Diversa Cultural

Diversa Cultural
Diversa Cultural Foto: Fran Hogan / Wikimedia Commons, Paul Cezanne

CANTOS DE TRABAJO

Se calcula que en 1860 vivían en Norteamérica 4,500,000 individuos de raza negra, de los que sólo 500,000 se encontraban legalmente en estado de libertad. Los esclavos negros trabajaban en el campo y acompañaban sus labores con cantos que les permitían mantener un ritmo de trabajo constante y cierta abstracción psíquica de la monotonía laboral. Los cantos de trabajo son conocidos con el nombre genérico de hollers y se subdividen en atención a la faena realizada; de este modo, se habla, entre otras manifestaciones, de corn song —canto de quienes trabajaban en la molienda del maíz—, de cotton picking song —canto de los recolectores de algodón— o de boat song —canto de los estibadores que trabajaban en las orillas del Mississippi—.

Javier Pérez Andújar, “Blues” en Rosa Cisa (coord. editorial), Rock & Pop. El mito alrededor del rock, Sarpe, vol. 1, 1993.

Esclavos trabajando en el campo
Esclavos trabajando en el campo

LENGUAJE ARTIFICIAL

Large Language Model (LLM): modelo masivo de lenguaje. Es el resultado de entrenar una inteligencia artificial con miles de millones de textos y audios bajo la arquitectura transformer. Son capaces de entender mensajes hablados y escritos, el denominado prompt, y generar una continuación realista y sofisticada. Su tarea es leer (o escuchar) un mensaje y predecir cuáles deberían ser las siguientes palabras para que tengan el máximo sentido posible. A menudo, se adaptan para que la interacción con ellos sea mediante una conversación, que resulta más natural. Aunque en esencia son predictores de palabras, los LLM más potentes muestran habilidades emergentes para las que no han sido entrenados específicamente, como comprender la gramática de un idioma, imitar el modo de escribir y el punto de vista de un personaje o razonar la solución a un problema que nunca se habían encontrado. Sin embargo, a veces tienen “alucinaciones” en las que inventan información falsa.

Mariano Sigman y Santiago Bilinkis, “Glosario” en Artificial. La nueva inteligencia y el contorno de lo humano, Debate, 2024.

LECCIÓN AL ESTUDIANTE

MEFISTÓFELES: Aprovechad el tiempo: ¡pasa tan pronto! Pero el método os enseñará a ganarlo... No hay duda que con la elaboración de la ideas pasa lo mismo que con una obra maestra de tejedor, en la cual una simple presión del pie pone en movimiento un millar de hilos, las lanzaderas se disparan hacia aquí y hacia allí, los hilos corren invisibles, y un golpe único forma de repente mil trabazones. Viene el filósofo, y os demuestra que ello debe ser de este modo: lo primero era así y lo segundo así, luego lo tercero y lo cuarto son así; y si lo primero y lo segundo no existiesen, lo tercero y lo cuarto jamás podrían existir. Los estudiantes de todas partes ponen esto sobre las nubes, mas no han llegado a ser tejedores. […] Estudiáis a fondo el grande y pequeño mundo, para dejar al fin y al cabo que vayan las cosas como a Dios le plazca. Inútil es que divaguéis de un lado a otro en busca de sabiduría; cada uno aprende sólo aquello que puede aprender; empero el que sabe aprovechar el momento oportuno es el verdadero hombre.

Johann Wolfgang Goethe, Fausto, trad. José Roviralta Borrell, prol. y revisión de Francisco Ayala, Alianza, 2018.

