la calle en que estaba situado.

—¿A dónde vas?

—A Abbey Road.

—¿Dónde estuviste?

—En Abbey Road.

ABADÍA, IGLESIA O TEMPLO, en ese edificio se han grabado grandes discos de música clásica, rock y pop, además de bandas sonoras de películas. El paso peatonal, que aparece en la portada del álbum Beatle, es motivo de rituales; en el documental se ve a Paul McCartney imitar sus pasos y estar, incluso, a punto de ser arrollado por un automóvil. En las partes de cemento de las rejas los fanáticos, en actitud religiosa, escriben frases que honran a sus músicos.

Mary McCartney, nacida en 1969, llegó ahí de bebé, y sus recuerdos son vagos. Hay fotos en las que está en un tapete, con menos de un año, jugando. El impulso para realizar este documental viene de esa memoria temprana, aunque no se detiene ahí. Va hacia atrás y hacia adelante. El padre es parte central de la historia, pero el paisaje se extiende a otras figuras. Hay momentos entrañables. Las pa-redes realmente hablan y cantan.

En el inicio está el hecho de la compra del edificio en una subasta por la discográfica Gramophone, y cómo el jardín de atrás fue transformado en un enorme estudio para grabar música clásica con orquestas completas. El 12 de noviembre de 1931 Sir Edward Elgar dirigió ahí a la Sinfónica de Londres en la ejecución de su Pompa y circunstancia; se grabó todo directamente sobre un disco de cera (técnica entonces novedosa), que sirvió para hacer las copias comerciales.

Entre lo mucho que se narra hay una historia que sorprende: la de la violonchelista Jacqueline du Pré, que asistía a Abbey Road acompañada de Daniel Barenboim como director de orquesta. Existen filmaciones en las que se muestra su modo particular, corporal, de realizar ejecuciones. Y se le ve y oye interpretar el Concierto para violonchelo en mi menor, de Elgar... “Cuando la escuchas, sientes que entrega su alma en cada nota que toca”, dice de ella el joven violonchelista Sheku Ka-nneh-Mason, quien grabó décadas más tar-de, en ese espacio, la misma partitura.

La carrera de Du Pré tuvo un final abrupto cuando se le diagnosticó, en 1971, esclerosis múltiple, algo que recuerda al escritor mexicano Juan García Ponce, que padeció lo mismo. Ella resolvió el trauma de modo positivo al comentar: “Naturalmente, eso provoca mucho miedo. Pero tuve suerte porque mi talento se desarrolló de forma temprana. Y cuando tuve síntomas de esclerosis múltiple tan serios como para impedirme tocar instrumentos, ya había hecho todo lo que habría querido hacer en el violonchelo”.

La música clásica alimentó el espíritu de Abbey Road, pero no sus finanzas.
Por ello tuvieron que acudir al rock y el pop

Según las hojas de grabación, el último día que asistió al estudio fue el 12 de diciembre de 1971, y sólo pudieron rescatarse dos tomas.

LA MÚSICA CLÁSICA alimentó el espíritu de Abbey Road, pero no sus finanzas. Por ello tuvieron que acudir al rock y el pop. El primer éxito, en 1958, fue “Move It”, con Cliff Richard and The Shadows. Luego, en busca de algo similar, se toparon con los Beatles, llevados por Brian Epstein, quienes el 11 de febrero de 1963 (sesenta años atrás) grabaron completo su primer álbum. Esto ocurrió en el Estudio Dos.

La dupla de Brian Epstein como mánager y George Martin como productor llegó a tener, en 1964, 36 semanas con éxitos número uno en el Reino Unido, con Cilla Black, Gerry and The Pacemakers y los mismos Beatles, entre otros. En 1967, mientras el cuarteto de Liverpool grababa el Sgt. Pepper, un grupo nuevo, Pink Floyd, con Syd Barrett como líder, diseñaba su primer disco en el estudio vecino. Ahí mismo se creó en 1973, ya sin Barrett, The Dark Side of the Moon.

Mucho es lo que las paredes cantan, como las diecinueve tomas de Cilla Black al tema de la película Alfie (1966), porque el compositor de la pieza, Burt Bacharach, buscaba “algo de magia” (que ya estaba, como le demostró George Martin, en la toma cuatro); la posibilidad de ver el órgano Lowrey que se escucha al inicio de “Lucy In The Sky With Diamonds”; el que en su juventud acudieran Elton John y Jimmy Page como músicos de estudio a Abbey Road; el desmayo de Shirley Bassey en el cierre de la canción “Goldfinger”, de la saga de James Bond, cuando alargó la última nota para empatar la interpretación con el cierre de los créditos de la cinta; las necesa-ias renovaciones, ante la crisis económica, como sitio de grabación de bandas sonoras de cintas como Indiana Jones o El regreso del Jedi... Hasta llegar a Oasis y el pop de los noventa, y otras figuras más o menos recientes, como Kate Bush o Celeste.

Los de Oasis, abrumados por la presencia Beatle, pasaron una noche en Abbey Road escuchando a todo volumen los discos del cuarteto, lo que ocasionó que una de las bocinas se rompiera.

Es mucho lo que canta y cuenta este documental de Mary McCartney, aproximación en coro múltiple a un gran templo musical.