Escuchar es un acto de comunidad que requiere un lugar, tiempo y silencio. Leer es una manera de escuchar.
URSULA K. LE GUIN
Se le considera como una de las autoras fundamentales de ficción especulativa e imaginativa, aunque una vez que el canon la identificó, se le reconoce como una de las escritoras literarias más importantes de los últimos cincuenta años. Su influencia sigue creciendo conforme más se lee y analiza su trabajo. Y es que leer a Ursula es atender a la materia prima del mundo, a las palabras en su mejor forma, la más elevada: el lenguaje de la verdad.
Durante más de medio siglo publicó, principalmente, cuento, poesía, ensayo, literatura infantil y varias novelas, que son lo más leído de ella. Sus libros más célebres son La mano izquierda de la oscuridad, El nombre del mundo es Bosque y Los desposeídos (por mencionar los principales títulos de la serie del Ekumen), pero su obra es más extensa. Ya en esos títulos están presentes los temas centrales que exploraría a lo largo del tiempo, como el taoísmo, la injusticia y cómo la enfrentan quienes no tienen poder, los principios del yin-yang, la equidad, el rol de las mujeres en el patriarcado y en la literatura, las relaciones que hemos establecido como personas con otros seres vivos o la imaginación, entre otros.
Aunque Lavinia, su última novela, apareció en 2008 en Ediciones Minotauro, hacia la última década de su vida publicó textos breves: cuento, poesía y, sobre todo, varios libros de no ficción casi misceláneos y que son el punto de partida de esta revisión de su obra.
No me centro en sus libros de narrativa, ampliamente comentados, sino en algunos de sus textos no narrativos; muchas veces concibe éstos como terreno de experimentación y en ellos destaca un sentido del humor poco evidente en su narrativa. Ursula podía ser mordaz o irónica, a veces usaba esa ironía en buena lid; otras, para subrayar algo que le parecía absurdo. También se le daba la sátira.
Sus libros de no ficción son fundamentales para entender temas que la ocupaban: la solidaridad, la guerra, la muerte, la naturaleza, el colonialismo, el feminismo, la luz y sus formas
ESCRIBIR TAMBIÉN ES ESCUCHAR
Una de las características más destacables de su trabajo es que en varias ocasiones volvió a lo que había escrito años atrás para responderlo, ampliarlo o escribir nuevos textos que subrayaban fallos de sus ideas anteriores. Lo hizo motu proprio, pero muchas veces también tras haber atendido críticas o señalamientos que le hicieron sus lectores y, sobre todo, lectoras. Ése es un buen ejemplo de cómo se establece un diálogo inteligente con la propia escritura para ver si se puede reimaginar y replantear, no por vanidad ni por afán de obsesivo perfeccionamiento, sino porque una persona que escribe es también la suma de sus textos, que continúan vivos, y sigue siendo responsable de haberlos escrito.
Si sus narraciones generan admiración y cariño, los libros de no ficción son fundamentales para entender su pensamiento, así como posturas vitales en las que sigue los temas que la ocupaban, entre ellos, la solidaridad, la guerra, la muerte, la naturaleza, el colonialismo, el feminismo, la luz y sus múltiples formas o la oscuridad y su misterio. En especial los considero útiles si a uno le interesa cómo escribir o quiere entender el proceso particular de Le Guin y de qué modo exploró la literatura no mimética, más allá de la narrativa.
Excepto por Steering the Craft: A 21st-Century Guide to Sailing the Sea of Story (que se editó primeramente en 1998, pero del que hizo una reescritura y revisión completa, publicada por Mariner en 2015), que es un manual sobre escritura, estos libros no dan consejos ni proponen ejercicios específicos; su riqueza reside en que sirven para pensar con ella y también a partir de sus ideas. Se puede estar o no de acuerdo con lo que dice, pero seguirla es fascinante. Conversations on Writing, en colaboración con David Naimon (Tin House, 2018; en español se publicó como Conversaciones sobre la escritura, Alpha Decay, 2020), estaba por publicarse cuando Ursula murió. Es un volumen basado en las tres entrevistas que le hizo Naimon para el programa de radio Between the Covers, podcast hospedado por la editorial Tin House (de acceso abierto en internet). Le Guin habla del amor por la gramática, su relación con lenguaje y poesía, sus lecturas, algunas ideas sobre la casi siempre fútil oposición entre literatura de géneros imaginativos y la “realista” (las comillas son eco de un discurso de la propia Ursula, que menciono más adelante).
