Déjà Vécu

OJOS DE PERRA AZUL

Déjà vú
Déjà vú Foto: Cortesía de la autora

Nací anciana en un cuerpo de neonato, me parieron siete veces siete vientres a la vez en diferentes laberintos de mí misma. En varias cunas me arrullaron mujeres sabias a quienes llamaba por sus nombres, con los que luego me bautizarían. De niña tuve ciento tres años; antes de andar jugaba a las escondidas, a estar en todos lados y en ninguno al mismo tiempo. Me entretenía tejiendo y destejiendo hebras de hilo doradas, jugaba a trenzar las horas, mis destinos ya vividos, renovados. Crecí cargada de pasado, de presente y de futuro. No sé si soy otoño o invierno, primavera o verano, o si sigo repitiendo el equinoccio de los soles infinitos en que existo y renazco sin cesar.

EN ESTA VIDA NADA ES NUEVO para mí. Lo que me pasa sucede otra vez, lo he experimentado, me es extraño y familiar. Estoy haciendo o pensando lo que hice y pensé antes, en una época cercana o lejana, no lo sé. Digo lo que he manifestado con la voz ajena que fue y es la mía.

En esta vida nada es nuevo para mí.
Lo que me pasa sucede otra vez, lo he experimentado

Viajé a un lugar que creía no haber visitado. Al llegar supe que había estado allí, ubiqué los paisajes, reconocí los caminos recorridos. El viento me despeinó de igual manera. Fui a un museo, vi una pintura que me hipnotizó por sus formas y figuras. Recordé el título y el artista medieval que lo pintó sobre el cuero del toro sagrado en siete eternos días. En la avenida principal me identifiqué con los rostros de los inmortales vagabundos; conté los pasos que sabía que iba a reanudar, todo era exactamente como en alguna ocasión fue, no sé cuándo, pero fue. En la plaza escuché la canción que un músico tocaba, inagotable, su perpetua melodía. En el mercado, mordí la fruta prohibida que probé en el jardín de los placeres clandestinos. Aspiré las fragancias dulces de las flores imperecederas que me adornaron el pelo de serpientes venenosas.

La memoria me pesa por tanta reiteración. En el olvido se acumulan imágenes de otras temporadas que sucederán, recuerdos del ayer y del mañana, escenas fundantes que me sucedieron hace siglos, listas para reeditarse hoy. Cargo sobre la espalda las pérdidas que aún no he tenido, los párpados están llenos de cansancio acumulado. En el corazón transporto mil historias de amores permanentes y fugaces. En los ojos te llevo siempre a ti, te repites en cada hombre que estuvo, está ahora y no estará.

El sueño ha sido soñado.

Esta columna ya la había escrito.

* Siempre digo nunca.