Portada del libro "Fausto" de Goethe
Portada del libro "Fausto" de Goethe

EL ARLEQUÍN

[…] Es una figura cuya presencia crea, inmediatamente, emoción y profundidad. Al igual que las marionetas remiten a una significación oculta, pero a diferencia de ellas no sugiere un demiurgo —divino o humano—, sino una parte nuestra, olvidada y equívoca. El arlequín es vagamente siniestro porque representa la “otra cara”: está unido a la concepción según la cual son los bufones, los locos, los idiotas, los que dicen la verdad. Abren las puertas, gritan lo que piensan, se satisfacen sin remilgos, saben que tienen sexo, pelos, lengua, nos recuerdan lo que no hicimos, descubren nuestros impulsos y nuestra procacidad. El arlequín es, entonces, el mensaje de una Arcadia anárquica y explosiva, una tierra de nadie, cercana y a la vez inalcanzable, un territorio cuya visión nos excita porque nos devuelve la imagen de la expansión o de la libertad. La fuerza de los arlequines —o de Pulchinela— reside en la capacidad de simbolizar esas tendencias básicas y peligrosas que acompañarían al hombre desde la creación… Pero la figura del arlequín desplaza esos hechos brutales, esas constantes incómodas y obscuras, hacia la fantasía. Lo más real se presenta bajo el signo de lo imaginario. […]

Alejandro Rossi, Manual del distraído, FCE, 1996.

EL ARLEQUÍN
EL ARLEQUÍN

¿PARA QUÉ SIRVE LA POESÍA?

Recuerdo una mañana, en México, hace poco más de dos años. Un grupo de poetas de todo el mundo había sido invitado para celebrar el septuagésimo aniversario de Octavio Paz. Antes de una mesa redonda sobre poesía latinoamericana, el poeta colombiano Álvaro Mutis, que debía actuar como moderador, nos contó que antes de salir de su casa su mujer le había hecho la prueba del I Ching y que el resultado aconsejaba que tratase de no hablar. Así procedió, pidiéndonos a los otros participantes que accediéramos a su presencia prácticamente muda. La sesión se coordinó sola. Pero al finalizar intervinieron algunos asistentes y uno de ellos, el que nunca falta, se sintió obligado o comprometido a formular la pregunta arcaicamente estulta: “¿Para qué sirve la poesía? ¿Para qué sirve en un mundo lleno de abominaciones como el hambre, la pobreza, la enfermedad, la guerra, la injusticia, la opresión, la tortura, la violencia, la muerte?”. Entonces aconteció lo imprevisto: Álvaro Mutis violó su propósito de casi esotérico silencio y nos pidió que lo dejáramos responder a él. Dijo así estas palabras que no olvido: “Frente a todo lo que usted dice, quiero manifestarle que yo no tengo, no he encontrado más solución que escribir poesía todos los días”.

Roberto Juarroz, Poesía y realidad, Pre-Textos / poéticas, 1992.

EMBRIAGUEZ

Aunque no llega a ser dramático, tu aturdimiento etílico ha aumentado de manera considerable. Ya no te parece llevar puesto ni de lejos el caparazón que tus padres crearon para ti, el mismo que hasta ahora ha vencido el riesgo y la enfermedad. Y sin embargo, ahí tienes ese cuerpo, en su sitio. Estás en él pero no del todo, ya no. ¿Habrás llegado al punto de la embriaguez? Miras esa copa de tinto cuyo nivel desciende tan despacio como la arena de un reloj. La tercera ya. ¿O la segunda? Has perdido la cuenta. Digamos que has tenido que postergar tu proyecto de convertirte en perro porque el modelo de nariz que pediste está agotado. Has bebido, eso es verdad, y te ríes contigo mismo. Con cierta dignidad, eso seguro, pues no eres un cualquiera. Eres un guasón. […] Eres un filtro de ideas para tu cerebro, de oxígeno para tus pulmones y de alcohol para tus riñones. Siguiendo la intuición bergsoniana, intentas aplicar esa empatía por la que uno se transporta al interior de un objeto para coincidir con lo que éste tiene de único y de inexpresable. La copa te interroga. Para acceder a lo más recóndito del líquido rubí que te hidrata trago a trago, sopesas la copa abombada sin que el vino te salpique las rodillas y vuelves a levantar los ojos hacia el espacio infinito. De tus labios a la copa, del velador al bulevar, de la ciudad al país y del país al continente, un globo aerostático en suspensión te transporta a la atmósfera. ¡Se ve mucho mejor desde aquí! Otro trago para ensanchar el cielo.

Stéphan Lévy-Kuentz, “Ficción”, Metafísica del aperitivo, trad. Laura Naranjo Gutiérrez, Periférica, 2022.

Vino en una copa
Vino en una copa
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