Hace algunos meses recordé que cuando fui niño quería ser presidente. Cuando lo recordé de tajo me dio colitis y luego taquicardia. Nadie en su sano juicio quisiera cargar con tanto peso. A menos que tuviese muy claro lo que quiere hacer con ese poder y esa responsabilidad. Responsabilidad, sobre todo, por tomar decisiones que pueden afectar a un país entero.
Dicen que no hay políticos buenos y para ser funcionario hay que tener algo de político. Y asumir también que a partir de la designación, las acciones de este individuo —ahora funcionario (y en parte, político)— afectan a sectores de la población y al sistema social de distintas formas. Entonces las decisiones personales se vuelven políticas y todo movimiento, opinión y acción es motivo de interés y escrutinio público. Hasta una conversación de WhatsApp.
La crisis institucional por la que atraviesa el FONCA tal vez tenga su origen en creer que empalmar la función pública y la sensibilidad artística de un creador bajo una misma agenda, daría resultados excelsos. Por lo menos así pudimos verlo en la designación de Mario Bellatin como director del Fondo.
Si bien la mayoría de los artistas llevamos una vida de Batman, dobleteando identidades laborales y surfeando por distintos oficios que acompleten la chuleta, no creo que a Bellatin le parezca sencillo coexistir en su trayectoria como creador y ahora como personaje público (sujeto a escrutinio público), es decir, como funcionario de un gremio que lo conoce muy bien desde su primer frente y lo está conociendo desde su nueva faceta.
Pese a que es muy probable que Bellatin haya tenido buenas intenciones para el FONCA, la percepción de la comunidad artística y de los beneficiarios del programa fue negativa, sobre todo por las fallas monumentales de comunicación, en la que claramente le hizo falta definir un proyecto, una metodología y un plan de trabajo calendarizado, justo lo que el FONCA nos requiere en cualquiera de sus convocatorias.
Hace unos días muchos asistimos a un Foro convocado por el Fondo con pésima organización, donde dos autodenominados creadores y un silencioso tercer acompañante aparecieron sin argumentos para defender una propuesta que aún no existe. En menos de un minuto, una frenética voz irrumpió al grito de “¿Dónde está Mariooo?”. Luego comenzó un acto en donde todo era tan performático como político. Estaban ahí de todos los campos del arte y la cultura. Las conexiones entre asistentes eran más generacionales que gremiales. Éramos como una asamblea Jedi o una reunión de X-Men donde el político tenía el cabello azul. Prometí no mencionar ese detalle pues asumí que era irrelevante para la agenda pública, pero no para la agenda estética.
En el rotundo fracaso del Foro de Consulta Pública para la comunidad artística convocado por el FONCA el pasado jueves 6 de marzo vimos un tropezón tras otro. La comunidad quería ver a Bellatin de frente, pero no se presentó.
Todo se salió del control del propio FONCA. Los dos empleados encargados de documentar y organizar las participaciones del público corrían de un lado a otro sin saber a quién darle el micrófono. Los participantes empezaron a hablar a su voluntad y desorganizadamente. Quienes tuvieron uso de la palabra no lo aprovecharon. Quienes la tomaron abruptamente fueron más acertados en sus aportaciones.
Si bien las mesas convocadas por la Secretaría de Cultura antes de que iniciara la nueva administración no fueron la solución a muchos problemas, por lo menos contaron con una metodología precisa que permitió escuchar opiniones y propuestas. Por el contrario, en esta ocasión el foro fue el aquelarre de una asamblea fallida.
Las cifras presentadas por el FONCA no fueron tan impresionantes, pues la mayoría de los que hemos circulado por sus filas de beneficiarios sabemos más o menos cómo funciona. No impresiona que el 60 por ciento de los becarios esté en la Ciudad de México, ni que el 10 por ciento viva en el extranjero. Mencionaron que no se cubre la cuota de género en cuanto a beneficiarias y tutoras, pero no dijeron cómo revertir esa situación. En su diagnóstico no había propuesta.
"El Foro reventó, se volvió turba y los gritos de los asistentes ensordecieron por completo a la institución".
La comunidad artística presente mostró de inmediato un rechazo que se dibuja entre la rabieta y el grito. Yo me quería ir y me quería quedar. Me quería ir porque sabía que no se llegaría a nada, pero me quería quedar para saber hasta dónde podía llegar. Como la comunidad artística era también un público, se la pasó aplaudiendo machín y luego abucheaba o chiflaba sin pena.
Entre gritos y celebraciones, el único acuerdo significativo fue la organización futura de mesas de trabajo. Algo que debió pensarse antes de este foro. ¿A quién se le ocurre convocar a la comunidad artística, esa entidad de cien cabezas y mil cuerpos, cuando tan sólo en cada generación de jóvenes creadores hay más de doscientos becados? ¿Cómo esperaban que nos pusiéramos de acuerdo, si ni el FONCA sabía a qué iba ese día?
El Foro reventó, se volvió turba y los gritos de los asistentes ensordecieron por completo a la institución. De pronto alguien lo dio por terminado. La transmisión por streaming se detuvo y vino el efecto colateral en las redes. Muchos empezamos a salir como si el incendio fuera a quemarnos. Luego de tres o cuatro minutos de abucheos la agitación se disolvió.
El Foro fue un absoluto fracaso y produjo una escisión más profunda entre el gremio y la institución. Mientras este texto pasaba revista Bellatin dejó el puesto. No tardó ni una semana en ocurrir. Como conocedores de la palabra, estos señores (Bellatin escritor, Frías editor y San Juan guionista), pudieron al menos escribir un proyecto. No lo hicieron. Hoy son los nuevos rechazados del FONCA.
Y nadie ha dicho que sea fácil. Yo solicité la beca cuatro veces y pegó hasta la última. Pero con un proyecto. Échenle ganas porque ya no es sólo su beca la que está en juego: son las de miles.