No creo en Dios pero sí confío en las señales mágicas. Tampoco creo en la Virgen de Guadalupe aunque siempre me ha gustado su outfit rodeado de estrellas y destellos. Si fue un invento de la Conquista para convertir a los nativos politeístas en cristianos o si realmente fue una aparición sobrenatural, no se sabe con certeza.
TAL VEZ FUE una razón más científica: Juan Diego comió hongos psicotrópicos en el cerro del Tepeyac y alucinó bien intenso. Eso sí, además de ser un símbolo cultural y estandarte político, Lupita es una obra de arte y un ícono de la moda, ni cómo negarlo. Su corona culminante y el querubín apachurrado debajo de sus pies le dan esa aura de lo que es, una reina.
Como si fuera un intento de reivindicar su poder (a mí ya me perdió hace mucho), la Virgen de Guadalupe hizo una nueva visita milagrosa. Ahora fue en forma de escultura y en Monterrey, hogar de la influencer Mujer Luna Bella, quien cambió la prostitución por el cristianismo cuando se enamoró y luego, por desamor, abjuró.
¿Qué hace que un objeto inanimado adquiera el adjetivo tan ambiguo de milagroso? Hay niveles. El espectro de cualquier santo en una tortilla de harina no causa la misma efervescencia que un retrato pintado que llora sangre de verdad. Durante un viaje lisérgico vi una mancha de yeso en la pared que se transformó en un Cristo crucificado standopero, y no por eso le erigiría un altar. En el caso de la Virgen del Río fueron tres factores divinos. Primero: el diseño lo dibujó un sacerdote, Monseñor Aureliano Tapia, de la Arquidiócesis de Monterrey. Segundo: la escultura ya construida fue bendecida en 1990 por el Papa Juan Pablo II ante un millón de personas en el Río Santa Catarina. Y tercero: un duelo entre dos huracanes completó el hechizo.
El huracán Alex arrebató la imagen de su lugar a orillas del Río Santa Catarina y la hundió bajo su corriente. Diez años después, a mediados de este 2020, fue desenterrada por el huracán Hanna y pudo verse sobre el lecho erosionado por la crecida del río.
DE ACUERDO con diversos medios, habitantes cercanos al río descubrieron la estructura y dieron el pitazo. Trabajadores de Servicios Públicos de Monterrey, custodiados por policías municipales, comenzaron el rescate de la Virgen del Río para restaurarla y regresarla a su sitio, hoy mismo usurpado por una réplica más pequeña y sin superpoderes.
Era de esperarse que esta noticia causara revuelo en una ciudad que fue entregada a Cristo por su exalcaldesa panista, Margarita Arellanes, en 2013: Monterrey, cuna de bullies intolerantes que van a misa todos los domingos pero vilipendian a ateos (eruditos), roqueros (artistas), feministas (luchadoras sociales), gays (amorosos), satánicos (creativos)...
Ningún luciferino ha protestado contra un evento cristiano en Monterrey, como sí han hecho los fanáticos religiosos al descalificar conciertos de talla internacional: el de Marilyn Manson en 2003 quedó en un intento de censura, mientras el de la banda sueca de metal, Marduk, fue cancelado en 2018 con base en una petición de change.org firmada a nombre de “Familias cristianas”.
Ahora que Dios, el empresario más poderoso del mundo, había puesto una atracción temporal en el Río Santa Catarina, no podía faltar el regio católico provida que sin dudar afirma que el coronavirus es una conspiración pero está seguro de que un matrimonio homoparental no constituye una familia de verdad.
Un uberamigo, durante uno de sus rondines en el tráfico vehicular, subió a las redes un video en el que señalaba #cosasdenacos: decenas de coches estacionados que están obstruyendo el flujo de la avenida Constitución, la principal arteria de la ciudad y paralela al río. Con entusiasmo, es decir, con tres signos de exclamación en un mensaje directo, animé a mi amigo que fuéramos al lugar, pero no quiso. Él no podía creer que una persona como yo, condenada a una eternidad en el infierno, tuviera ese tipo de inclinaciones.
NACO O NO, porque es término para un debate interminable, un suceso de ese tipo, populachero, siempre es buen material periodístico. Lo demostró la cobertura completa, hasta con música clásica de violines de fondo, de Multimedios Televisión. Sobre todo si se transmite en el noticiero de mediodía y con mayor audiencia en el estado, conducido por María Julia LaFuente, quien informa como la típica tía que acuesta a baby Yisus en Navidad. LaFuente, criticada también por comentarios racistas al aire, recibió en 2008 el reconocimiento Benedicto XVI de la Arquidiócesis de Monterrey, “por su valioso trabajo en la difusión de los valores cristianos en los medios de comunicación”. Prensa laica, my evil ass.