MÁS ALLÁ DE LA NARRATIVA
Le Guin empezó un blog en 2010, cuando tenía la edad de 81 años, inspirada por Los cuadernos de Saramago. Ése es el título del blog que el autor portugués empezó a escribir a los 85 y que ella leyó en inglés, en forma de libro, como The Notebook.
Ursula hizo uso de ese espacio para publicar noticias sobre sí misma, más o menos constantes, y experimentó con distintos tipos de textos, desde reseñas de teatro y poemas hasta una serie de crónicas sobre Pard, su gato blanco y negro: “Annals of Pard”.
Una selección de ese blog se publicó en diciembre de 2017, algunos meses antes de su muerte, como No Time to Spare: Thinking About What Matters (en Houghton Mifflin Harcourt); éste se lee como una recopilación de ensayos informales, brevísimos, y meditaciones sobre temas tan dispares como la literatura, el lenguaje soez, los gatos, el matrimonio, la ira, el capitalismo o lo estúpido de negar el envejecimiento. Aún no está traducido al español (aunque se consigue en México), pero vale la pena leerlo directamente en el original o visitar el sitio oficial de la autora en: ursulakleguin.com, administrado por sus herederos, y darse una vuelta por su versión personal de la forma blog, una palabra cuyo sonido le repelía, por-que la hacía pensar en una obstrucción de los canales de la nariz: “Ah, ella habla así porque tiene unos blogs terribles en la nariz”.
En The Wave in the Mind: Talks and Essays on the Writer (que fue editado por Shamhala en 2006) se publicó el ensayo “Telling is Listening”, en el que desmenuza lo que conocemos como circuito de la comunicación y establece que en una conversación no sólo está en juego el lenguaje. Apunta que comunicarse entre humanos es una actividad mutuamente intersubjetiva, que va mucho más allá de lo que se conoce como interacción: esa intersubjetividad presupone un continuo intercambio que funciona en dos vías. También usa como paralelismo de comunicación a un par de amibas que tienen sexo e intercambian piececitas de sí mismas. Habla de ritmo y de formas de comunicación que no son verbales, como bailar, y dice que publicar un libro, por ejemplo, no es tanto interconectar como lanzar información al aire, a la espera de que alguien (singular o plural) pesque esa información. Ocurre lo mismo con el desfase de las cartas (los emails, de unos años acá), y se puede suponer que pasa algo semejante con las redes sociales.
Resultaría interesante saber qué opinión le merecería a Le Guin la intersubjetividad desfasada, por ejemplo, de los actuales mensajes de voz, esas pláticas interminables en las que una persona escucha la voz de otra y manda su propia respuesta, emite pequeñas piececitas de sí misma a la espera de que la otra las escuche, las entienda, las retribuya. La traducción al español de ese ensayo adoptó el título Contar es escuchar y nombró el libro completo, publicado en 2017 por la editorial Círculo de Tiza.
IMAGINACIÓN PARA LA LIBERTAD
En la primera parte de Words Are My Matter: Writings On Life and Books (Small Beer Press, 2017) se recogen, además de prólogos y reseñas, conferencias que dictó Le Guin. En “Things Not Actually Present” se refiere a la fantasía y se detiene en la Antología de la literatura fantástica, de Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, traducida al inglés como Book of Fantasy, que en 1988 se publicó con introducción de la propia Ursula. En los primeros párrafos sigue los pasos de J. R. R. Tolkien en “Sobre los cuentos de hadas” (ensayo capital de ese autor, que antes fue una conferencia y se publicó en español como parte del volumen Árbol y hoja, Minotauro, 1994).
