Milorad Pavić

Los dos insomnios del autor serbio

"Estamos encerrados como en un calabozo hasta que nuestros sueños nos liberan y nos dejan salir”, decía Milorad Pavić. Ulises Paniagua describe cómo para el narrador serbio —quien habría cumplido 94 años el pasado octubre—, la vigilia y el mundo onírico son indistintos. Fue un escritor que concilió lo profuso del barroco con las leyendas campesinas de Europa del Este; ahí está el enigmático Diccionario jázaro, que sigue cautivando a los lectores de este tiempo, un siglo que, en sus palabras, se inauguró en 1999, con el bombardeo a Belgrado.

Milorad Pavić (1929-2009).
Milorad Pavić (1929-2009). Foto: lenouvelattila.fr

En este 2023 se cumplen veinte años de la publicación en México de una de las grandes obras del serbio Milorad Pavić: Siete pecados capitales. Y el día 15 de octubre, el autor habría cumplido 94 años. Así que es buen motivo por partida doble para hablar de él, de su obra.

QUIZÁ EL REFERENTE occidental más cercano a Pavić sea Jorge Luis Borges. Aunque posterior al argentino, el autor del Diccionario jázaro es un fenómeno equivalente en Europa Oriental. Su obra podría emparentarse, por la originalidad de los temas y la ingeniosa estructura de los libros, a las de Italo Calvino o Georges Perec. Se trata de una estirpe que pertenece al umbral del asombro, esa delicada línea donde lo real y lo fantástico se confunden con pasmosa naturalidad. Pero el nacido en Belgrado en 1929 no es Calvino ni Perec. Tampoco Borges. Es Pavić, un fenómeno irrepetible; el que, con la pipa en la boca, mezcló el gusto por el barroco con las leyendas campesinas de Europa del Este.

Su literatura se acerca a los viejos daguerrotipos, a los exquisitos mobiliarios, a la relojería fina, a la orfebrería. Tiene la sutileza creativa y la rudeza de la guerra que vivió. Un microcosmos que envuelve, con seda, la agitada región cercana al imperecedero encanto de Las mil y una noches. En el gusto por ese libro, por cierto, Borges y el autor serbio coinciden. Otro punto que los liga es el hecho de que ninguno de los dos recibió el Nobel.

LAS COSAS NO FUERON sencillas para Pavić. Reconoce haber sido el escritor “menos leído en [su] país hasta 1984, después de lo cual [fue] el más leído”. Su irresistible encanto resarció la injusticia. Hoy, sus libros se han traducido a 73 idiomas. En su narrativa, lo palpable y lo intangible se tocan. Es, además, políglota. En el prólogo de Los espejos venenosos se revela a través de una magistral versión verídico-ficcional:

Su literatura se acerca a los viejos daguerrotipos, a los exquisitos mobiliarios, a la relojería fina, a la orfebrería

La primera vez que las bombas llovieron sobre mí, yo tenía doce años. La segunda vez ya tenía quince. Entre esos dos bombardeos caí enamorado por primera vez, y estuve obligado a aprender alemán en la época de la ocupación alemana. También aprendí en secreto inglés, de un caballero que fumaba tabaco en una pipa. A la vez olvidé el francés por primera vez

(más adelante lo olvidaría dos veces más). Finalmente, en una perrera, un oficial emigrante del imperio ruso comenzó a enseñarme el idioma.1

En México hace falta leerlo. Sus libros nos internan en un reino de imaginación desbordada, de prosa magnífica. Ahí está el Diccionario jázaro. Novela léxico. Los jázaros, una tribu del Cáucaso, desaparecieron en el siglo X: los hebreos los consideraban judíos; los turcos los veían como islámicos; los cristianos los pensaban correligionarios. Un enigma. El Diccionario jázaro es filosófico, filológico, interactivo —se desenvuelve al límite de lo histórico y la especulación fantástica. Para ello recurre a

la ayuda del lector, pues el final lo decide quien lee. Tiene una versión masculina y femenina: en la primera, el narrador absorbe el pasado y el futuro ante su interlocutor; en la segunda, se abstiene de asesinar al escucha, el Dr. Muawja, gracias a la presencia de un niño.

La novela Siete pecados capitales, por su parte, se introduce en pasajes freudianos para hablar del sueño como válvula de deseos insatisfechos. Evoca la idea de la memoria que nos habita, en la poética bachelardiana del espacio íntimo, donde la casa es el lugar de los recuerdos: en la buhardilla está el rincón melancólico y en el sótano, los recuerdos perniciosos. Pavić refiere: “Estamos encerrados como en un calabozo hasta que nuestros sueños nos liberan y nos dejan salir. Pero los sueños son como los invitados de una boda, hay que esperarlos”. Y luego esta frase que resume su universo:

Dicen que existen dos insomnios, como dos hermanas. El de antes de dormirse, y el otro, después de despertar en plena noche. El primero es madre de la mentira, el otro es madre de la verdad.2

LOS SUEÑOS SON referencia también en Pieza única, donde un personaje andrógino vende sueños acerca del futuro posible de la gente. Es una novela onírica. Transcurre como una trama detectivesca, en la que un inspector busca resolver asesinatos misteriosos, pero se lee, paralelamente, a través de dos rutas: en la primera aparecen los hechos; en la segunda, el lector obtiene conclusiones y arma su novela.

Pavić exhibió, en su texto autobiográfico, la conceptualización única de sus libros:

Escribí una novela en forma de diccionario, una segunda en forma de crucigrama, una tercera en forma de clepsidra (reloj de arena) y una cuarta en forma de libro del tarot. Intenté que fueran lo menos problemáticas posibles. Creo que la novela es una clase de cáncer —vive de sus metástasis.3

Su obra es un incentivo al intelecto, un deslumbramiento prosístico. Se trata del escritor que aprendió a hacer de un libro, un artefacto de orfebrería. En él, la página se torna un espejo que refleja lo imaginado como real y lo real, como ficción. Pavić es imprescindible en este siglo XXI que, como él dictó, “empezó en 1999, cuando los airforces de la OTAN bombardearon Belgrado”.

Notas

1 Milorad Pavić, Los espejos venenosos, Sexto Piso, Méxi-

co, 2022, p. 255.

2 __________________, Siete pecados capitales, Sexto Piso, México, 2011, p. 13.

3 __________________, Los espejos venenosos, Sexto Piso, Méxi-

co, 2022, p. 255.

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