Media hora después de ver el video de mi uberamigo escuché a José, un visitante asiduo a la oficina donde trabajo. Dijo que quería ver en vivo a la Virgen del Río porque era la última oportunidad. Era 5 de agosto y llevaban ya una semana con la extracción de la escultura. Por supuesto, lo tomé como una de esas señales fantásticas en las que sí creo.
De volada me acoplé con él. “Ésta sólo quiere ir para burlarse”, sentenció José. Lo convencí al ofrecerme a pagar el viaje, aunque mi motivación era 70 por ciento periodística y 30 por ciento, llamémosle, crítica social. Quería presenciar la psiquis colectiva en días pandémicos: la necesidad de esperanza o de tener algo qué hacer y tomar selfies.
Al llegar, José y yo vimos las tres filas malditas para acercarse a la escultura bendita. Una de carros, otra para bajar por una pendiente sinuosa con señoras evitando no darse en la santísima madre y una última para tocar a la Virgen, sin su consentimiento. Considerado a lo lejos, en efecto, era el episodio 186 de la temporada 9 de Los Simpson, titulado Lisa, la escéptica, al que se referían varios memes.
MÁS DE CIEN personas, muchas sin cubrebocas y sin LSD (La Sana Distancia), rodeaban el armatoste de diez toneladas de acero oxidado que alguna vez fue amarillo. Lo más triste: la Virgen había perdido ocho destellos y a su compa, el querubín. Yacía herida, cubierta de piedras y agua que se filtraba desde un cauce lateral. Unos niños menguaban el calor de 37 grados en la corriente, sin temor al qué dirán ni tampoco a los gérmenes.
Recé: Madre Nuestra que estás en el suelo… Me equivoqué de rezo. Ave María, llena eres de agua. Bendita eres entre toda la perrada y benditos tus nueve hijos, con uniforme naranja, al rescate de ti.
LOS REPORTEROS lucían aburridos después de una semana de ver lo mismo (gente sacando piedras y agua turbia en botes de Coca-Cola) hasta que llegó Diego, un niño matachín con una playera de Spiderman y lo rodearon. Cuando dijo que aun enfermo fue a bailarle a la Virgencita, se dispersaron.
Diego atrajo casi la misma atención que la Virgen, que la guitarrista que le cantó a la escultura y que la señora que bañó a su hija con el agua encharcada porque la niña había comido popó y necesitaba un milagro.
En Marketplace de Facebook vendían esas “piedras benditas” extraídas del Río Santa Catarina o sabrá Dios de dónde. Para esos oportunistas, la divinidad que absorbieron las piedras durante una década valía 200 pesos cada una. Ni que fuera la verdadera piedra filosofal: crack is whack.
José se formó para mirar a la Virgen de cerca, mientras yo me di un rol fotográfico para sordearme de la fila.1 De pronto, vi a un señor vendiendo flores y lo juzgué en silencio por arribista. Oh, sorpresa. Cuando regresé a la fila, José ya traía un ramo de esos de cinco rosas rosadas por cincuenta pesos. Al menos, las flores combinaban con su camiseta Polo, del mismo color.
El atardecer se desintegraba cuando por fin fue el turno de José para entrar a la zona acordonada con cinta amarilla. Dos rubias teñidas se metieron a la brava, sin hacer cola. Un poli pasaba a la gente en grupo y no se dio cuenta de la fechoría, pero Jesús todo lo ve; ahora ellas tienen un pase VIP para irse directo al averno.
Aun así entramos los dos y José acomodó su ramo en el altar que estaba lleno de velas en vasos de vidrio, apagadas por el viento, y flores envueltas en celofán. José acarició el rostro de la Virgen para embriagarse de energía y empezó a saquear piedras. Toqué un destello sólo para sentir la textura corroída y rocosa de la escultura, no para que me transmitiera su vibra etérea.
La oscuridad predominaba pero los fieles y curiosos seguían llegando. Eran las nueve de la noche y faltaban cinco horas para el momento cumbre: la Virgen del Río, libre al fin, flotando en el aire gloriosamente, transportada en una grúa. También llegaría el alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza, a hacerse propaganda mientras varios puntos de la ciudad, destruidos por el mismo huracán que encontró a la Virgen, seguían desamparados. Ni a José ni a mí nos interesaba verlo y nos fuimos con cuidado para no tropezarnos con las rocas no especiales.
