Eduardo Rabasa, veinte años de Sexto Piso

Esgrima

Eduardo Rabasa.
Eduardo Rabasa. Fuente: thewilddetectives.com

Fundada en 2002, Sexto Piso se ha convertido en una de las editoriales referentes del medio hispanohablante, tanto en humanidades como en literatura. Son muchos los autores de primera línea que incluye su catálogo y cantidad de temas sustanciales que ha abordado en sus publicaciones. De eso hablamos brevemente con su editor, Eduardo Rabasa.

¿Cómo nació la idea de fundar la editorial?

Fue un proyecto medio inconsciente de cuatro amigos, uno de los cuales, Luis Alberto Ayala Blanco, era profesor en la UNAM de los otros tres. Surgió un poco en las clases de filosofía política y Nietzsche, donde él impartía asiduamente a Roberto Calasso, uno de los grandes editores de todos los tiempos (además de extraordinario escritor); empezamos a jugar con aquella idea de poner una editorial, donde se pudieran publicar libros que no estaban disponibles en ese entonces.

¿En qué momento decidieron ampliar la línea editorial y no sólo publicar contenidos especializados?

Tanto por nuestra formación como porque Luis Alberto también era ensayista, el catálogo se volcó hacia el ensayo, con obras capitales como las Memorias de un enfermo de nervios, de Daniel Paul Schreber, El único y su propiedad, de Max Stirner, o los Ensayos escogidos, de George Orwell. Al poco tiempo comenzamos a publicar narrativa: casos como El loco impuro, de Calasso, o Atlas descrito por el cielo, de Goran Petrovic. Un tanto después se fue ensanchando cada vez más el espectro, creo que ocurrió conforme nos fuimos sintiendo más cómodos para aventurarnos en títulos o géneros que quizá al principio resultaban ajenos.

¿Cómo definieron las colecciones?

Fue un proceso paulatino, orgánico, en el sentido de que se fue dando sobre la marcha, conforme el propio catálogo, la editorial y los lectores lo iban pidiendo. No fue un plan diseñado de antemano, lo cual por supuesto también implicó muchos tropiezos y dificultades, pues íbamos aprendiendo con la experiencia. Eso a la vez nos permitió tomar riesgos y decisiones que quizá desde una visión más experimentada o calculada no hubieran sucedido, por absurdos, pero terminaron formando parte esencial de nuestra identidad editorial.

¿Cómo encuentran a los autores contemporáneos que publican?

Mediante agencias literarias, incluso en el caso de autoras o autores sumamente jóvenes. También siguen jugando una parte importante consejos y recomendaciones, a menudo en ferias del libro nacionales e internacionales. Otras veces seguimos la pista en redes sociales a voces que llaman la atención por algún rasgo interesante.

Percibo una propuesta importante para ofrecer experiencias a sus lectores con autores. ¿Cómo definen estos encuentros?

Creo que en general las ferias del libro y los festivales, que siempre han sido muy importantes, lo son ahora más, en parte porque las y los lectores, quizá por la inmediatez que dan las redes sociales, buscan cada vez más un contacto directo con los escritores, cuando tradicionalmente la experiencia de la lectura se confinaba a leer como tal. Me parece genial que así sea, ferias y festivales son una celebración comunitaria de la lectura y en especial en estos años de pandemia quedó especialmente clara su trascendencia, así que desde Sexto Piso hacemos todo lo posible, en colaboración con festivales como el Hay, que es un aliado muy importante, la FIL Guadalajara, y otras muchas ferias y festivales, por potenciar ese contacto directo entre autores y lectores.

¿Cómo encontraron el equilibrio entre publicar libros de calidad y sobrevivir generando ventas?

Si lo supiéramos quizá seríamos ya un grupo editorial y no una editorial independiente de tamaño mediano con finanzas muy ajustadas (es broma). La verdad es que no sé, y menos podría formularlo de esa manera. Creo que una clave, siempre refiriéndome sólo a nuestro caso y nuestra experiencia, es anteponer primero la calidad, es decir, no consideramos la publicación de algún libro con la idea de las ventas como criterio primordial. Esto no significa que la calidad esté peleada con el éxito comercial, ni mucho menos; hacemos todos los esfuerzos por acercar cada volumen al mayor número posible de lectores.

La respuesta tiene que ver con procurar hacer caso a cierta intuición o, como ha escrito Calasso, a un “sonido justo” de ciertos libros, con el deseo de que eso que puede parecer un poco místico tenga el desenlace feliz: ser disfrutado por miles de lectores de procedencias y gustos muy distintos.

Anteponemos la calidad, es decir, no consideramos la publicación de un libro con las ventas como criterio primordial

¿Cómo es su relación con librerías independientes y con cadenas?

Creo que en ambos casos es muy buena. En la medida en que ambas son piezas fundamentales del ecosistema del libro, procuramos colaborar según las lógicas, dinámicas y alcances de cada una. Tratamos de entender de la mejor manera cómo se inserta nuestro catálogo dentro de las prácticas y los públicos lectores de unas y otras.

En general somos contrarios tanto a la queja como a la satanización, ya sea de cadenas de librerías, de plataformas de venta en línea o de los grandes grupos editoriales, sin que vaya acompañada de estrategias o acciones específicas. En primer lugar, porque no vemos que dicha queja o satanización aporte nada. Y en segundo, porque así como el mundo es el que es, el ecosistema del libro es el que es. Aunque obviamente existen prácticas que nos son ajenas o que nos encantaría que fueran distintas, y en la medida de lo posible procuramos modificar cuando se puede con el ejemplo, preferimos dedicar nuestra energía a realizar los mejores libros y acercarlos al mayor número de lectores que podamos. Por supuesto que la enorme concentración en un puñado de corporativos presenta dificultades enormes, pero es la labor de editoriales y otros espacios que se consideren independientes encontrar las formas de lidiar con ello y sobrevivir dentro de ese panorama complicado.

¿Cómo afrontan el tsunami digital que vivimos: es una amenaza o lo capitalizan?

Poco a poco nos hemos puesto al día con el tema de los libros electrónicos. Aunque todavía nos falta un buen trecho para tener en dicho formato todo el catálogo, ahí vamos; cada vez está disponible mayor parte. Creo que a estas alturas podemos decir que el pánico que en su momento ocasionara el libro digital fue infundado y que se ha asentado en una sana convivencia con el de papel.

¿De qué forma les ha afectado la crisis de papel?

Principalmente en cuanto al incremento de costos y tiempos de impresión. Es más caro y más tardado hacer libros, como treinta o cuarenta por ciento más y, claro, eso no es trasladable al precio final. Nos ha obligado a apretar todo un poco más, a ser mucho más cuidadosos y conscientes a la hora de seleccionar y publicar títulos.

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