Para definir el término fantasía, tanto Tolkien como Le Guin acuden al Oxford English Dictionary (OED), al que Ursula interpela como si fuera su tía sabia, y ambos concluyen que, aunque se trata de una herramienta excelente y necesaria —o una parienta a la que se puede acudir con confianza—, el diccionario se queda corto a la hora de definir qué son los cuentos de hadas y qué es la fantasía en tanto género literario.
Si se hace el mismo ejercicio en español, el Diccionario de la Real Academia Española tampoco resulta de mucha ayuda: para fantasía consigna como primera acepción [la]: “Facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales”. Del adjetivo fantástico(a) se nos dice que es algo: “Quimérico, fingido, que no tiene realidad y consiste solo en la imaginación”. Y bajo la entrada imaginación, la primera acepción se limita a la: “Facultad del alma que representa las imágenes de las cosas reales o ideales”. Según esas definiciones, la literatura fantástica o de fantasía versaría sobre asuntos lejanos, sería quimérica y consistiría sólo en la imaginación (como si ésta no fuera, por sí misma, algo importante). Con razón le cuesta tanto obtener prestigio ante la gente seria.
Se suele asociar esta literatura con la mera invención desordenada, como si se limitara a hablar de criaturas, tiempos o lugares que no se encuentran en el mundo tangible. Esa visión resulta en extremo limitada. ¿Acaso la ciencia no requiere también de imaginación y creatividad? Primero fue necesario fantasear que podíamos viajar al espacio exterior, siglos antes de que Yuri Gagarin se convirtiera, gracias a la ciencia, en el primer cosmonauta humano.
De acuerdo con Ursula, el acto de imaginar nos humaniza, ayuda a dar forma al mundo y no se suscribe a la literatura o a la creación artística. Para ella, fantasear no es inútil ni se limita a un medio para alcanzar un resultado concreto: se trata de una necesidad vital. La imaginación es una cualidad indispensable para los seres humanos, mucho más de lo que se le suele conceder. En “The Operating Instructions”, otro texto incluido en Words Are My Matter, afirma: “Creo que la imaginación es la herramienta más útil que posee la humanidad. Mejor incluso que el pulgar oponible. Me puedo imaginar una vida sin pulgares, pero no sin mi imaginación”.
Ejercer ese derecho a la abstracción propicia la libertad, por eso, dice, “los dictadores temen a los poetas”. También en Between the Covers está la serie Crafting with Ursula, doce entrevistas con escritoras y escritores a partir del pensamiento y la obra de Le Guin, en las que abordan específicamente su trabajo y los temas que le interesaban, tanto literarios como de otro orden. En el episodio “On Social Justice & Science Fiction”, David Naimon y Adrienne Maree Brown conversan sobre cómo, para construir un mundo mejor, para transformar éste que habitamos e incluso para transformarnos en el plano de lo personal puede ser indispensable la fantasía. Si queremos darle forma a otro mundo es preciso imaginarlo primero.
Más allá de una respuesta esquemática, Le Guin da una descripción breve, contundente y muy accesible de literatura fantástica que no pertenece al cartabón de lo prescriptivo, sino que ayuda a situar el género. Para ella era evidente que escribir ficción (también leerla) es un acto imaginativo y que, “al fin y al cabo, la fantasía es la forma más antigua de ficción narrativa y la más universal”.
RELEVANCIA DE LA GRAMÁTICA
A Ursula le interesaba el oficio de escribir y hacerlo de la mejor forma. “Escribir bien” se relaciona con la gramática, la puntuación, la sintaxis y la morfología. Pero no es sólo seguir reglas inflexibles; se vincula con poseer un conocimiento amplio de las herramientas a fin de usarlas adecuadamente, según una intención estética.