En el camino de regreso, José venía muy contento con sus piedritas elegidas especialmente para su mamá y sus amigas. Sacó una pequeña materia triangular de su bolsa de Mickey Mouse y me dijo: “Ten, ésta es para ti”. Se me cristalizaron los ojos y le agradecí. Días después, José me pasó una imagen de una de sus piedras. Juro por Madonna que en la superficie se veía un sutil rostro de la Virgen de Guadalupe. Dijo que hace unos días frotó esa piedra en su cuello por un dolor que tenía y las dolencias desaparecieron. También me contó que había emergido un manantial de agua cristalina en el pozo que dejó la escultura.
El 18 de agosto fuimos a comprobarlo. Al llegar vimos la cinta de precaución atorada entre los árboles. Las flores del altar se secaron pero el celofán quedó intacto, al igual que las velas. Sumergí mis pies sudados en el agua sin temor al qué dirán porque no había nadie y sin miedo a los gérmenes porque el líquido era transparente en realidad. José llenó un bote de Coca-Cola con agua bendita para llevárselo a su casa. Al anochecer nos retiramos. Quedamos en volver el día que regresen a la Virgen ya restaurada en el río.
Ahora conservo mi piedrita en mi escritorio por el lindo gesto de José, no porque crea que es milagrosa. Pero por si las dudas: help me, Virgencita del río, please; líbrame de estos treinta kilos extras de maldad para verme tan celestial como tú.
Conservo mi piedrita en mi escritorio por José, no porque crea que es milagrosa. Por si las dudas: help me, Virgencita del río, please; líbrame de estos treinta kilos extras de maldad
LA HISTORIA de la Virgen del Río aún está lejos de terminarse. Falta la restauración a cargo de Aceros del Toro, con la consultoría del escultor Cuauhtémoc Zamudio. Además moverán la réplica, construida por la misma siderúrgica, para dejar listo el espacio a la Virgen del Río original. Se contempla que la réplica sea recolocada en la parroquia Reina de México en la colonia Fomerrey 1 o en la Catedral Metropolitana de Monterrey.
Para Cuauhtémoc Zamudio, la invitación del Municipio de Monterrey para que apoyara en la restauración le “cayó de perlas”, dijo en entrevista telefónica. Él es guadalupano de corazón, incluso contó que le han pasado “cosas extrañas” que tal vez en realidad son milagros.
El 25 de agosto, el escultor visitó por primera vez el taller donde albergan la escultura, en el municipio de Escobedo. Se vistió para la ocasión con una playera y cubrebocas con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Le impresionó el taller por su magnitud en tamaño y profesionalismo, pero se sorprendió más al ver la Virgen del Río.
“La escultura está llena de piedras incrustadas —declaró en su momento el escultor—. Se ve interesantísimo. Me parece milagrosa la forma como se adhirieron tantas rocas en el metal. Es una obra de la naturaleza. Sugerí que las dejaran, esas piedras representan mucho”. En cuanto a la restauración, afirmó que la Virgen del Río está muy dañada pero se encuentra en buenas manos.
El primer paso será la limpieza manual con cepillo de alambre y lijas gruesas, para no arriesgarla con alguna maquinaria. Luego reconstruirán las partes dañadas y la barnizarán. Repetirán las piezas faltantes (ocho destellos y el querubín) y la cubrirán con pintura anticorrosiva al final.
Para que no la arrastre otro huracán en el futuro, la base tendrá un anclaje de cemento y soldadura reforzada. “Y pues ahora sí que la Virgen de Guadalupe la proteja”, finalizó el artista.
EL DÍA que regresen a la Virgen ya restaurada, sin duda será un espectáculo histórico e histérico, digno de atestiguar. Sólo espero que vendan papas con salsa nivel Diablo para soportar la alegría de los feligreses. Y, obvio, yo seguiré tirando hate. No, mejor llamémosle crítica social.
Nota
1 Es una expresión típica de Monterrey, que significa “hacerse el sordo”.
ALMA VIGIL (Monterrey, 1986), licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Nuevo León, es directora de la revista Lagarto. Fue seleccionada para el Centro de Escritores de Nuevo León 2020. Ha colaborado para El Universal, Vice, Newsweek México y Tierra Adentro.