La gramática vista desde ese punto de vista no es una cerca que delimita o una prenda que constriñe, sino un vehículo para la concreción de un texto eficaz y bellamente ejecutado. Ursula no veía las reglas como inamovibles, sino como principios que pueden cuestionarse una vez que se manejan bien. De esto habla en Steering the Craft, pero también aborda el tema en las conversaciones con David Naimon (que después se recogen parcialmente en Conversaciones sobre la escritura). También subraya que no hay que confundir la buena técnica o la buena escritura con la hipercorrección clasista de quienes defienden ciertos usos del lenguaje considerándolos adecuados y discriminan otros, como si estuvieran fuera de lugar, a pesar de su uso frecuente.
Ursula entendía muy bien que la lengua es algo que se habita y se practica, algo que está tan vivo como sus hablantes. Un ejemplo que pone es el de pronombres y artículos neutros para referirse a las personas, en vez de masculino o femenino (algo que al parecer hace que los cancerberos de la corrección se arranquen los pelos, en español tanto como en inglés). Básicamente lo que dice es que si existen, por qué no usarlos.
De acuerdo con Ursula, el acto de imaginar nos humaniza, ayuda a dar forma al mundo y no se suscribe a la literatura o a la creación artística. Para ella, fantasear no es inútil
LIBERTAD Y REVOLUCIÓN
Escribir correctamente implica también hacerlo desde la honestidad: ése era otro tema fundamental para esta autora. Es importante usar el lenguaje como medio para expresarse, para soñar, para crear los mundos que habitaremos. En ese sentido, es preferible decir la verdad buscando la belleza y, en última instancia, decirla para oponerse al poder opresor, igual que en sus historias quienes se alejan de Omelas o quienes hacen la revolución, como Odo. Una pequeña revolución le tomó a Ursula misma varios meses: en 2014 tuvo que escribir, revisar y reescribir su brevísimo y contundente discurso de aceptación de la National Book Foundation Medal for Distinguished Contribution to American Letters, al que aludí en los primeros párrafos. En él no sólo puso sobre la mesa una serie de asuntos acerca de la comercialización de la literatura, sino que dejó muy claro que su postura como escritora estaba lejos de alinearse con los poderes sistémicos.
Dijo que le costó mucho escribirlo, porque sabía que estarían en la sala representantes de esos mismos poderes económicos que insisten en convertir el arte de las palabras en un mero negocio y venden libros como si fueran desodorantes. Pero sabía que era necesario hablar con la verdad y así lo hizo: “Creo que vienen tiempos difíciles. [En los que] necesitaremos escritores que sepan recordar la libertad. Poetas, visionarios: realistas de una realidad más amplia”. Ursula subraya la necesidad de oponernos al capitalismo y el papel fundamental que jugamos en esa confrontación quienes escribimos. Vale la pena leer ese discurso de apenas seis minutos (en inglés o traducido al español); es necesario revisarlo cada tanto para recordar que las personas podemos oponernos y resistir ante cualquier poder creado por otro seres humanos y, sobre todo, que la hermosa recompensa del arte no es una ganancia material, sino la libertad.
Ursula es como Ged, el personaje principal de Un mago de Terramar: aprendió el nombre secreto de las cosas y, por lo tanto, era capaz de hacer magia. Desarrolló el pensamiento y el uso del lenguaje para hablar con la verdad, para revelar lo que hay debajo de las apariencias. Para ella y, en última instancia, para quienes siguen las rutas que trazó, resulta importante defender esa verdad: la mejor forma de hacerlo es enunciarla. Si el lenguaje es magia y contar o incluso decir no sólo es escuchar sino crear, poner algo en el mundo, cuando se habla con honestidad, con veracidad, como hablaba ella, decir es también hacer.
LIBIA BRENDA (Ciudad de Puebla, 1974) escribe, edita y traduce. Cofundadora del Cúmulo de Tesla y La Mexicona; participa en la Climate Imagination Fellowship de la Universidad Estatal de Arizona. En 2021 organizó el proyecto autogestivo Odo Ediciones, libros para una realidad más amplia.